Esta es la séptima parte del artículo ‘Meditar, la aventura del conocimiento’ (ver al final de este artículo los enlaces a las partes anteriores). ¿Qué nos aporta la práctica meditativa a los urbanitas inquietos aquí y ahora? Escribe José Manuel Vázquez.
Séptima parte: La tradición del yoga y la meditación
Es momento de recuperar la calma. Que el futuro no acelere nuestros destinos. Volvamos a la tradición y repasemos algunos conceptos de base que nos pueden venir bien recordar. Según el yoga clásico antes de sentarnos a meditar es recomendable haber cultivado actitudes vitales que contribuyan a calmar nuestro ánimo. Cuando respetamos los espacios del otro, invertimos nuestra energía en algo productivo o terminamos nuestras tareas pendientes producimos un bienestar interior que favorece los espacios meditativos.
Luego lo más importante es adoptar una postura tan estable y ligera, que no deseemos movernos en un buen rato. Colocar y mantener nuestro cuerpo activo pero relajado no es tarea fácil aunque parezca lo contrario. Una de las claves para saber si estamos bien alineados es observar que la respiración se produce sin esfuerzo. El siguiente paso será mantener nuestra atención en el proceso respiratorio… Llegados a este punto nuestros sentidos se replegarán de forma natural hacia el interior y podremos empezar a meditar.
Si fijamos nuestra atención durante un tiempo prolongado e ininterrumpido llegaremos a percibir cómo gradualmente se estabiliza nuestra actividad mental. Es muy recomendable empezar a fijar la atención en algo que de por sí llame nuestra atención para ir entrando en un flujo continuo y dirigido de percepciones. Nuestra mente se distrae cuando deja de sentirse interesada en lo que hace. Cuando la obligamos a centrarse en actividades por las que sentimos indiferencia o rechazo, se rebela en cuanto puede y decide irse a dar una vuelta; y a veces se va lejos.
Con la práctica resulta de sumo interés, aunque no es fácil, invertir el proceso y llevar la indagación meditativa a aspectos de nuestra psique que hemos rechazado. Los métodos de atención focalizada nos acaban conduciendo a métodos de atención abierta donde la mente se vuelve receptiva a cualquier estímulo sin reaccionar ante él y por lo tanto sin distorsionar su percepción del mismo. Por ahora dejamos fluir y nos vaciaremos, sin más.
4 estadios de la consciencia
El proceso meditativo culmina cuando la mente descansa en su propia naturaleza, y eso nos permite indagar en la propia experiencia de cómo me doy cuenta de que percibo que soy consciente. En la Mandukya Upanisad se describen cuatro estadios de consciencia en el ser humano que nos pueden servir de orientación en nuestra práctica:
-La consciencia ordinaria (jagrat) que experimentamos todos los días al despertarnos y ponernos en contacto con el mundo de ahí afuera. El conocimiento que obtenemos en este estado es tan fiable como lo son nuestros cinco sentidos… regular.
-La consciencia de los contenidos mentales que quedan circulando en forma de imágenes (svapna) y que reflejan nuestra realidad interior. El conocimiento que obtenemos en este estado depende en gran medida de nuestro estado emocional. Los artistas tiran mucho de esta consciencia.
-La consciencia latente (sushupti) que queda cuando dormimos profundamente y la actividad mental se vuelve inconsciente. El conocimiento que obtenemos en este estado viene directamente del inconsciente. Por eso consultar nuestras cuitas con la almohada nos proporciona tan buenas soluciones a veces.
-La consciencia plena (turiya) no afectada por ningún tipo de actividad mental y que experimentamos en las últimas fases de la meditación es el objetivo de los exploradores de la consciencia. El conocimiento obtenido en este estado puede sobrecogernos, va más allá de lo que entendemos malamente como humanamente posible.
En el primer capítulo de los Yoga Sutras (primera sistematización que se conoce del yoga) se hace una clasificación de la actividad mental que tiene un claro paralelismo con lo que acabamos de definir como niveles de consciencia. A saber:
Empieza por señalar lo que llama conocimiento correcto (pramana) al que se puede acceder por percepción directa y en su defecto por deducción y por testimonio de personas con autoridad. Éste estaría relacionado con el conocimiento derivado de la consciencia plena. Luego describe el conocimiento incorrecto (viparyaya) como el derivado de los sentidos, relacionado con la conciencia ordinaria; y la imaginación (vikalpa), como la actividad mental desconectada de los sentidos externos y relacionada con la consciencia de las imágenes mentales. Asociada a ésta señala también la memoria (smirti) donde quedan impresas nuestras experiencias pasadas (samkaras) que producen unas tendencias mentales determinadas (vasanas). En último lugar mencionamos al sueño profundo (nidra), actividad mental que se da al margen de las anteriores relacionada con la consciencia latente.
Retomando nuestro tema inicial de la ignorancia (avidya), en el mismo capítulo de los Yoga Sutras se describe no como ausencia de conocimiento sino como conocimiento erróneo, como incapacidad para diferenciar lo transitorio de lo esencial. Además, dice de la ignorancia que de ella se derivan otros obstáculos (klesas) para el conocimiento como son el apego (raga) y el rechazo (dvesa), puramente subjetivos y altamente inflamables; la experiencia de yoidad (asmita) que nos permite adquirir una cierta seguridad pero que nos separa arbitrariamente de todo lo que creemos no ser, y por último, el miedo a morir, origen de todos los miedos, a dejar de existir en nuestra forma actual (abhinivesa). Estas semillas de la ignorancia pueden estar dormidas a la espera de un estímulo que las despierte, pueden alternarse en su expresión o pueden ser disminuidas hasta diluirse por la práctica meditativa.
Como ya hemos dicho, todos, en mayor o menor medida, somos unos ignorantes de campanillas. Según el samkhya, filosofía en la cual se fundamenta el yoga y una de las más antiguas de la India, el conocimiento es la única posibilidad de redención y salvación para el hombre. La discriminación (viveka) y el conocimiento intuitivo (prajña) nos guían en la exploración de la realidad y sus posibilidades.
(Este artículo continuará próximamente)
José Manuel Vazquez. Profesor y formador de yoga y fundador de Yoga Orgánico.
Comienzo de los nuevos Cursos de Formación 2016-2017 para instructores y profesores de Yoga, en octubre.
Contacto: 91 310 51 81/ info@yogaorganico.org