Conversamos con un profesor joven y moderno que habla el lenguaje de la calle, que ama y sigue el yoga tradicional y también los conciertos de rock. ¿Es compatible el yoga clásico con la vida actual y sus estímulos? De todo ello y más charlamos con Víctor de Miguel. Entrevista Yoga en Red.
Es un profesor de esos que se nota que son muy apreciados por sus jóvenes alumnos, y no es extraño porque Víctor de Miguel sabe ser «uno más», sin atisbos de ego engordado, sencillo, sincero y diríamos que enrollado. Fundador de Yoga Estudio Cobeña, en la pequeña localidad madrileña del mismo nombre y profesor de yoga formado en la escuela Vasudeva y en otras escuelas nacionales y de India.
¿Cómo fueron tus comienzos con el yoga?
Por problemas de ansiedad y de estrés tuve un montón de conflictos. Pasé un año visitando psicólogos, psiquiatras, brujos, masajistas, tomando hierbas, drogas, de todo, y no salía adelante.Y mi hermana mayor, que llevaba mucho tiempo haciendo yoga, me dijo que fuera a clase, a lo que me negué siempre hasta que cedí. A mi primera clase de yoga llegué tarde, abrí la puerta, vi a diez personas tiradas en el suelo y salí corriendo. Pero me agarró el profesor y me dijo: pasa. Me hizo tirarme en el suelo sin esterilla y sin manta como castigo, y así comencé.
A los tres meses me recuperé de la ansiedad y el estrés. Como soy muy inquieto, quise saber cómo algo que no conocía y que ni tenía ganas de practicar me había sacado de ese pozo en el que estaba metido. Y desde entonces empecé a estudiar y a ir a clases.
Y desde esa primera clase en la que el profesor te castiga hasta que te engancha el yoga, ¿qué sucede dentro de ti?
Fue bienestar general. De estar metido en un pozo en que cada vez iba a peor, a ver que salgo y que empiezo a estar mejor y mejor y vuelvo a ser el de antes. Bueno, ya el de antes no. Antes era más golfo que ahora y, bueno, me cambió la vida totalmente para bien. Salí de esa… no era depresión, era ansiedad y estrés, y al liberarme empecé a ver el mundo de otra manera.Me podía seguir divirtiendo, podía hacer, digamos, una vida más insana pero compatible totalmente con el yoga.
¿Cómo se puede ser un joven normal, adaptado a su época, con sus costumbres y grupos sociales, y a la vez ser un practicante de yoga comprometido?
Lo primero que hay que ser es coherente. Como decía mi profesor: “Víctor, si vas a una clase a primera hora de la mañana, no te acuestes a las tres borracho, tómate una copa y acuéstate a las diez, y estarás perfectamente a las 8 de la mañana”. Yo cuando empecé era más de evolucionar hacia otros caminos, por ejemplo Acroyoga, Aeroyoga, otros tipos de yoga más actuales, pero ahora, a medida que pasa el tiempo, quiero volver más al Hatha yoga, al yoga clásico.
¿Y eso por qué?
Pues porque veo que se está adulterando el yoga. Me identifico en la actualidad con el deseo de que se conserve el yoga como nos lo han transmitido o intentado transmitir, y no como ahora, que han surgido estilos nuevos que van adulterando la esencia y que lo único que tratan es de llevarse todo el dinero del mundillo que se mueve ahí.
Así que cada vez estoy más de acuerdo en volver a los orígenes. De hecho cada vez que voy a la India trato a Surinder. que para mí es uno de los mejores profesores de yoga que he conocido. Llevo tres años practicando con él y se encarga de transmitirme ese yoga clásico que se hacía en la antigüedad. Más que nada por un poco de rebeldía hacia esos nuevos tipos yoga que van buscando otra cosa que no es el propósito del yoga.
Te formaste como profesor y tuviste el valor de abrir tu propio centro.
Aterrado, pero lo abrí.
Te ha ido bien y tienes nuevos proyectos como son los viajes que haces a la India con grupos, retiros, la casa rural de la comarca de La Vera… ¿Cuál es el secreto para mantener un centro de yoga?
Yo partía con ventaja porque enseñaba yoga en un centro del ayuntamiento de Cobeña, así que la gente de allí me conocía. Pero, claro, yo pensaba, vendrá un 70-80 % de gente al nuevo centro, aunque sea un poco más caro. Y no, vino un 40%, sólo la mitad de lo que yo pensaba en un principio. La publicidad no me funcionó nada. pero sí el boca a boca, y ya no viene sólo gente de Cobeña, sino también de los alrededores y de bastantes pueblos más lejanos… lo que a veces me deja sorprendido.
¿Por qué funciona? Pues a veces pienso que funciona por sinceridad. Tengo alumnos que llevan conmigo diez o doce años, los seis años que llevo en Yoga Estudio más los seis años del ayuntamiento, y yo muchas veces les digo, sobre todo a los que se están formando como profesores, lo que me dijo un profesor a mí: “Víctor, yo no soy el único profesor del mundo, hay otros profesores”. Yo quiero que mis alumnos conozcan a otros profesores, otras escuelas, para que si quieren formarse que lo hagan bien y que tomen lo que más les vaya gustando.
Hay que dejarse la piel dando clases para que salgan las cuentas…
El éxito es currárselo mucho. La piel y las costillas, los pies, las rodillas, todo. Y ser sincero y saber de lo que estás hablando. Ya sabéis que hay muchos profesores de yoga que son de mucha posturita y luego no te transmiten nada. Ahí está el secreto: para que lo que digas llegue, realmente uno tiene que vivirlo. No quiero que mis alumnos me crean a mí ; quiero que lean, que investiguen y que luego decidan.
¿Qué te aportan a ti tus alumnos, que sabemos que te quieren muchísimo y van contigo al fin del mundo?
Alegría de ver que muchos han pasado por cosas que he pasado yo y que les he ayudado. Luego te lo agradecen con una sonrisa, con un beso, con un abrazo. Sobre todo, alegría.
Cuando empecé, mis alumnos eran de entre 50-60 años, pero los últimos tres o cuatro años estoy muy contento porque ha venido gente con 16, 17 y 18 años. Hay una mezcla de edad, con gente desde los 16 hasta los sesenta y tantos,. Estoy muy contento porque está practicando más la gente joven, de menos de 40 años, cosa que me alegra mucho. Antes decías: apúntate a yoga, y me contestaban: no, que eso es para viejos.Ahora los jóvenes se están abriendo mucho más. A lo mejor también gracias a estilos de yoga que a mí no me gustan.
(Y Víctor se despide con el genio un poco «caliente»… pensando seguramente en ese yoga a 40 grados que tan poco nos gusta…)