Hay quienes se entregan tanto al yoga que acaban desvinculándose de la realidad. Viven como en una burbuja, desconectados de lo que no sea una devoción que lo abarca todo… Queda reducida así la hermosa amalgama de bien y mal que es la vida a un cómodo, monotemático refugio al que llaman erróneamente yoga, meditación, etc. Escribe Pepa Castro.
No hay duda de que la historia está llena de seres humanos cuya búsqueda espiritual ha partido de una llamada o vocación sincera y lúcida. Pero ahora me refiero a esas otras personas que, en estos tiempos escasos de valores humanos profundos, llegan a las tradiciones espirituales como el yoga en busca de un refugio existencial en el que aislarse de la parte de la vida que no les gusta… Y acaban desinteresándose también de lo mejor que el espíritu humano produce: la construcción de la cultura y el conocimiento, las bellas artes, las humanidades, las ciencias, la historia, la literatura, el cine, la música… Todas esas formidables manifestaciones de creatividad, libertad y talento que se han dado y se dan en todas las épocas y todas las culturas.
Aupados en su atalaya espiritual, los seguidores de ese yoga episcopal y excluyente solo consumen música sagrada, libros de maestros y turismo de ashram. Es otro gueto más, otra bandera con la que sentirse especiales y diferentes, por más que repitan que yoga es integración y unidad. Así, la ansiada liberación se transforma en otro nuevo y potente condicionamiento que solo genera confusión y empobrecimiento cultural… lo cual no ayuda a hacer gozar al espíritu.
Cuando leo y escucho tantas palabras mayúsculas, tanta invocación a las alturas, se me ocurre que quizás ese exceso de elevación ayude a ver muchos bosques desde el cielo pero tal vez impida apreciar la belleza de un árbol desde el suelo.
No deseo abundar más en todo esto, pero sí recordar que dogmas, mitos, condicionamientos y nebulosas pseudomísticas no tienen nada que ver con ese yoga del discernimiento liberador y humanizante que necesitamos. Y que cultivando la sensibilidad, la imaginación, la cultura y las aficiones fuera del yoga no solo no se incurre en pecado egoico o de apego, sino que se benefician la inteligencia, la salud mental y se enriquece la calidad de vida social y espiritual.
Sí, hay vida fuera del yoga. No hagamos de él una profesión de fe y dejemos que solo siga siendo una poderosa herramienta para vivir más plenamente la vida.
Al hilo de esto, he aquí algunas frases de dos yoguis publicadas recientemente en YogaenRed:
Nale Parada (La Comprensión del Corazón): «Creo que Vivekananda expresa en este texto por qué el buenismo o el dogmatismo no tienen nada que ver con lo filosófico, señalando hacia la necesaria comprensión experiencial de la vía de la sabiduría:“Todo intento de control que no es voluntario, que no proviene del control de la propia mente, no sólo es desastroso sino que es la negación del fin perseguido. La meta de cada alma individual es libertad, soberanía; libertad de la esclavitud a la materia y pensamiento, y dominio de la naturaleza externa e interna.(…) alejaos de todo aquel, por grande y bueno que pueda ser, que os pida creer ciegamente. (…)».
Julián Peragón Arjuna (Samādhi): «Nos iluminamos cuando la vida nos sorprende y nos invita a la belleza de la simplicidad; cuando la flor, la ola, la piedra o el trueno tienen tanto que enseñarnos y podemos desprendernos de la importancia personal al reconocer nuestra pequeñez en la existencia, como una gota de lluvia que al caer en medio del océano se diluye (apenas sin rastro) en su inmensidad.
Nos envuelve la iluminación cuando podemos ver la vida en su conjunto, terrible y benefactora a la vez, con todos los seres compitiendo, pero también colaborando entre sí.»
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