En última instancia todo se vive, se experimenta y se siente en la mente. De la mente surgen todos los estados, como declaraba Buda, y la mente es la que ata o libera. En el escenario de la mente se refleja lo que vamos viviendo y se genera una reacción, que puede ser ecuánime o desmesurada, y por tanto equilibrada o neurótica. Escribe Ramiro Calle.
Cuando un discípulo le pidió a su maestro que le diera enseñanzas para liberarse, éste preguntó: «¿Y quién te ata sino tu propia mente?». La mente puede ser muy mala ama o muy buena sirviente. Todo depende que en que medida comenzamos a establizar, dominar y dirigir la mente. Deberían enseñarnos desde niños a examinar, conocer y orientar la mente.
Por lo general, en la mayoría de las personas, la mente es díscola y dispersa. Tiene poca capacidad de concentración salvo que algo le interese mucho. Toda fuerza sin canalizar pierde en eficacia: el agua, la luz, el calor, el sonido. Lo mismo sucede con la mente. Está tan disgregada que pierde poder. Pero la mente es entrenable y desarrollable. Mediante ejercicios de concentración y meditación podemos ir aprendiendo a poner la mente bajo el control de la voluntad.
La meditación, por ejemplo, nos enseña a conectar más con el momento presente y no dejar que la mente nos acarreé de un lado para otro. Podemos entrenar metódicamente la atención y aprender a canalizarla sobre lo que creamos conveniente. La concentración es la fijación de la mente en un objeto o soporte con exclusión de todo lo demás. Para entrenarnos podemos concentrarnos en un color, una figura geométrica, una parte del cuerpo, una flor, la respiración, la llama de la vela o una imagen. Hay que ir absorbiendo más y más la mente en el objeto de la concentración, suspendiendo así pensamientos parásitos.
Con la práctica aprendemos a tener la mente mejor gobernada y no dejarnos tanto tomar por los pensamientos mecánicos. Para hacer las cosas con más precisión y destreza, tendremos que recurrir a la concentración. Así la mente deja de ser un estorbo y se convierte en una gran aliada.
Adentrarse en la concentración
También se puede concentrar la mente en una zona del cuerpo, como el entrecejo o la boca del estómago, o las palmas de las manos o la región del corazón. Asimismo se puede concentrar en un fuego, el tic tac de un reloj o el chapoteo del agua. Todo puede convertirse en un soporte de concentración o fijación de la mente con absoluta exclusión de todo lo demás. Con la practica asidua se van obteniendo grados más profundos de concentración, en los que la mente queda totalmente absorta en el soporte de la concentración.
El objeto elegido es una ayuda para fijar la mente y evitar su multidireccionalidad. En la medida en que se intensifica la concentración, sobreviene fijación mental, atención unidireccional, sosiego y ecuanimidad.
También es de gran eficacia y beneficio activar la capacidad a través de la práctica del hatha-yoga, estando más atentos al cuerpo y la respiración. La concentración bien estimulada y dirigida será muy útil para el estudio y para cualquier actividad profesional cultural, deportiva o artística. A través de la misma se reunifican las energías dispersas.
La concentración interiorizada nos ayuda a adentrarnos en nosotros mimos y establecernos en la consciencia pura. El gran sabio Santideva recordaba: «Para vencer todos los obstáculos, me entregaré a la concentración, sacando la mente de todos los senderos equivocados y encauzándola constantente hacia su objetivo».
Ramiro Calle
Más de 50 años lleva Ramiro Calle impartiendo clases de yoga. Comenzó dando clases a domicilio y creó una academia de yoga por correspondencia para todo España y América Latina. En enero de l971 abrió su Centro de Yoga Shadak, por el que ya han pasado más de medio millón de personas. Entre sus 250 obras publicadas hay más de medio centenar dedicadas al yoga y disciplinas afines. Ha hecho del yoga el propósito y sentido de su vida, habiendo viajado en un centenar de ocasiones a la India, la patria del yoga.
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