¿Son la espiritualidad y la vida mundana dos elementos separados o incluso opuestos? ¿Se puede realmente vivir una vida mundana desde la espiritualidad? Escribe Montse Simón.
A veces puede resultar fácil responder afirmativamente a la última cuestión y existe en los círculos “espirituales” una tendencia teórica o ideal de armonizar la “vida mundana” con “la vida espiritual”. Pero tal como la misma expresión pone de manifiesto, debajo de esa pretensión de armonizar ambas dimensiones existe la división entre una y la otra, de ahí que tengamos la sensación de necesitar unirlas, porque creemos que están separadas. ¿Pero están realmente separadas?
Personalmente, con una cierta frecuencia me encuentro asociando el mundo espiritual al arquetipo del sabio, de la persona que ha renunciado al mundo social y material, que es y está desde una Presencia que va más allá de los límites que impone la razón y la sociedad que con ella hemos construido y asociando. Por otro lado, la vida mundana la asocio con la figura de madre o padre de familia, con el trabajo y la acción para conseguir unos beneficios económicos que permitan hacer frente a las facturas y gastos que conlleva el vivir en esta sociedad.
Aunque sólo puedo hablar por mí, sospecho que son muchas las personas que viven este conflicto, conflicto que generamos en nuestra mente ya que la Vida no sabe de etiquetas ni divisiones entre espiritual y mundano. La Vida, como flujo de energía no está dividida, es a través del pensamiento que comenzamos a generar divisiones y diferencias que van forjando una identidad propia, separada de “lo otro” o “el otro”, y con el sentimiento de separación surge el miedo. Como dice la Bṛhadāraṇyakopaniṣad:
“Al comienzo el mundo era sólo el Ser en forma humana. Miró alrededor y sólo se vió a sí mismo. Lo primero que dijo fue ‘aquí estoy yo’ y de ahí surgió el nombre de “yo” (…) Aquel primer ser tuvo miedo. Así pues, cuando uno está solo tiene miedo. Entonces pensó ‘¿qué puedo temer si no hay nadie más que yo?’ Entonces el miedo lo abandonó, porque ¿de qué iba a tener miedo? A fin de cuentas, uno tiene miedo de una segunda entidad.”
Así pues, parece claro que la Vida en sí no hace ninguna división entre lo mundano y lo espiritual, lo profano y lo sagrado. Ahora bien, la realidad es que a menudo nosotros sí que hacemos esa división y a pesar de los intentos de aunar ambos ámbitos nos generamos un conflicto y cuando hay conflicto en nosotros ¿cómo vamos a resolver los conflictos externos?
Dejemos de compartimentar la Vida
A través de este artículo quisiera hacer una invitación a abrirnos a la posibilidad de que no exista división entre lo interno y lo externo, entre lo sagrado y lo profano, entre el trabajo y el tiempo libre (todo tiempo es siempre libre cuando uno se sabe en esencia libre). A la posibilidad de dejar de compartimentar la Vida y de culpar a los demás del sufrimiento en el mundo.
En La brújula espiritual Satish Kumar hace un llamamiento a que cada individuo se encargue de ser coherente consigo mismo y que tal como transmitió Gandhi genere un cambio individual para que la sociedad y el mundo puedan cambiar.
Creo que es fundamental este llamamiento. Creo sinceramente que un verdadero cambio en nuestra sociedad, en lo mundano, sólo puede venir de la mano de un cambio de actitud en cada individuo, de que comprendamos y vivamos lo “mundano” desde su esencia “espiritual”, lo “mundano” como expresión del Ser (advaita, no-dual), comprendiendo que no hay división, que lo que vemos como dos son aspectos de lo mismo, igual que el oro no es separable de la sortija o la sortija del oro, más que conceptualmente.
Parece muy cómodo echar la culpa de todo a los políticos, a la sociedad y la economía como si la sociedad, los mercados, etc. fueran una especie de entes con vida propia. Nos incomoda mirar hacia dentro. Si hay conflicto en mí, conmigo misma, ¿cómo no lo habrá con los demás? y ¿cómo no lo habrá en las sociedades que entre todos formamos? Y aún cuando logramos llegar a una cierta comprensión de unidad con todos los seres, seguimos rechazando el mirar hacia dentro porque no nos gusta y en lugar de observar y ver cuánto conflicto hay en nosotros luchamos contra él, pretendiendo ser bondadosos y espirituales y fomentando de nuevo la escisión y el conflicto entre lo mundano y espiritual, lo bueno y lo malo, lo que soy y lo que debería ser.
Tal como nos dice Satish Kumar, “la transformación de uno mismo es el primer paso hacia la transformación social, política y económica”. Necesitamos comprender que todos los seres (incluidos el reino vegetal, animal e incluso los seres inanimados) estamos interrelacionados y actuar aportando al mundo nuestro granito de arena sátvico, luminoso, puro. Yo añadiría que es importante permitir que la transformación surja de forma espontánea al verse uno mismo, al reconocer nuestros miedos y conflictos ya que sólo a través del Amor hacia nosotros mismos podemos descubrir la luz interna con la cual iluminar alrededor. Si rechazo mis propios miedos y conflictos, ¿cómo voy a poder acompañar a los demás y amarlos con sus miedos y conflictos?
Al pretender ser luminoso y amoroso desde la autoimposición y el deber espiritual de serlo, lo que hacemos es intensificar el conflicto y creer que tenemos que transformarnos porque no está bien como somos o como estamos.
Así pues, necesitamos ver el conflicto en nosotros, indagar en la raíz última de ese conflicto y poder así soltarlo, dejar que se disuelva. Desde la mirada interior la transformación ocurre por sí sola y nuestra vida puede encarnar entonces el cambio que queremos ver en el mundo.
Montserrat Simón.
Filósofa, especializada en India y comprometida con la filosofía práctica. Vivió en India donde se formó con distintos maestros de la tradición hindú. Imparte cursos y talleres de filosofía acercando de modo práctico y cotidiano esta disciplina a todas las personas. Además de la filosofía da clases de sánscrito y de yoga. Miembro y docente de la Asociación de Yoga y Filosofía Práctica.
BijaYoga. Escuela de sánscrito, filosofía y yoga
«El Amor es la Energía que nutre la Vida y cuanto más se da menos se agota»
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