Está claro que en India lo tienen algo más fácil hasta los turistas espirituales, no en balde llevan allí milenios de Purusha y Prakriti para la disolución del Ahamkara en mitad del Nirvana. Escribe Joaquín G. Weil. Foto: Toni Otero.
También está allí el ejemplo de miles de maestros, yoguis y santos, que hacen del oficio espirtual algo mucho más cotidiano que aquí ser torero.
Nada más opuesto: aquí al Nandi lo matan y se lo comen, y allí lo veneran como sagrado.
Está claro que es más fácil meditar a orillas del Ganges que a orillas de la Gran Vía, el Casco Viejo o la Plaza Mayor de tu ciudad o pueblo. Sin embargo, también es cierto que el yoga no es algo hindú, sino que existía antes y al lado del hinduísmo, por más que esté permeado por esta enorme tradición cultural y religiosa.
Algunos turistas espirituales al ver la primera vaca sagrada se enamoran del país y tirarían su pasaporte de la CE al Yamuna o al Ganges. Hace pocos días por enésima vez alguien me contaba que lo peor no fue el choque cultural cuando salió a las afueras del aeropuerto internacional de Bombay o Delhi; lo peor fue cuando aterrizó en la realidad al finalizar el viaje de vuelta.
Y con todo, sabemos que la verdadera patria del espíritu se encuentra no en los Himalayas sino en el corazón adentro. E incluso así, cuántos nos hemos sentido más próximos a un sadhu de piel oscura y sonrisa de un blanco deslumbrante meditando a tu lado en el Mandir o bañando su karma en el estanque del templo, que no del vecino de al lado en tu barrio, o el compañero de oficina de vuelta en España.
Calculo que iluminarse en España no es imposible, pero debe tener plus bonus, debe puntuar doble. Por más que, como dice el vedanta, nirvana sea samsara y samsara sea nirvana.
España sin duda es un gran país, e incluso en tiempos del malagueño Ibn Gabirol y de los salidíes andaluces era un país propicio para las indagaciones y realizaciones espirituales. Luego llegó el gran pecado original de España, que fue la Inquisición, y se fastidió todo, en lo espiritual y en lo industrial y económico. No porque sacrificaran muchas brujas, conversos y herejes, sino porque con pocos que aniquilaran ya habían instaurado la delación, el miedo y el cainismo. Por ejemplo, un Miguel de Molinos tuvo que purgar su iluminación en el presidio, y suerte por no haber acabado como tantos miles, churruscado en nombre de la supuesta fe verdadera.
Dice el norteamericano Adyachanti en su libro El final de tu mundo que muchas personas se iluminan sin saber cómo, sin haberlo buscado siquiera. Como le pasó en Málaga al psicólogo Andrés Espinosa, que en un accidente de tráfico entreabrió las puertas del cielo, a pesar de no haber pasado a continuación adentro. Todo lo cual sin duda le sirvió de provecho para sus personales conferencias y los interesantes cursos que organiza. Y casos así en diferentes circunstancias narraba a decenas el también norteamericano William James en su libro Las variedades de la experiencia religiosa, casos recogidos en su propio país. A propósito de lo cual, seguro que hasta iluminarse en Estados Unidos de América es más fácil que en España, aunque quizá no tanto como en la India.
Que vayan pasando al samadhi
En cualquier caso, no es un asunto que en lo personal preocupe a alguien que haya realizado los votos de bodhisatva, en la promesa de no alcanzar la Realización Última hasta que todos los seres sintientes (españoles o no) la hayan alcanzado antes.
Así, tanto las buenas gentes que trabajan por la paz y la verdad (satya y ahimsa) como aquellos que se dedican a la difamación y las maquinaciones (nada más alejado del yoga), quiero pensar que movidos por el simple desconocimiento y la inconsciencia, a todos ellos, por favor, que pasen primero. La humanidad entera somos uno. Y quien pretende dañar al otro, se daña a sí mismo. Y quien ayuda al otro, se ayuda a sí mismo.
Y como obras son amores y no buenas razones, entre tanto, la asociación sin ánimo de lucro IAYoga en colaboración con Prodiversa y el Centro de Innovación Pedagógica en Málaga, sostiene y defiende el programa benéfico de yoga para niños en acogida, que organiza y que tan buenos resultados está dando. Asimismo los eventos de beneficio social por la difusión del yoga en altruista colaboración con el Ayuntamiento malacitano, que tanto éxito vienen cosechando en modo de contento de los organizadores y participantes.
Finalmente, como señalan los maestros zen, el único lugar posible para alcanzar el satori es el aquí y el único momento es el ahora. Pero, por favor, daos prisa en llegar al samadhi. Y que el último bodhisatva apague la luz y cierre la puerta.
Quién es
Joaquín García Weil es licenciado en Filosofía, profesor de yoga y director de Yoga Sala Málaga. Practica Yoga desde hace veinte años y lo enseña desde hace once. Es alumno del Swami Rudradev (discípulo destacado de Iyengar), con quien ha aprendido en el Yoga Study Center, Rishikesh, India. También ha estudiado con el Dr. Vagish Sastri de Benarés, entre otros maestros.
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