Este es un asunto sobre el que tanto veteranos profesores de yoga como practicantes asiduos vienen pensando y dialogando. Como es lógico, cada cual puede tener y tiene su propia perspectiva, si bien hoy me gustaría dar a conocer el punto de vista de Enrique Moya Hernando, uno de los pioneros del yoga en España y en Andalucía. Joaquín G. Weil transcribe esta conversación suya con Enrique Moya.
Enrique Moya es el director del 2º Curso Formativo Instituto Andaluz del Yoga (IAYoga) 2017-2018. Veterano profesor con más de 40 años de experiencia, y uno e los pioneros del yoga en España, contará con la participación del también veterano profesor y pionero Danilo Hernández, autor del libro Claves del Yoga. Está coordinado por el profesor de filosofía y de yoga Joaquín G Weil.
Joaquín G. Weil: Enrique, vienes practicando y enseñando yoga de un modo constante desde hace más de 40 años. Por favor, háblanos de tus primeros contactos con el yoga y cómo, en tu experiencia, ha ido evolucionado el yoga desde entonces hasta ahora.
Enrique Moya: En aquellos tiempos, al ser el yoga poco conocido, nos aproximamos a él personas a las cuales la propia palabra “yoga” de por sí creaba una resonancia en nuestro interior. Queríamos saber que era aquello que tanto nos atraía. Tuve la suerte de que mi gran amigo de juventud Danilo Hernández llevaba un tiempo acercándose en su interior tanto a yoga como a la cultura de India. Comenzamos a practicar juntos de una manera intuitiva y artesanal con la ayuda de los primeros libros que llegaban, que no eran muchos y que había que encontrarlos en librerías especializadas. Estamos hablando de 1973. Entonces lo que pude experimentar es qué ocurría en mis energías tanto en el plano vital como emocional durante y tras aquellas clases tan espontáneas impregnadas con la frescura del descubrimiento.
J: ¿En qué momento y cómo decidiste profundizar en la práctica del yoga y cómo llegaste a su vez a enseñarlo? ¿Surgió, por así decirlo, de modo kármico o fue un acto de voluntad o determinación?
E: Por entonces estudiaba Economía en la Universidad Complutense, más movido por consejos familiares que como una llamada personal. Al unir mi práctica junto al estudio del yoga, pronto comprendí que me encontraba ante algo muy profundo y extenso. Comprendí que del mismo modo que es algo bueno para mí, es bueno para todas las personas. La difusión del yoga que vemos hoy en día validó aquella intuición primera. El yoga es uno de los sistemas más sólidos tanto para el desarrollo armónico del ser humano como para su autoconocimieto.
J: En aquellos años de pionerismo no había muchas opciones… ¿Qué hiciste para profundizar en tus conocimientos sobre esta disciplina milenaria?
E: Además de buscar cualquier libro o publicación, decidimos visitar a los contados profesores que impartían clases de yoga en Madrid, donde entonces vivíamos. Guardo un entrañable recuerdo de Roy, Margot, Montenegro, que eran personas que contaban con cierta experiencia en la enseñanza. Danilo y yo tomábamos un clase y hablábamos luego de cómo aquella clase había resonado en nuestro interior. Era una bonita época de investigación.
J: Vengo observando que, cada vez más personas que practican yoga de modo asiduo se plantean la posibilidad de profundizar en sus conocimientos y eventualmente, a su vez, enseñarlo bien de un modo profesional o como trabajo de voluntariado con instituciones públicas, asociaciones u ONG’s. Desde la perspectiva de tu larga experiencia, ¿cómo consideras que debería ser una buena formación de yoga? ¿Qué características consideras debería tener?
E: El yoga ahora tiene un problema, que consiste en un exceso de éxito, un exceso de demanda. Por lo tanto, ocurre que han llegado al yoga dos cosas que son incompatibles en él, y que con frecuencia van juntas: prisa y codicia.
J: El asunto de la prisa es llamativo. Hay persona que a penas han estudiado yoga unos pocos años y ya no sólo quieren ser profesores de yoga sino formadores de profesores de yoga. Por tu parte, has aguardado cuarenta años a decidirte a ofrecer una formación de profesores de yoga con ese nombre. Si bien decenas de antiguos alumnos tuyos vienen enseñando yoga desde hace años. Por así decirlo, han recibido una formación “a la antigua”.
E: De entre los miles de alumnos que han acudido a mis clases, algunos de ellos al parecer sintieron una llamada personal hacia la enseñanza del yoga, algo que me hace sentir muy contento. Durante un buen tiempo, profundizaron en él, exploraron con otras personas y escuelas, lo contrastaron con sus vivencias personales, y de un modo u otro conservaron el vínculo con nuestro centro. Siempre los animé a conocer y explorar por sí mismos. Les animo a que recuerden tres aspectos fundamentales: primero, el yoga como modo o práctica de la salud en el sentido más amplio; segundo, el desarrollo de la empatía, también en el sentido más amplio; y, por fin, el desarrollo de la claridad que te permite auto-conocerte. En el yoga es importante el aspecto relacional…
J: En las circunstancias actuales, respecto a la formación, ¿que papel están desempeñando, a tu juicio, las normas y regulaciones al respecto, como los reales decretos que encuadran profesionalmente el yoga en las actividades físicas y deportivas, y, en consecuencia, las nuevas leyes del deporte de Andalucía, Madrid y, previsiblemente, en otras comunidades?
E: Me parece comprensible que, desde cierto punto de vista, a nivel legal, dada la expansión que ha tenido y está teniendo la enseñanza del yoga, las administraciones hayan comenzado a intervenir.Como es lógico, algo tan vasto y profundo como es el yoga es difícil de encuadrar.
J: El yoga ha sido encuadrado en las actividades físicas y deportivas, pero es innegable que, como has señalado, tiene su aspecto de mejora activa de la salud, desarrollo personal y espiritual, filosófico… En tu experiencia, ¿qué características ha de tener un buen profesor o profesora de yoga?
E: Primero, espíritu de investigación. Segundo, capacidad de ser alumno. Aunque el yoga es experiencial y puede ser, en parte, autodidacta, siempre la guía de un profesor honesto, que comparta su experiencia contigo, es una gran ayuda.
J: ¿Qué papel desempeña la experiencia, compartida o propia, en la enseñanza del yoga?
E: Es básico. Hay personas que quieren ser profesores antes que estudiantes.
J:Tal vez la humildad sea el primer requisito para el aprendizaje…
E: Así es. Esa conocida frase de que “cuando el discípulo está preparado, aparece el maestro”, más que una lectura literal significa que cuando una persona sinceramente quiere aprender, aparecen las condiciones y las persona que fomentan ese desarrollo.
J: Hay un debate que está por abrir, que es el contenido del temario oficial, tal como establece el real decreto. Por mi parte, lo he estudiado y me parece amplio, si bien es innegable que merece el diálogo y el consenso. Tú, que también lo has examinado, ¿qué opinión te merece?
E: Es un temario en lo formativo mínimo, pero necesario de conocer.
J: El Instituto Andaluz del Yoga (IAYoga) en su formación lo imparte de modo completo. Además de este temario oficial, ¿consideras que hay otras materias o contenidos que se requieran para una buena formación?
E: Está claro que en una futura modificación de este temario, habría que consensuarlo con veteranos profesores de yoga… El yoga no puede ser un mero contenido o materia memorizable; necesita la automotivación, la experiencia personal profunda. En el yoga esta motivación se combina con prácticas psicofísicas de indagación.
J: Has tenido ocasión de conocer grandes y veteranos maestros de yoga tanto de la India como de Occidente. Desde tu perspectiva, ¿ha habido algún tipo de discontinuidad o carencias en la transmisión desde la antigua tradición de India hasta nuestro entorno y tiempo?
E: El yoga se origina históricamente como un sistema de desarrollo del ser humano y para el autoconocimiento. A diferencia de otras filosofías, el yoga insiste en las prácticas psicofísicas. No es un mero conocimiento teórico. Aspectos como movimiento, respiración (relación), nutrición, relajación, atención, tan de moda hoy a través del mindfulnes, se convierten en una suerte de pruebas de ensayo en el laboratorio de cada persona.
J: En tu trayectoria como profesor, cuáles han sido los maestros que más te han influido?
E: Son muchos, si bien destacaré algunos: Swami Chidananda, Krishnamurti, André Van Lysebeth, Babacar Khane, Phillipe de Fallois, John Pierrakos, Peter Yang, Dhiravansa, Manuel Franco, Cayetano Arroyo… Detrás de cada uno de estos nombres hay una historia de mi trato personal con ellos que sería un poco larga de contar…
J: Ocurre que históricamente el yoga se ha desarrollado en áreas geográficas diferentes del subcontinente indio, lo cual ha generado pequeñas diferencias en la práctica, enseñanzas, incluso denominaciones… El IAYoga quiere reconocer, aceptar y englobar estas tradiciones, procurando superar las diferencias y encontrando los puntos que nos unen, pues eso significa la palabra yoga, unión. Además las normas relativas al yoga en la actualidad son una importante razón para procurar entre todos adecuarnos a las nuevas circunstancias, y crear un ámbito asociativo que respalde al profesor de yoga en su formación y en su futura enseñanza.
E: En este aspecto quiero resaltar que estamos contentos de la ayuda y la participación de mi buen amigo Danilo Hernández en este proyecto. Es necesaria una cierta dinámica colegiada, donde veteranos profesores, cada uno con su propio aprendizaje y experiencias, y también provenientes de diferentes ámbitos profesionales, como la medicina, la educación física, la psicología, la filosofía o el derecho, auxilien en el objetivo de que el futuro profesor de yoga se sienta no sólo bien formado, sino informado y respaldado en su futura enseñanza del yoga.
Más información:
https://www.iayoga.org/2o-curso-formativo-iayoga-2017-2018/