Julián Peragón, Arjuna, uno de los más veteranos estudiosos del Yoga del país, entiende que se puede ser muy fiel a la milenaria esencia del Yoga sin necesidad de anclarle en un método determinado ni revestirle de ropajes de otros tiempos y lugares. De todo ello y más hablamos en esta entrevista.
Arjuna inició su camino en el Yoga en 1976. Desde 1981 se dedicó a la enseñanza, pero quiso completar sus conocimientos y en 1992 se licenció en Antropología cultural y social por la Universidad Central de Barcelona. Sus conocimientos en simbolismo, conciencia corporal, análisis del carácter, qi gong, psicología transpersonal, religiones comparadas, entre otros, le permiten reforzar la transmisión de un yoga que sintetiza elementos de estos saberes.
Forma profesores en la escuela Sâdhana desde 1994, y en la actualidad dirige la escuela Yoga Síntesis en Barcelona. Es director de la revista digital Conciencia Sin Fronteras y creador del proyecto Síntesis.
¿Cómo explica usted la esencia del Yoga a quienes se acercan por primera vez a él?
Una manera de hacerlo es a través de la metáfora. Tradicionalmente se utiliza una imagen agraria. Si queremos que los bueyes tiren a la vez del carro y no vayan cada uno por su lado tenemos que ponerles una yunta. Recordemos que Yoga viene de la raíz yuj que quiere decir unión, concentración, pero también colocar el yugo a dos animales para sujetarles. Los bueyes han de estar atados al carro y ser llevados por un cochero. Es claro que si no hay unión y coordinación difícilmente podremos ponernos en movimiento. Por eso en Yoga hablamos de la unión del cuerpo, la mente y el espíritu.
Sin embargo, esta unión de los bueyes (sentidos), carro (cuerpo) y cochero (mente) sólo tiene sentido en tanto que vamos a iniciar un largo viaje. Este sería el significado complementario, la idea de trascendencia, ese largo viaje que podríamos identificar con samadhi, esto es, la posibilidad de aquietar la mente hasta desvelar la realidad. No nos olvidemos que en el interior del carro va el viajante, que simboliza el Ser que todos llevamos en nuestro interior y que disfruta del paisaje.
En realidad hay tantos significados que podemos incluir en el Yoga como senderos que suben una montaña. El Yoga puede ser desde una herramienta de gestión de tu estrés y tus tensiones corporales hasta una filosofía profunda que da respuesta al sufrimiento psicológico. Es también un trampolín para que nuestra acción sea más efectiva, y de paso, más compasiva; y, cómo no, un espacio de contemplación profunda de la vida que vivimos. El Yoga es todo esto y mucho más.
¿Qué aporta el Yoga que no ofrezcan otros sistemas de armonización cuerpo-mente?
El Yoga ha pervivido a través de miles de años, ha traspasado fronteras y eso nos debe dar una tremenda confianza. Y si lo ha hecho es porque se adapta a la necesidad de cada persona en cada época que vive. Le procura un método riguroso para gestionar su salud, un marco filosófico para entenderse a sí mismo y una experiencia interior para reconectarse con lo que le rodea, desde la naturaleza hasta lo más sublime en su concepción de lo sagrado.
Muchos sistemas modernos de integración cuerpo y mente han bebido de la sabiduría del Yoga y han adaptado y refinado algunos elementos del método tradicional del Yoga, a menudo sin un adecuado reconocimiento. Otros lo han criticado especialmente en el trabajo corporal sin darse cuenta que mientras estira su cuerpo, el Yoga pretende un aquietamiento de su mente y una movilización energética para deshacer los nudos de los centros energéticos y es necesario un análisis más complejo.
Es importante entender que el Yoga puede especializarse como una buena terapia a muchos niveles pero que su núcleo está mucho más allá y pretende nada menos que la liberación del individuo, una disolución de la ignorancia y una conexión íntima con la fuente del Ser.
No se trata, por tanto, de anteponer un método a otro sino de entender cuáles son los objetivos deseables que nos proponemos con cada uno de ellos.
¿Qué opina de la calidad de la enseñanza del Yoga en España? ¿Los profesores salen, en general, bien formados?
Con la perspectiva de estar 36 años en el Yoga, me doy cuenta que las formaciones de profesores hoy en día se han hecho sólidas y han ganado en calidad. Ya hemos pasado la fase de la divulgación y, claro, ahora todo el mundo tiene una idea más real de lo que es el Yoga. Sin embargo, todavía hay mucho camino que recorrer.
Una de la confusiones que se han cometido es la de adoptar en la enseñanza gran parte del ropaje que ha traído el Yoga de la India. Hoy en día no es necesario para hacer un Yoga profundo reproducir elementos devocionales propios del hinduismo. El Yoga que plantea Patañjali es esencialista y apenas menciona la divinidad, que queda relegada a un espíritu especial, el cual puede ayudar al practicante en su camino de realización a través de la fe como fuerza motivacional. Necesitamos, por así decir, un Yoga creativo que se adapte a nuestra época y cultura.
Por otro lado, a mi entender, se ha cometido el error de proponer una enseñanza del Yoga como si fuera un método determinado que cada alumno tiene que cumplir de la forma más perfecta que sepa. De ahí que tengamos en el mercado decenas y decenas de estilos de Yoga, creando un poco de confusión en los practicantes, que acceden por primera vez preguntándose sobre qué Yoga es el que deberían hacer.
Pongo el ejemplo de una academia de arte que obligara a los estudiantes a pintar siempre con un estilo determinado, por ejemplo acuarela, sería, a todas luces, muy limitador. Las escuelas de Yoga deberían tener una función formativa más amplia. Volviendo al ejemplo de la academia, se trataría de enseñar las técnicas de dibujo, pintura o escultura para que después la sensibilidad del futuro artista pueda hacer su arte, su peculiar forma de expresar una visión determinada.
Por ejemplo, si enseño meditación dentro de la escuela formativa no intento que el alumno haga zen, vipassana o jñana; simplemente muestro diferentes soportes meditativos, que van desde el mudra, la respiración, hasta las visualizaciones, y hablamos sobre la actitud en la meditación como si abriéramos un abanico de posibilidades, para que después cada practicante pueda rehacer su meditación según su naturaleza, necesidad y objetivos. Creo que ésta es la función de una escuela formativa, abrir el horizonte de posibilidades para poder dar una respuesta lo más personalizada.
En cuanto a la dimensión más espiritual del Yoga, ¿cree que en general se enseña bien a los estudiantes?
Con el tema espiritual ocurre que se ha convertido en un tema tabú que a menudo nos retrotrae a la iglesia cristiana en nuestras latitudes y que produce una mezcla de cansancio y rechazo. El problema no está tanto en la espiritualidad como en la manera que tenemos de tratarla. De hecho, no cabe ninguna duda de que toda persona abriga en su interior un anhelo de trascendencia, y entrar en este tema no es un asunto insignificante sino tremendamente necesario. La cuestión es que deberíamos hacer un esfuerzo por reinterpretar lo espiritual de tal manera que no quede vinculado del lado de una religión o de un método determinado, sino en una concepción lo más universal posible, dentro de esa filosofía perenne que gran parte de los sabios de todas las épocas han proclamado.
Esta sabiduría nos viene a decir que conectar con algo mayor que uno mismo, sea la naturaleza o el sentimiento de absoluto, es profundamente espiritual, y que cuando intentamos darle un sentido a la experiencia más allá de las circunstancias también estamos siendo espirituales.
Para el Yoga el punto de partida es la crisis existencial de la persona que parte de la ignorancia y anhela nacer a la luz de la conciencia. Para ello tiene que sufrir un vuelco en el corazón al entender que el mundo exterior, limitado y caótico, no puede dar respuesta al Ser que es ilimitado y que espera vivir en paz.
A mí me gusta mostrar el ámbito espiritual en la escuela a través de las metáforas del Ser. Si hablas de que somos una semilla que tiene que germinar, de una gota de rocío que se disuelve en el ambiente, de una barca que tiene que llegar a la otra orilla o de la incondicionalidad de la belleza de una flor, creo que todo el mundo puede entender. Al final lo importante es crear un ámbito de confianza para establecer una comunicación profunda.
Vivir hoy nos exige estar muy pegados a las dificultades del terreno. ¿Cómo nos puede ayudar el Yoga en el día a día?
Me gustaría defender un Yoga que tenga toda su humanidad y que no se mire en aquellos espejismos de un Yoga milenario de sabios anacoretas con poderes extraordinarios. También el Yoga mal llevado puede ser una huida de una realidad propia que no queremos ver. El Yoga real, podríamos decir, es nuestra vida real, la de levantarnos a las siete para ir a trabajar y tener que fregar los platos después de hacernos la comida.
La práctica del Yoga nos ayuda muchísimo a entender nuestra actitud ante las dificultades. En la esterilla la dificultad puede llamarse, por ejemplo, conseguir la inversión a través de Sarvangâsana, pero en la vida real la dificultad se llama complejidad, carencia, estrés o soledad. Lidiar con los enemigos externos es como manejar nuestras resistencias internas; la mente se presenta como un oponente y el Yoga nos dice que puedes convertirla en tu mejor aliada. Para ello tienes que comprenderla y tienes que frenar la agitación que te impide permanecer en la calma de tu ser interior.
El método es sencillo: práctica asidua, estudio sobre uno mismo y abandono a algo mayor que nos abra el corazón. Lo demás se da por añadidura, no hay que añadir más esfuerzo. Es Yoga.