El segundo capítulo de los Yoga Sutras de Patañjali empieza con un aforismo que no nos debe pasar desapercibido, ya que establece las bases de lo que ha de ser la acción correcta abrazada por el iniciado en el mundo del Yoga. Escribe Sergio Martínez Pose.
El aforismo transliterado del sánscrito reza así: Tapahsvâdhyâyeshvarapranidhânâni kriyâyogah y, como un mantra repetidamente pronunciado y enunciado, da fuerza y principio al llamado Sâdhanapâdah, donde el enfoque se pone en la práctica misma.
Los sutras son siempre sujetos a interpretación, ya que en sí mismos son fórmulas y sólo son desarrollados con la ayuda del Maestro. Humildemente, me atrevo a interpretarlo y traducirlo como sigue: “disciplina, análisis de uno mismo y rendición al divino constituyen el yoga en acción”.
El yoga es una acción consciente que, repetida, encuentra su sentido, estructura y forma en quien lo pone en marcha. Para poder alcanzar ese sentido hay que empezar por establecer una rutina que, generalmente, viene dada por el âsana (postura) y prânâyâma (práctica respiratoria) como base necesaria para alcanzar cotas mayores. Rutina, habitualmente, significa algo que forma parte de cada día y que hacemos de manera casi mecánica y automática. Aquí, rutina, no ha de sonar en tus oídos como algo aburrido y monótono, como comúnmente entendemos el término, sino como algo dinámico, vivaz y consciente.
Cuando la práctica se convierte en algo repetido a través del esfuerzo adecuado, se aviva la energía y el fuego interior. A eso podemos llamarlo Tapah, al fuego purificador y la llama viva de la disciplina.
Swami Vivekananda decía que una vez que la llama ha sido encendida hay que mantenerla viva. Es lo que se llama la Akhanda Jyoti, la llama eterna, que se mantiene día tras día encendida en los ashrams de toda la India. Simbólicamente, la práctica diaria es la que mantiene esa llama interna en el templo de Anahata, el corazón.
Ahí radica la dificultad para los que se adentran en el mundo del yoga de una manera trivial o sin un objetivo profundo y claro.
La consecución se alcanza básicamente con la dedicación ardiente. Has de ser perseverante, en la salud y la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en los buenos y los malos momentos hasta que la muerte os separe y la luz os unifique.
El segundo pilar de este maravilloso camino es Svâdhyâya, que podríamos entender como aquella mirada que hemos de poner constantemente en lo que hacemos, primero a través de la práctica exterior (corporal y respiratoria, una vez más), seguida por los comportamientos y hábitos, para terminar en nuestro interior llevando la mirada hacia cómo pensamos y sentimos. De lo físico a lo conductual y a lo cognitivo. Si conseguimos el equilibrio en estos tres aspectos habremos alcanzado el estado de yoga.
Uno ha de establecerse constantemente con la concentración adecuada para observar los detalles posturales como medio de entrenar la mente (que no el cuerpo) y con la mirada puesta en la respiración como medio de aquietar la mente y enfocarla para poder observar lo que somos interiormente. Cuando alcanzamos esa habilidad en la práctica, esta mirada y espíritu analítico y reformador se hará presente en todos nuestros actos dando estructura moral a nuestras vidas. Es, al fin y al cabo, la mirada la que transforma.
El tercer pilar es el que sostiene el templo en su parte central. Y vendría a decirnos que por mucho que practiques, por mucho esfuerzo que hayas puesto, el yoga no es matemática y 2 más 2 no son siempre 4. A veces nos frustramos por no llegar, otras, nos sobreexcitamos con lo obtenido y, muchas otras, parece no haber resultados visibles. En todos esos momentos, has de parar, respirar y dejar que lo que es, sea. Siente que no controlas todo lo que sucede y que has de dejar partir y dar espacio a las fuerzas de lo sutil.
Ríndete a una fuerza mayor, que naturalmente como las la luna sobre las mareas, controla lo que naturalmente ha de suceder.
En definitiva, y utilizando otras palabras que bien podrían sonar mejor en nuestra mente occidental: práctica continuada, reflexión y desapego son los pilares sobre los que se asienta el Yoga y donde el yogui encuentra realización.
Sergio Martínez Pose es profesor de yoga.
Próximos encuentros en España:
–26 de noviembre en Madrid: Cursos de Hatha Yoga Tradicional en Suria Kundalini Yoga.
–28 y 29 de noviembre en Barcelona: Curso de Hatha Yoga Tradicional en Glaum Ioga.
omindiayoga@gmail.com
Presentación de Sergio Martínez Pose
Es psicólogo de profesión. Creó su propio sistema de terapia basado en la práctica de Yoga Nidra, obteniendo buenos resultados en sesiones terapéuticas con diferentes clientes.
Comenzó a practicar Yoga en su tierra natal y durante dos años practicó Ashtanga Vinyasa Yoga, además de una formación de tres años de Yoga Integral en la escuela Soaham de Navarra.
Finalmente, encontró a su Maestro, Acharya Venkatesha, en Mysore a finales del año 2002 y continuó con él hasta el día de hoy. «Me siento un ser privilegiado por todo lo que he recibido de su mano; con la fortuna de haber podido practicar diariamente en los siete años en que he estado viviendo en Mysore, con mi familia».
Enseña regularmente en España además de hacerlo en India, tanto en Mysore durante los años vividos allí, como en una institución fundada por el conocido Maestro Sri M, en Andhra Pradesh en el año 2013, así como en Auroville en el momento presente. Se instaló junto con su hijo Luca y su mujer Marina en Auroville en agosto de 2014, donde continúa con la enseñanza del yoga además de hacer trabajo voluntario en una granja ecológica de la comunidad.
Guía grupos de viaje espiritual con su proyecto, ViajesOmIndia, desde el año 2006.