Me considero una gran afortunada por poder trabajar en algo que me apasiona tanto como el yoga, y encima viajar y conocer a maravillosas personas y a niños de todos los países y nacionalidades. Me hace sentir ciudadana del mundo, que pertenezco a todos los lugares y a ninguno, y sobre todo tener la sensación de sentirme en casa allá donde quiera que vaya. Escribe Cayetana Rodenas.
Con el paso de los años descubrí que “casa” está dentro de uno y que estando bien aquí dentro, también lo estamos en cualquier lugar.
Tuve la gran oportunidad de dar unas clases de yoga en un colegio en Delhi el verano pasado. La experiencia me encantó tanto como me emocionó. Eran casi 200 niños divididos en grupos diferentes e iban entrando en la sala en fila, acompañados de sus profesores de Educación Física, que en India son los que imparten Yoga en los colegios.
Al ir entrando tan serios y tan ordenados, me sorprendió muchísimo, porque me parecía más que estaba en un colegio de Europa del norte que en uno en India. Se fueron sentando cada fila en su lugar siguiendo las instrucciones verbales de sus maestros, que les iban indicando qué hacer: “Sit down” (sentaos), “Be quiet” (callaos), “Back straight” (espalda recta)… Y ellos iban obedeciendo a cada mandato.
Yo estaba subida en una tarima para que los niños me pudieran ver, y comencé a hablarles y a preguntarles que si sabían mucho yoga, y ellos me respondían levantando la mano, con unas sonrisas preciosas, y muy interesados con eso de que yo fuera de España. Hasta alguno me dijo que había visitado mi país, y otros me preguntaban si conocía Estonia… ¡o Inglaterra!
Entonces comencé la clase, empezando con un calentamiento del saludo al sol cantando a su vez una canción, ¡se iban partiendo de risa! Para ellos era algo completamente nuevo el hacer yoga cantando. De ahí continuamos con una historia sobre el mar y haciendo las asanas correspondientes de animales marinos, los transportes que nos llevaban hasta la playa y seguíamos con algunas canciones… De verdad que no paraban de reírse, hacíamos las posturas en grupos y en parejas, y para ellos era algo que no habían hecho nunca, porque hacen yoga en el cole, pero un yoga muy “serio”, como los adultos. Ellos se saben todos los nombres en sánscrito de las asanas, ya que las practican habitualmente, pero de una manera, me atrevería a decir, algo militar y exigente, sobre todo tratándose de niños.
Así fueron pasando los grupos, nos reímos mucho, perdieron el control, se alocaron un poco y y se divirtieron como enanos, que es lo que son… Nos divertimos todos… y sus profes no paraban de sacar fotos partiéndose de risa.
La piedrecita mágica
Hace dos semanas, en Kerala, tuvimos una clase de Yoga en familia durante el curso de formación, y vinieron un grupito de niños y niñas entre 4 y 11 años. Con una mirada de luz en sus ojos, ponían toda su atención en todo lo que les planteaba, interactuando con otros adultos mediante acroyoga y posturas en grupo todos juntos, que no existen barreras de lenguaje cuando compartimos alegría y diversión. Pero además, lo más importante es la huella que dejan ellos en nosotros y nosotros en ellos, cuando hablamos con el mismo lenguaje, el del corazón. Una mirada, una sonrisa y una carcajada son palabras universales que te alimentan el alma.
Al final de esta clase en Kerala, le entregué a cada niño una piedrecita de cristal explicándoles que era una piedra mágica y que la podían guardar siempre cerca para hablarle de sus deseos o de sus problemas, y la piedra les ayudaría en lo que se propusieran y también a sentirse mejor. Mi sorpresa fue cuando, mientras yo les contaba todo esto y el traductor les hablaba, los niños se llevaron la piedra al corazón mientras me escuchaban sin parpadear y asintiendo a cada palabra que decía. Las lágrimas de emoción se amontonaban en mis ojos, al sentir tanta belleza, energía y magia con esos pequeños en el ashram de Kerala.
Esa es la parte mágica que tiene India, desde tan pequeñitos los indios están conectados con esa espiritualidad que se respira y se siente en cada esquina. Al fin y al cabo, ellos, los niños, son ya unos pequeños seres llenos de luz que nos enseñan tanto en tan poco tiempo. Yo sigo nutriéndome de ellos y aprendiendo siempre que voy. Y aunque siempre sigo fascinándome en cada lugar del mundo en el que enseño, con cada niño y en cada rincón, hay algo de estos niños en India que me ha marcado ya para siempre.
Cayetana Rodenas es profesora de yoga, formadora de yoga internacional y fundadora de www.yogakidsworld.es
Impartirá sus próximos cursos de Formación de Yoga para niños en:
- Madrid: 6, 7, 8 de mayo
- Pamplona: 3, 4 y 5 de junio
- Barcelona: 24, 25 y 26 de junio
Toda la información: www.yogakidsworld.es