Para aprender a conocer mi mente y a utilizarla, en mi propio beneficio y en el beneficio de l@s demás. ¿Y qué me enseña el budismo? Entre otras cosas, que fuera, buscando en las condiciones externas y cambiándolas una y otra vez, no voy a encontrar la felicidad estable y profunda que persigo.
Y que el egocentrismo que dirige mi vida es la clave para la insatisfacción, la decepción y la frustración permanentes. En lugar de ello, aprender a estimar a l@s demás me conduce a la liberación de todo tipo de sufrimiento y me proporciona las herramientas para ser útil y vivir una vida con significado.
¿Qué vi en el budismo cuando lo descubrí? ¿Por qué me quedé ahí, explorándolo, investigándolo, practicándolo, integrándolo?
Cuando descubrí el budismo, auntomáticamente y casi desde el primer momento, lo identifiqué, en mi experiencia personal, como «la mejor ciencia de comprensión de la mente que conozco».
Interesada en el conocimiento de la mente humana, desde mi adolescencia me había volcado de lleno en las lecturas sobre psicología (Freud, Jung, Alber Ellis…) y filosofía (clásica, contemporánea). De Occidente (la cultura propia) a Oriente (buscando ampliar horizontes) hay sólo un paso. Aunque para ser sincera, lo que me hizo entrar de lleno de la filosofía oriental no fueron tanto las inquietudes intelectuales como las físicas. Aficionada y practicante de las artes marciales (kárate, aikido), el zen se presentaba como una herramienta interesante para transcender límites físicos y mentales.
Las artes marciales me abrieron las puertas a otro mundo y el zen me ayudaba, de alguna manera, a transcenderlos todos.
Y entonces apareció en mi vida otra forma diferente de meditación, que hablaba de sutra y tantra, que me ayudaba a observar, contemplar mi mente, identificar los pensamientos que gobiernan mi vida, sin juzgarlos, identificar los que me ayudan y los que sabotean mis objetivos.
Con la meditación budista (kadampa) empecé a conocer mi mente en profundidad ya aprender a usarla.
Más allá de mis juegos de transcendencia, de mis experiencias gozosas en la meditación de vuelo libre, entonces empecé a interesarme por la concentración, para aprender a tomar las riendas de mi propia mente. Y comencé a saborear pequeñas degustaciones de eso que llaman libertad -da igual las circunstancias, no importa las condiciones externas-.
Vivir sin yo
¿Para qué me sirve el budismo? Para aprender a conocer mi mente y a utilizarla, en mi propio beneficio y en el beneficio de l@s demás.
¿Y qué me enseña el budismo? Entre otras cosas, he podido ver con claridad cómo pasamos la vida cambiando las condiciones externas para estar mejor, para ser más felices. Aprendemos, estudiamos, trabajamos, cambiamos de trabajo, de pareja, de ciudad… Como corriendo detrás de una zanahoria que nunca llegas a alcanzar, porque es una mera alucinación. Nunca llegas a puerto donde encontrar una experiencia de paz estable, profunda y duradera. En lugar de eso, no hay que esperar mucho tiempo para que vuelva a aparecer la decepción, la insatisfacción y la frustración que te conduce a una nueva búsqueda externa, que tampoco acaba de funcionar. Y eso ha llevado a decir a muchos expertos pensadores que “la felicidad no existe”. No más que meros instantes, meros relámpagos de paz.
Y sin embargo, muchos otros pensadores (budistas, entre otros) nos dicen que sí, que sí existe. Pero ahí no la vas a encontrar. No en ese cajón. No es que los psicólogos y filósofos al uso nos engañen, es que simplemente hablan de lo que conocen, y ese estado apacible profundo y duradero nadie lo va a encontrar en las condiciones externas.
Porque es un estado mental. O, si quieres, una experiencia interna, que sólo puedes generar dentro. Y si consigues hacerlo, y estabilizarlo, ahí estará. Como decía Kavafis: “allá donde vayas, la ciudad va contigo”. Y si la ciudad interna que has creado es un oasis de paz, da igual si llueve o hace sol, si te toca la lotería o te quedas sin trabajo; da igual incluso si enfermas o mueres.
No busques la felicidad fuera porque ahí no vas a encontrarla. Créala dentro, estabilízala, y reside en ella.
Ahora podrías plantearme: pero esto es muy fácil de decir y no tanto de conseguir. ¿Cómo lo hago?
Ésta es la segunda cosa importante que descubrí en el budismo.
La primera (recuerda), que me he pasado la vida buscando la felicidad fuera y ahí no la voy a encontrar, sino que tengo que generarla dentro.
La segunda: que me he pasado la vida buscando satisfacer los deseos del “yo” que me gobierna, protegiendo mis intereses, luchando por ellos, compitiendo. Y de esta manera nunca he tenido ni tendré bastante. Desde la actitud y la mirada egocéntrica sólo consigo experiencias de segregación, competitividad, miedo, enfados, apegos que duelen y hacen sufrir a los demás. ¿Por qué no probar otra manera de vivir? La alternativa es cambiar la mirada, conectarme, igualarme primero: todos los seres no son meros “él” o “ella”, sino otros “yo” que también desean ser felices y quieren evitar el sufrimiento; y a veces se equivocan y sufren y hacen sufrir, exactamente igual que yo. Cambiarme después (prueba a ponerte en sus zapatos y desear su bienestar). Finalmente desaparecer. Lo llaman la sabiduría de la vacuidad.
El budismo te enseña a estimar a los demás de una manera muy especial, sin apego. Y sin dolor. Porque si amas no sufres, y si sufres no amas. Científicamente probado.
Te enseña a ser libre, liberad@ de las cadenas del egocentrismo caprichoso y ruin.
En este blog, comparto con quienes quieran leerlo (y compartir) las experiencias de una estudiante budista; sus descubrimientos, conceptuales primero (de comprensión intelectual), y sus efectos en la práctica. Las dificultades a veces. Los descubrimientos. Las conquistas. Los errores. Las transformaciones.
Éste es mi blog.
http://reflexionesdeunaestudiantebudista.blogspot.com.es/
El ebook:
Marié Morales es estudiante budista, periodista y escritora.