A lo largo de la historia son numerosas culturas y tradiciones las que describen a través de sus escrituras sagradas el viaje iniciático y el desafío del héroe o heroína que tiene que adentrarse en los oscuros dominios del submundo a la búsqueda de un tesoro o recuperación de un amor perdido. Es la misma historia detrás de todas las historias conocidas. Escribe Patricia Sanagu.
El primer relato de esta temática que se conserva, y uno de mis favoritos, es el de la diosa sumeria Inanna, reina del Cielo, del Amor y la Fertilidad. Ella se ve obligada a adentrarse en los Abismos donde gobierna su hermana gemela Ereskigal.
Inanna se adornó con sus mejores ropajes y joyas con la intención de deslumbrar a su hermana cuando se reencontrara con ella, pero Ereskigal ordenó que se la despojara de sus vestiduras cuando fuera atravesando cada una de las siete puertas de los Abismos que la conducían a ella.
Cuando Inanna fue a encontrarse cara a cara con su hermana gemela, estaba completamente desnuda.
Siento que es una de las historias más hermosas que he leído y recurro a ella y sus similares habitualmente en clase. En cuanto nos sentamos a meditar estamos abriendo una puerta a nuestro propio abismo interno, lleno de obstáculos, de fantasmas, de pensamientos y de tormentas internas que nos sacan del molde de lo que creemos que somos.
Meditar es ese proceso de despojarnos de todas las caretas, vestiduras y adornos que nos ponemos a nosotros mismos y de encontrarnos cara a cara con nuestra desnudez. Pero a veces esa desnudez no nos muestra algo elevado, puro y luminoso. Nos muestra jirones de nosotros mismos, parches, miedos, tristezas y cuartos cerrados bajo llave en lo profundo de la psique. La versión de nosotros mismos que no es tan aceptada socialmente o egoicamente la encerramos en esos cuartos, entre esos muros y tras esas puertas como ocurrió con la hermana gemela y oscura de la luminosa Inanna.
¿Cómo llevar luz a nuestras sombras y reconocerlas?
¿Cómo abrazar y perdonar esos pedazos rotos y aceptar que estamos hechos de mucho más de lo que queremos ver o mostrar a la luz del día?
Meditar es un arte. El arte de sentir poco más que la pureza y la quietud de la respiración acompasada mientras estamos totalmente desnudos mirando al abismo de los ojos de nuestra hermana gemela.
Esa valentía de encontrarse desnudo de cara a uno mismo es lo que produce la transformación.
Pero no sólo cuando meditamos, sino también cuando nos enamoramos.
El amor es el más grande camino de transformación:
Si te quieres conocer, ama.
Si te quieres enfrentar a tus miedos, no dejes de amar.
Si te quieres transformar, ama, una vez más, pero de la manera más elevada, utilizando ese amor no para seguir escondiéndote de tus propios jirones sino para conectar con la valentía de mirarte ante en un espejo totalmente desnuda, y mantener la mirada sin luchar.
Dicen que el amor es la fuerza más poderosa que nos mueve.
Las escrituras sagradas siempre nos hablan de la joya del corazón, de la pureza del alma, y de los caminos que conducen al amor elevado.
Pero seguimos tan asustados…
Medita cada día.
Tu tarea no es buscar el amor, sino encontrar las barreras que has construido dentro de ti contra él. Rumi
Patricia Sanagu es profesora de Yoga y Meditación certificada por la escuela Anusara Yoga, AcroYoga y la Yoga Alliance.
Cuenta cuentos, practicante de Atención Plena, enamorada del masaje tailandés y estudiante apasionada de la filosofía tántrica del Shivaismo de Cachemira.
Reside en Málaga, donde comparte su práctica y su corazón con quien quiera acercarse a sus clases, en las que combina la ciencia de la biomecánica, la respiración y el movimiento, con cuentos, leyendas, mitología y filosofía
que cultiven cualidades del corazón.