Hablamos con José Manuel Vázquez, promotor de las II Jornadas de Verano Yoga Integral, muy enfocadas en esta ocasión en el Yoga Terapéutico.
José Manuel Vázquez preside la Asociación Shiva-Shakti de Yoga Integral. Es profesor y formador de profesores certificado por la Yoga Alliance. Experto universitario en yoga terapéutico por el CEU y European Yoga Alliance. Miembro de la International Association of Yoga Therapists, de la Asociación Española de Practicantes de Yoga y de la Asociación Profesional de Profesores de Yoga de Madrid. Desde 2001 dirige su propia escuela de yoga, Yoga Orgánico, donde investiga una enseñanza integral y orgánica del yoga y desde el 2010 dirige una formación de profesores basada en estos principios.
¿Qué te interesa del yoga terapéutico, cómo llegaste a esta especialidad?
El yoga formó parte de un proceso de autodescubrimiento y exploración terapéutica que comenzó a mis 20 años Siempre digo que yo no elegí al yoga sino que el yoga me eligió a mí. Apareció la oportunidad de empezar a dar clases y el yoga fue creciendo. Pasó el tiempo mientras me formaba en diferentes tipos de yoga hasta que con 30 años abrí mi escuela. Mi intención era, y sigue siendo, desarrollar un trabajo fundamentado en la escucha, la comprensión y el respeto al cuerpo; un yoga orgánico, integral y de orientación terapéutica adaptado a cada persona.
En nuestra escuela de formación invito a los profesores a hacer un trabajo personal de introspección y análisis para descubrir cual es su conexión real con el yoga. Es importante que cada persona encuentre su manera propia de explorar las posibilidades del yoga según sus necesidades y capacidades. Este acercamiento al yoga es profundamente terapéutico. Con el pasar de los años mi relación con el yoga ha cambiado mucho y ha pasado por muchas etapas, sin embargo su capacidad de alinearme con los procesos de aprendizaje sigue intacta. Para mí el yoga es un sistema de conocimiento que hunde sus raíces en la salud y el equilibrio de cada persona.
Hablemos de los conocimientos específicos del yogaterapeuta. ¿Es muy diferente su trabajo del de un profesor de yoga experto y de un fisioterapeuta?
El yoga no es una fisioterapia ni una terapia alternativa. A pesar de ser una disciplina psicofísica con un gran cuerpo filosófico teórico y empírico formado a lo largo de varios milenios, no existe una formación de grado, como si sucede en el caso de la medicina tradicional china, la fisioterapia o la psicología. Su introducción masiva y desordenada en Occidente ha obligado a empezar su regulación laboral a través del Ministerio de Trabajo en el marco de las actividades físicas y del deporte. Es un primer paso en el reconocimiento del yoga como disciplina de conocimiento pero a todas luces insuficiente. Por otro lado el yoga terapéutico es una especialización que empieza tímidamente a ser impartida en algunas universidades como un postgrado.
Un yogaterapeuta necesita un mayor conocimiento de anatomía, fisiología, patologías, gestión emocional y habilidades mentales que un profesor de yoga. Además, si no hace su propio trabajo terapéutico, el resto de conocimientos que puede adquirir tienen un valor menor. Por otro lado el profesor de yoga es casi inevitablemente que eduque en valores asociados con un modo de vida saludable como es la higiene postural, el respeto por el cuerpo, la escucha activa, el cuidado del entorno, la importancia de la respiración, la alimentación, el descanso, etc. Cuanto más formado esté un profesor mejor podrá desarrollar su trabajo, cuanto más trabajo interior haya hecho con mayor honestidad desarrollará su trabajo. Con el tiempo cada profesor tiende a especializarse en unos aspectos del yoga y no en otros; es imposible abarcar en profundidad todas las ramas del yoga. Las aplicaciones del yoga en la sociedad actual se multiplican.
Cuando hablamos de dolencias o tratamientos en el entorno del yoga terapéutico, es necesario saber que los profesionales de la salud son los únicos capacitados para emitir un diagnóstico y un tratamiento adecuado; el resto de profesionales hemos de supeditarnos a los informes médicos y diagnósticos remitidos por ellos. Cuando a los profesores de yoga nos llega una persona con una dolencia, nuestras sesiones nunca sustituyen el tratamiento médico o fisioterapéutico asignado para tal fin.
¿Cómo es tu labor en el yoga terapéutico? ¿Las personas vienen con diagnóstico y tratamiento?
Lo ideal es que las personas vengan con su diagnóstico, en caso contrario nuestra capacidad de actuación se ve muy mermada. Les pido que traigan los informes médicos siempre que sea posible. Dependiendo de la situación, se puede recomendar al alumno asistir a clases colectivas, integrarse en un grupo reducido, hacer sesiones individuales o derivarlos a otros profesionales. En cualquier caso, nosotros no tratamos con “enfermos” sino con personas, y siempre que hay una patología diagnosticada actuamos con el consentimiento expreso del personal médico de referencia.
En mi caso, si hay dolor, después de una breve entrevista comenzamos explorando con sumo cuidado aquellos movimientos que pueden producir alivio para después recomendar un protocolo de actuación y una serie de ejercicios concretos. Es imprescindible que el profesor explique lo que se va hacer y lo que se pretende con ello y que el alumno entienda el proceso en su conjunto y la importancia de los pasos a dar. La comunicación con el alumno es fundamental para hacer una valoración de las posibilidades y objetivos de las sesiones. Aunque es un trabajo compartido, es necesario hacer entender al alumno que tiene la responsabilidad de su proceso y que nosotros estamos ahí para orientarle y facilitarle recursos y llegado el caso, apoyarle en las decisiones que tome.
¿Qué problemas o patologías deberían de ser atendidas exclusivamente en una sesión yoga terapéutico?
No hay dos casos iguales. Tengo personas con hernias de disco que no sienten ningún tipo de molestia y a las que una práctica regular les libera de tensiones, y tengo otros alumnos que sin hernias padecen lumbalgias constantes que les incapacitan para el seguimiento de una clase general. El dolor es uno de los factores principales que marca la pauta de integración en una clase. Otro es el grado de comodidad del alumno con sus limitaciones. También un factor importante es el grado de autonomía que tiene en la gestión de sus propias características y patologías. La cuestión es descubrir la forma particular de acceder a los ejercicios, sin comparaciones, exigencias externas o modelos ideales a seguir. Se invita a hacer un trabajo de exploración consciente para referenciar los espacios de liberación y ligereza y potenciarlos en la práctica personal. Hay alumnos que en una sesión entienden la propuesta y otros que necesitan más tiempo para familiarizarse con este trabajo; también hay personas que buscan otro tipo de acercamiento a sus necesidades.
La actitud del profesor es fundamental. Los profesores no somos dioses de la flexibilidad, ni hay alumnos mejores o peores en función del grado de flexibilidad que tengan. Si bien es cierto que el agrupamiento de personas de características o patologías similares puede favorecer la labor docente al principio, a veces no soy muy partidario de crear grupos cerrados ni de dividir a las personas según criterios externos. Todos convivimos con un cierto grado de patología, seamos conscientes o no de ello. Esto nos incapacita de una forma muy concreta pero también nos conecta al mundo de una manera particular. De la misma manera que no es saludable hacer todo lo que podemos hacer, aunque lo vivamos como un ejercicio legítimo de libertad personal, no poder hacer las cosas que nos gustaría o de la forma que nos gustaría también puede ser muy revelador, y puede llegar a provocar un cambio cualitativo en nuestra manera de ser y de comprender la realidad.
El yoga puede ser muy transformador en cuanto tomamos conciencia de nuestras “limitaciones” y sus posibilidades, y las aceptamos.