La superación del dilema «hombre libre o condicionado» es un reto que la psicología del siglo XX deja sin resolver. La psicóloga clínica y formadora de profesores de yoga Amable Díaz escribe hoy este interesante artículo sobre el condicionamiento, al que seguirá próximamente otro sobre el descondicionamiento.
El término condicionamiento tiene, al menos en nuestra cultura, connotaciones negativas; sin embargo, ya sea como aprendizaje o como conducta social, resulta inevitable. Es cierto que este término no tiene el mismo significado para un psicólogo cognitivo-conductual, para un psicoanalista, para un sociólogo, para un historiador o para el hombre de la calle.
El psicólogo cognitivo-conductual entiende por condicionamiento un tipo de aprendizaje de incalculable valor en el desarrollo evolutivo del individuo.
Para el psicoanalista, el sociólogo o el historiador, el condicionamiento proviene de la cultura, de la sociedad y de sus concepciones y representaciones religiosas; es algo impuesto al individuo desde las superestructuras y que funciona encontrando eco en la persona en el plano psicológico, a través de la necesidad de cubrir el sentimiento de pertenencia, de identificación generacional, étnica, cultural, religiosa, etc.
El hombre de la calle entiende por condicionamiento algo parecido a lo que sugerimos en el segundo ejemplo y relacionado también con las ideas, las formas de vida, los valores, las creencias o las ideologías.
Así pues, la existencia del condicionamiento es innegable ya que, desde ámbitos diversos, se toma como realidad constitutiva del bagaje humano, con un componente innato y otro ambiental; lo innato está referido a la estructura neurológica, que puede ser más o menos condicionable y que, por esta misma circunstancia junto a otros elementos, determinarán un tipo u otro de personalidad.
El componente ambiental actúa sobre todo en el plano cognitivo y psicológico; estas instancias asimilan normas, contenidos sociales, culturales y afectivos.
Estamos de tal manera sometidos a este tipo de comportamiento que cabría hacerse la pregunta de si existe alguna conducta no condicionada, e incluso de si la misma libertad es posible.
En occidente no se niega la existencia del condicionamiento social, cultural y psico-afectivo; lo que se intenta es trascender esta situación. Una de las opciones puede ser parecida a la de los yoguis, pues no debemos olvidar que nadie mejor que ellos sabe lo que es el condicionamiento social, debido, claro está, a la existencia en la cultura hindú del sistema de castas. Ser yogui o asceta, en otros tiempos, en aquel país, era acercarse a la libertad.
Decíamos, pues, que una de las vías de superación del condicionamiento podría ser una baja implicación social, ya que es de esta estructura de donde se deriva el mayor grado de condicionamiento.
También es cierto que una sociedad como la nuestra, donde existe un gran número de posibilidades de elección en cualquier ámbito de la actividad humana y social en que nos movamos, el condicionamiento es menor o se percibe menos.
En los movimientos sectarios o minoritarios que, en origen al menos, suelen ser revolucionarios, estos subgrupos culturales tienden a tener la sensación de disfrutar de mayor grado de libertad o de sentirse menos condicionados. Tal vez sea cierto esto en un primer momento pues, a largo plazo, estos subgrupos pierden posibilidad de elección y, con ello, libertad. Al ser poco numerosos, son más fácilmente controlables desde las incipientes estructuras que les dirigen.
Libertad interior
Como señalábamos antes, probablemente la única salida a la situación así descrita sea la de apartarse sensiblemente de la sociedad y operar en la persona una transformación psicológica desde el yoga o también desde la psicología del crecimiento personal. Desde esta opción, la persona -ya sea yogui o una persona sin conflictos psicológicos- se siente libre interiormente, porque la mayoría de sus elecciones y de su vivir las realiza desde el interior de sí mismo, desde la necesidad sentida, desde el deseo genuino y no desde de la mente, que es tanto como decir a partir de las necesidades creadas desde fuera.
La superación del dilema hombre libre o condicionado es un reto que la psicología del siglo XX deja sin resolver; el Yoga, por su parte, lleva milenios intentando lo mismo. Salvando todas las distancias, este dilema es parecido al planteado en el Yoga, a través de las Upanishads, entre el conocimiento y la avidya o ignorancia; incluso igualmente, el que se plantea en el Kaivalyapâdah, entre “lo que percibe y la mente.”
La diferencia entre la cultura occidental y la India, referente a los aspectos que aquí acabamos de comentar y relacionado con nuestro tema, estriba en que en Occidente al individuo se le entiende y se le explica desde su participación en lo social; en el Yoga, al individuo se le analiza inmerso en lo social pero sobre todo fuera de dicho contexto. Incluso sería esta una de las aportaciones más importantes y peculiares del Yoga, pues esta disciplina, concebida para construir al hombre liberado o incondicionado, se aplica hoy con éxito en la recuperación del sentimiento de libertad interior, en la potenciación de la resiliencia y en alcanzar una mejor comprensión de la realidad intangible.
Amable Díaz López es psicóloga clínica en ejercicio y profesora de la Asociación Española de Prácticantes de Yoga (AEPY) desde 1983. Formadora de profesores, con escuela propia en Madrid, desde 1995: Centro de Yoga Pantanjali.
Discípula de Eva Ruchpaul, conocedora de las enseñanzas de B.K.S. Iyengar y de André Van Lysebeth.
Ex-Presidenta de la AEPY y Ex-Presidenta, durante cuatro años, de la Comisión Pedagógica de la Asociación Europea de Yoga (UEY).
Durante más de veinte años, viene ejerciendo con seriedad y respeto esta noble disciplina, vinculando su actividad al contacto con la India y swami Veda Bharati. Su amplia experiencia le permite considerar el Yoga, en su vertiente terapéutica, como el método psicofísico más completo y aconsejable para remediar problemas de agotamiento, estrés y ansiedad, sin olvidar que el Yoga es, ante todo, realización espiritual.