Si tuvieras que elegir una única práctica en tu camino yóguico, ¿cuál sería? Como junio es el mes en que se celebra el Día Internacional del Yoga, quiero conmemorarlo escribiendo sobre una herramienta esencial que compartimos todos los que seguimos esta vía de autoconocimiento y despertar. Escribe Zaira Leal.
Hay tantos yogas y maneras de contemplar la práctica que, con frecuencia, es muy fácil sentirse desorientado. Para empezar, hay numerosos enfoques de alineación, de secuenciación y ejecución de las formas posturales; luego existen escuelas en las que sí se hacen posturas, otras en las que no; en algunas la renuncia a la vida cotidiana es un requisito indispensable, mientras que otras te animan a practicar la espiritualidad en tu día a día.
La lista de disparidades podría ser larguísima porque la diversidad en los enfoques es uno de los fundamentos en la historia del yoga. En mi artículo del mes de mayo “Mujer radiante, Mujer espiritual” mencionaba cinco herramientas para la transformación. La meta de todos los yogas es el despertar de la consciencia en ti, la chispa divina en tu interior, y mientras que en todas ellas encontrarás grandes aliadas para llevar a cabo este proceso, hoy me centro en una que todos los yogins practicamos por igual y que aporta una sanación increíble a nuestras vidas.
Partamos de la base de que eres un ser de Luz, sí, pero, aunque no guste oírlo, todavía estás dormido o arrinconado por las memorias que has ido acumulando a través de tu trayectoria álmica por la eternidad. Imagínate que te encuentras en tu casa toda linda y primorosa y, de repente, viene una manada enorme de personajes del pasado y la ocupan. Te arrinconan en una esquinita y se montan una fiesta de disfraces estupenda al estilo gremlins viendo Blancanieves. Tanto ruido, destrucción y salvajismo te asusta y te puede. Al fin y al cabo ellos son tantos y tú sólo uno que te encoges de cuclillas en un lugar donde ninguno de ellos se dé cuenta de que estás.
Este es el estado en el que se encuentra la mayoría de la gente. En la imagen, la casa es un símbolo del camino de regreso al hogar; tú eres tu centro, tu alma, tu yo soy; y los personajes, como fantasmas energéticos, aspectos de tu personalidad que toman las riendas en tu día a día.
El karma es un tema fascinante e ineludible pues son las memorias del pasado lo que te separa de la realización plena de tu ser en esta experiencia material que vives ahora. Muy pocos se dan cuenta de que están viviendo desde los personajes y los patrones psicológicos más que desde su centro de Luz, Sabiduría y Amor. Algunos lo ven, pero no saben qué hacer con todo eso. Incluso muchas personas dedicadas a la espiritualidad están cogidas por vidas en las que ya fueron yogins, monjes o ascetas hace mucho tiempo; sin embargo, en un camino evolutivo profundo eso también necesita ser transformado.
Hay que tener increíbles dosis de humildad pues estamos muy lejos de la realización plena y, a la vez, no olvidar que puede suceder cuando menos te lo esperas. El trabajo de despertar consiste primero en fortalecer tu centro, alimentarlo, y poco a poco ir limpiando, transmutando cada memoria y dándole continuidad a tu propia energía, a tu centro de Luz.
La relajación consciente
La relajación consciente es esa herramienta tan valiosa de la que te hablo. Sólo en un estado de verdadera relajación profunda puedes florecer. La sociedad en la que vivimos está desquiciada, el entorno es muy tóxico y, en general, el sistema nervioso de todos se encuentra en un estado de alteración permanente. Incluso a clase de yoga se acude con esa misma actitud: “quiero llegar a hacer esa postura”, “estoy cansadísimo pero me voy a meter una caña total”, “30 minutos de pranayama súper fuerte sí o sí”, etc. Cuando vives y practicas de esta manera, te envías un mensaje a ti mismo de que no eres luz, de que no eres divino. Al fin y al cabo, si tienes que hacer esto y lo otro, ser esto y lo otro, estás negándote tu propia sabiduría y divinidad en el momento presente. Por otro lado, el estado de profunda relajación no es equivalente a la falsa autocomplacencia, a la dejadez o a la vagancia.
Relajarte quiere decir abandonar toda lucha, y esto es una paradoja porque probablemente estás acostumbrado a actuar desde el esfuerzo desmesurado para cambiar cosas en tu vida, ¿verdad? Si te fijas, un niño nunca batalla contra sí mismo, sin embargo, crece y se desarrolla a la perfección. Si tiene hambre, pide comida; si está cansado, duerme; si necesita afecto, lo busca. La diferencia es que el niño hace todo eso inconscientemente mientras que tú y yo, como adultos, podemos ponerle consciencia a las cosas para dejar de seguir cayendo en la “dormidez”.
Los beneficios de la relajación consciente están bien probados: desde equilibrar el sistema nervioso hasta la reducción de peso, pasando por aliviar la tensión alta, la fatiga o el insomnio. Cinco o diez minutos tumbado en relajación tres veces al día no sólo te aporta un gran descanso, sino que te permite soltar, entregarte a algo más elevado y empezar a funcionar desde tu centro. Mientras que en la meditación sentada es más fácil conectar con el pulso ascendente del principio masculino divino, en la relajación te entregas al poder transformador de lo femenino divino y de la tierra. Respira, relaja y suelta. Dejas que el aire entre y salga. Sin lucha y con mucho amor, te haces testigo de ti mismo.
La relajación consciente en la naturaleza
Los efectos beneficiosos de la relajación son aún más poderosos cuando la practicas en un entorno natural. Es un bálsamo para el cuerpo, la mente y el alma. De todos tus cuerpos, el físico es el terminal, el más tosco, pero es fundamental para hacer un trabajo de transformación del pasado pues ésto sólo puede suceder a través de él y de la vida en la materia. Para liberar tanta carga que tenemos, lo más sencillo y efectivo es crear un canal de conexión directa con la naturaleza salvaje, porque tiene la capacidad de recoger tus memorias kármicas y reciclarlas. Cuando vas a un espacio natural lejos del mundo urbano y de la gente, te tumbas y te relajas, la tierra misma absorbe todo aquello que te pesa, ella te limpia y te sana. ¡Es uno de sus grandes y benditos secretos!
Que vivimos tiempos difíciles, no tengo que recordártelo, pero que hay luz al final del túnel probablemente no esté de más decirlo. Tanto en yoga como en otros ámbitos de espiritualidad se habla de que vivimos momentos finales. Eso significa que las memorias del pasado están saliendo a la superficie de nuestra alma para que las liberemos y las transformemos. Las movidas, el encontrarte fatal, las enfermedades o los problemas son manifestaciones externas de que algo está liberándose. En la fase de tránsito que estamos atravesando ahora, lo mejor es acudir a la naturaleza porque ella es la gran transformadora y siempre nos ayuda, incondicionalmente.
Para que esto funcione debes ir a ella con las manos vacías. Ni móvil, ni libro, ni periódico del domingo. En silencio, túmbate sobre la tierra, respira lenta y conscientemente, relájate y suelta. Entonces puedes rendirte y dejar que ella haga el trabajo que tenga que hacer ese día. Quizá no te puedas escapar de la ciudad todos los días; si ese es tu caso, te recomiendo que practiques la relajación consciente normal tres veces diariamente y que una vez a la semana vayas al campo, a la playa o incluso al parque más grande que tengas cerca.
De hoy en adelante, te animo a que practiques “respira, relaja y suelta”.
Namaste
Zaira Leal es autora de Una fiesta para el alma, Ed. Urano 2014, y de un segundo libro que se publicará en junio de 2017. Se considera yoguini desde la cuna y empezó a enseñar yoga en el año 2000. Imparte clases públicas y formaciones para profesores de yoga y meditación, programas de perfeccionamiento para profesores, así como talleres monográficos de salud y temas para la mujer. También trabaja como coach de salud y bienestar del estilo de vida ayurvédico.
Lingüista, es máster en enseñanza y está acreditada en diversos estilos de yoga, meditación y ayurveda.
Más información: zairalealyoga.com / www.facebook.com/zaira.leal.5
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