El maestro B. K. S. Iyengar no coincibe los apoyos como “ayudas” en las posturas, sino como estímulos para desarrollar la inteligencia del cuerpo.
El yoga divide la consciencia (citta) en tres partes: mente, ego e inteligencia. En su libro Luz sobre la vida (ed. Kairós), Iyengar las compara con capas. La capa más externa es la mente, responsable de canalizar toda la información que recibe a través de los cinco sentidos, como “tengo hambre” o “siento frío”. Como la mente genera constantemente pensamientos e imágenes, Iyengar la compara con un ordenador que no puede dejar de procesar datos o hacer elecciones.
El ego es la capa más profunda de la consciencia, la que proporciona el sentido de individualidad y la sensación de que somos el centro de lo que nos ocurre. El ego es necesario porque es importante saber que no eres ese extraño que pasa por tu lado ni el árbol del parque. Pero el ego se ha ganado una mala reputación porque también se apega a todos los deseos, metas, prejuicios y opiniones, y se identifica con cualquier éxito, preocupación, posesión, trabajo o cualquier otra cosa. El ego boicotea la vida y suele vivir en el pasado irrecuperable o en un futuro incierto.
Entre la mente y el ego se encuentra la capa de en medio, la inteligencia. Las características distintivas de la inteligencia son su capacidad de percibirse a sí misma y de realizar algo que antes no había hecho. En otras palabras, la inteligencia es la parte de nuestra consciencia que nos faculta para observarnos a nosotros mismos (incluidos la mente y el ego) y acometer un cambio. Iyengar describe la inteligencia como “la parte revolucionaria de la consciencia”.
Iyengar dice que cuando una capa de conciencia está activa, se expande, haciendo que las otras capas se retraigan. Así, cuando activamos la inteligencia, forzamos la retracción de la mente y del ego, proporcionándonos la pacífica experiencia del yoga.
La mayoría de la gente piensa que el cerebro físico es la sede de la inteligencia y de la percepción. Pero Iyengar considera que esa idea ignora la inteligencia innata del cuerpo -el vehículo yóguico que lleva al despertar la consciencia-. Insiste en que la inteligencia puede ser cultivada en cada célula del cuerpo. Uno de los métodos que ha desarrollado para expandir la inteligencia es utilizar apoyos durante la práctica de asana.
Según Iyengar, la piel es nuestra primera capa de inteligencia, y los nervios de la piel llevan información a la mente. Como un centímetro cuadrado de piel contiene más de mil terminaciones nerviosas, cuando un apoyo toca la piel, nuestra consciencia se despierta e ilumina. La inteligencia se desarrolla no porque sintamos algo, sino porque podemos observar dónde nos toca el apoyo y dónde no, y en qué forma nos enseña algo nuevo. “Cada apoyo debe dejar una huella en el cuerpo, dice Iyengar, de forma que la inteligencia puede cultivarse. No tiene sentido utilizar un apoyo si no aprendemos algo de él”.
Tranquilizar las fluctuaciones de nuestra conciencia es una disciplina constante, difícil y exigente. Por consiguiente, el fuego de la pasión, tapas, es esencial si quieres progresar por el camino del yoga. Iyengar dice que tapas enciende la luz de la inteligencia, y la función del maestro es encender el fuego en cada uno de sus alumnos y llevarles hacia un proceso de observación, discernimiento y reflexión que expanda su inteligencia.
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Sitúate en la postura del Perro con la Cara hacia Abajo (Adho Mukha Svanasana). Coloca una manta doblada en el suelo y apóyate sobre manos y rodillas. Coloca las manos a cada lado de la manta, en línea con los hombros, y los dedos hacia delante. Levanta las rodillas del suelo y alinea los pies con las caderas. Estira brazos y piernas. Descansa la cabeza sobre la manta. Si la cabeza no llega, coloca otra manta encima para aumentar la altura. Permanece así durante 1 o 3 minutos. Repite la postura sin la manta y comprueba las diferencias. Compara el estiramiento de las piernas y la extensión de la columna cuando la cabeza está apoyada y cuando no lo está. Observa si los brazos y las piernas se estiran mejor cuando la cabeza descansa sobre su apoyo.
Iyengar dice que cuando permanezcamos en una postura, debemos estudiarla, no solamente hacerla.