Compartimos este artículo publicado hace unos días en El País/La buena vida, y escrito por Miguel Angel Bargueño. El enlace al original con sus vídeos incluidos, al final.
De casa al colegio, de ahí al atasco reglamentario y, por último, entrada en la oficina, donde cualquier roce con un compañero o un malentendido con el jefe (ah, pero ese informe ¿era para ayer?) puede desembocar en una nueva situación de tensión. Es lo que todos conocemos como el estrés de la vida moderna. Lo que daríamos por desconectar en mitad de la tormenta y refugiarnos cinco minutos en nosotros mismos. Expertos y estudios determinan que lograrlo no es tan difícil: la palabra clave es “meditación”.
“Es la herramienta más eficaz que ha inventado el ser humano para alcanzar la paz que profundamente todos anhelamos”, expone Concha Curiel, cofundadora y directora del espacio de meditación El Observatorio (Madrid). Para el psicólogo Jesús Bernal, miembro del grupo Psicología y Meditación del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid (COP Madrid), “la meditación comprende multitud de prácticas, a menudo diferentes por el método, pero todas orientadas a modificar el estado de consciencia del practicante, de modo que pueda alcanzar una experiencia de serenidad, bienestar y apertura mental que permita ver o comprender mejor su vida y el entorno”.
Suena genial, pero ¿cómo se hace? Como todo, requiere cogerle el truco, y para ello nada mejor que convertirlo en un hábito. De entrada, los especialistas recomiendan marcar en el calendario varias citas semanales con nuestro cojín de meditación. “Es lo que llamaríamos práctica formal”, explica Bernal. “Exige una postura que nos mantenga atentos, no excesivamente relajados; sentados, con las piernas no rígidas y la espalda recta”.
Pero, al mismo tiempo, la meditación también puede servir de salvavidas improvisado en algunos momentos del día que son especialmente tensos. “Permite desarrollar en la persona una natural capacidad para vivir situaciones de estrés de manera más tranquila, sin sufrimiento añadido para sí mismo ni para los demás”, apunta Concha Curiel. Para ello, y como informa Jesús Bernal, “de lo que se trata es de traer la atención al momento presente: dónde estoy, en qué postura estoy, qué estoy sintiendo”.
Estudios como el de la Escuela de Medicina de Harvard (EE UU) afirman que esos momentos de meditación nos ayudan a regular la atención y las emociones, tomar conciencia de nuestro cuerpo y cambiar la perspectiva de nosotros mismos. La Universidad de Brown (EE UU), por su parte, sostiene que la práctica de la meditación “en breves periodos incluso de cinco o 10 minutos al día reducen la ansiedad y puede mejorar nuestra salud”. Y lo bueno es que podemos realizarla casi donde queramos. Aquí tiene ocho lugares sorprendentes.
En el aseo del trabajo
¿Un disgusto laboral? Si no tenemos tiempo de desahogarnos tomando el fresco, siempre podemos recurrir a un lugar donde la privacidad está garantizada. “Cuando estás muy estresado no es mala idea ausentarse un rato en el baño y pasar unos minutos de intimidad y relajación”, aporta Isabel Pérez, psicóloga experta en meditación. “También es muy útil identificar la emoción que siente y en qué parte del cuerpo la percibe. Tras detenerse ahí unos minutos, vuelva al puesto de trabajo e intente quedarse en el momento presente con diferentes técnicas, por ejemplo, mediante los sentidos: concentrándose en el tacto del teclado, la temperatura del aire…”, añade.
En un atasco
“Al meditador experimentado tampoco le gustan los atascos”, aclara la especialista Concha Curiel. “Y de manera natural podrá mantener la calma y evitará comportamientos que, teniendo como única finalidad el desahogo, no hagan sino crear más inquietud y tensión para sí mismo y para los demás”. La publicación Harvard Business Review, editada por la escuela de negocios de la Universidad americana, recomienda: “Respire profundamente y tome conciencia de su cuerpo. Sienta sus manos en el volante, el contorno de su cuerpo en el asiento, el pie en el pedal. Ahora, tome conciencia de qué está escuchando,concentrándose en los sonidos”. Por supuesto, el móvil queda prohibido.
En la ducha
Además de para asearnos, este íntimo habitáculo puede servirnos para abstraernos de la tensión exterior y meditar. Los especialistas de la Universidad de Brown sugieren: “Note las sensaciones que el agua produce en su piel y los movimientos de su cuerpo mientras se ducha. Esta también puede ser una buena ocasión para concentrarse en su respiración”. Escrute la temperatura, los aromas del jabón, el tacto de sus dedos en la piel…
En el metro
Incluso en hora punta es posible encontrar un espacio para la quietud en cualquier medio de transporte, por incómodo que sea. Una selección de música tranquila en su MP3 puede ayudar. “Si escucha música, puede ser consciente de la letra, del ritmo… Sin entrar en valorarla. Aceptando el momento presente tal cual se da”, indica el psicólogo Jesús Bernal. La clave está en no pensar a dónde vamos ni de dónde venimos, sino simplemente en apreciar los detalles del trayecto. Preferiblemente, los agradables. El mejunje de aromas matinales provenientes de las axilas colindantes mejor obviarlo.
Caminando por la calle
De camino al trabajo o a una reunión importante, aparcar las preocupaciones nos aportará serenidad. Shamash Alidina, en su libro Vencer el estrés con mindfulness (Paidós, 2015), propone un ejercicio que se puede practicar en plena calle: “Percibe las sensaciones de tus pies en el suelo o el tacto del aire en tu piel. […] A continuación, incrementa el ritmo, cierra los puños y aprieta la mandíbula. Siente esa tensión añadida. […] Libera la tensión, pero continúa caminando a paso rápido. […] Párate. Si te sirve de ayuda, sitúa tus pensamientos en unas nubes imaginarias. […] Empieza a caminar más lentamente”.
En el banco de un parque
Póngase cómodo y limítese a empaparse de los sentidos: el canto de los pájaros, la frondosidad de los árboles, la brisa limpia, el paseo de otras personas, los niños jugando… “Es bueno pararse un momento y atender nuestra respiración (hay gente a la que ayuda contar su ritmo); siempre sin forzarla, tal cual se nos manifiesta en ese momento”, aconseja el psicólogo Jesús Bernal.
En el ascensor
Dele la vuelta a la sensación claustrofóbica que a veces producen y conviértala en algo positivo: está en un espacio idóneo para ejecutar un kit kat mental. Apoye la espalda en la pared, controle la respiración y ponga toda su atención en las sensaciones: el movimiento de subida o bajada, los sonidos, incluso los materiales o la música de Kenny G… ¿Se dirige a una reunión o una entrevista de trabajo? Razón de más para olvidarse de ello unos instantes. Cuando se abran las puertas, se sentirá renovado.
En el trastero
O si no lo tiene, en ese cuartito donde guarda la bicicleta estática que no usa o incluso dentro de un armario. No es una exageración: nuestro propio hogar también es por desgracia fuente potencial de conflictos y huir unos minutos a un rincón donde nadie nos pueda molestar resulta esencial para evadirnos con solvencia. A cubierto del exterior, podemos llevar a cabo una meditación centrada en la respiración (5 minutos) o un escáner corporal, repasando las sensaciones de cada parte del cuerpo (3 minutos), algunas de las técnicas que recomienda la Universidad de California Los Ángeles (EE UU).
Si le hemos convencido y prefiere el om al improperio gritado, consulte aquí otras lecciones necesarias de Concha Curel. Y recuerde: no hay mejor forma de soportar a un cretino.
Leer el original:
http://elpais.com/elpais/2015/11/11/buenavida/1447254209_094202.html?rel=vid