Yoga y ofertas de trabajo

2012-12-20

En España hay más afición por el Yoga que por los encierros taurinos. ¿Cómo es posible? A juzgar por las estadísticas de los ayuntamientos y sus centros cívicos, todo el mundo hace Yoga en este país. Así lo cuenta Roberto Rodríguez Nogueira en su sección de Yoga Pirata.

Saddhu (Foto: Marcos de la Cruz)

Esto es, obviamente, mentira. Como todos sabemos, si todo el mundo hiciera Yoga, el sentido común sería nuestro modo de pensar y nos habríamos vuelto islandeses, o al menos iríamos vestidos de blanco hilando en una rueca y no cejaríamos hasta que los bancos regresasen a su patria de papel acabando con el colonialismo financiero y dejando la tierra pa quien la trabaja.

No. Es obvio que no hacemos Yoga. Pero las estadísticas tampoco mienten. ¿Qué pasa entonces? Pasa que lo hacemos a la española: yoga de mercadillo, barato, de centro cívico. Como las pulseritas con las que, quien más quien menos, se amuebla el antebrazo hasta el codo cada verano.

Y sé de qué hablo. Yo empecé a dar clase en semejantes lugares, así que antes de que los profesores de Yoga de centro cívico me quieran poner en el perro bocabajo mirando al Ganges, permítaseme explicarme.

Yo empecé a dar clase en centro cívico. Antes de que los ayuntamientos decidiesen que la contratación en sus feudos era cosa suya, y no de las asociaciones (razón de ser de tales centros, que sabían perfectamente lo que querían. Los profesores de Yoga, presuntos causantes de los males financieros del país, debían cotizar ante Hacienda y la Seguridad Social por los inmensos beneficios que detraían a las arcas públicas, causa, como todo el mundo sabe, de las más recientes crisis financieras que en el mundo han sido. Otrosí, debían figurar en la lista de ciudadanos productivos entre la yóguica calificación de paria (intocable contratado por una ETT) y la de autónomo (intocable con derecho a pagar su propia seguridad social, impuestos, cremación y esparcimiento –de cenizas-).

Decidí no ser saddhu

Por otro lado, debido a que muchas asociaciones no han podido costearse la contratación de su profesor de toda la vida (a ver qué asociación sin ánimo de lucro puede hacer un contrato con alta en la Seguridad Social), se han visto obligadas a recurrir a aficionados sin experiencia dispuestos a hacerlo también “sin ánimo de lucro”, o directamente a dejar la actividad, con lo que en el feudo (antes Centro Cívico) han quedado aulas libres para dar cursos “oficiales” subvencionados por la Administración de turno e impartidos por la empresa del marido o del cuñado de la concejala o del alcalde. Así de simple.

Decidí no ser paria. Decidí no ser saddhu: decidí que mi familia sobreviviese y comer con la frecuencia saludable necesaria y, si era posible, tener casa donde guarecernos todos. Y me la seguí jugando con el Yoga. Abandonados los centros cívicos, he oficiado en todo tipo de lugares y condiciones. Así que quede claro que sé de qué hablo.

La evolución feudal del Yoga, como en todo mercado libre, exigió una cualificada experiencia laboral y una titulación precisa. Oferta de empleo modélica: “ETT solicita profesor de Yoga con una experiencia mínima de un año como alumno en centro cívico o similar”, lo que a mí siempre me hizo pensar en el Gregorio Marañón pretendiendo cubrir una plaza de neurocirujano con espectadores ocasionales de Urgencias.

La mayor parte de la gente que hace Yoga en España lo hace bajo estas condiciones, con un profesor “contratado” de semejante manera. En los últimos tiempos, obviamente, han aparecido muchos más “profesores” porque parece que la actual democracia (feudal) está deshaciendo las castas: todos parias. Lo que antes de ninguna manera podía costear la formación de un profesor de Yoga, ahora es deseado por muchos.

Todo el mundo hace Yoga en España. ¿En serio? Y todos, neurocirujanos.

Roberto Nogueira cuadQuién es

Roberto Rodríguez Nogueira es profesor de yoga, blogger y escritor.

http://elartedelacalma.com/

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