Me sorprende que ningún colaborador de esta publicación digital se haya ocupado todavía de este asunto, porque la mayoría de las veces que he hablado sobre yoga ante un público no familiarizado con esta ciencia, el interés ha surgido en algún momento. Por ejemplo: «¿Mejora el yoga la sexualidad?». Escribe Joaquín G. Weil.
Claro, he respondido que sí. Si la práctica del yoga mejora todo en la persona, pues este aspecto también. Si bien es preciso dotar a la palabra sexualidad de un sentido amplio y propio y no quedarnos meramente en el deseo y su satisfacción, que sería el sentido más burdo y superficial de la palabra.
Y, hablando de deseo, conviene saber en qué se distingue de la voluntad o del querer. El deseo es samsárico, nos mueve desde fuera de un modo no autodeterminado, mientras que el querer o la voluntad nos mueve desde dentro, porque así lo decidimos o determinamos.
La sexualidad es una fuerza poderosa de la naturaleza. Según los psicólogos, trasciende lo que es el mero deseo y su ejercicio y funciona como energía que une a las personas, la famosa libido, y las no menos famosas filias, amor, como lo llamaban los antiguos. En la mujer los beneficios del yoga se extienden, como es lógico, al embarazo, y también a las las funciones propias de
la maternidad, como es la lactancia.
Las asanas que más benefician los órganos sexuales son las de apertura de toda la zona pélvica, como Baddha Konasana, Upavistha y sus variantes, también las del loto, y otras tantas con este efecto. En la mujer alivian las molestias de la menstruación y son las indicadas también en el embarazo, con las precauciones debidas y la supervisión especializada. Estas mismas posiciones son las mejores para prevenir dolencias en el útero en las mujeres o en la próstata en los hombres, trastornos que suelen manifestarse a partir de ciertas edades.
Conocida es la aseveración (habría que comprobarlo estadísticamente) de que ningún zapatero indio padece de próstata, precisamente porque ejercen su oficio en la posición de Baddha Konasana, asegurando los calzados entre las plantas de los pies para trabajarlos de este modo.
Importante también Utkatasana y todas las posiciones de cuclillas (siempre con los talones en el suelo), que fortalecen el suelo pélvico, asunto tan importante para la región del bajo vientre, embarazo, parto y para aliviar posibles trastornos relativos a estas zonas, además de otros beneficios. Esta misma función asimismo la desempeña Tolasana y todas las asanas, variantes y ejercicios que fortalecen el periné.
El yoga beneficia todo el cuerpo, incluido el aparato genital. Y, por añadidura, serena la mente, con lo que también beneficia los aspectos psicológicos de la sexualidad. Desde este punto de vista, las flexiones hacia delante, en particular Paschimottanasana y las flexiones profundas, calman la mente y el corazón.
Sexualidad y consciencia
El factor psicológico de la fertilidad (en la mujer y en el hombre también) es innegable. Por ejemplo, he escuchado en más de una ocasión la historia de un matrimonio supuestamente estéril que adopta un bebé y en el camino a recogerlo o poco después, viene el deseado embarazo natural. Creo que no hace falta ser un psicomago Jodorowsky para interpretar el asunto.
Doy por cierto que la práctica asidua y constante del yoga mejora la funcionalidad y la fertilidad sexual. Hay además otro aspecto, que considero daría materia por sí mismo para otro artículo, y es la interrelación que tiene la sexualidad con la consciencia.
En Occidente ha solido presentarse lo espiritual como opuesto a lo corporal, y este aspecto corporal como ceñido al placer o al dolor. Lo que nos enseñan las filosofías de Oriente es justo lo contrario y hasta aparentemente paradójico. El cuerpo es un camino hacia lo espiritual, en realidad el único camino posible. Ahí el cuerpo, además del dolor o el goce, presenta una tercera y cierta vía, que es la conciencia. El cuerpo se convierte en un templo, como reza el adagio. Cuando la conciencia aflora en el cuerpo en su conjunto, así como en sus zonas o funciones, ya no es preciso recurrir inútilmente al placer para establecer la conexión entre cuerpo y mente. Es la vía del yoga la que nos libera de los posibles errores, como son la alimentación desequilibrada, la sexualidad problemática, los intoxicantes o una adicción de cualquier tipo. El contacto luminoso con el propio cuerpo a través de la práctica de las asanas, los pranayamas o meditaciones nos conduce al bienestar y la sabiduría.
La sexualidad, en efecto, es una fuerza fecunda y benéfica. Gracias a ella y a la atención que nos prodigaron nuestros padres estamos aquí en este mundo, pero también es una energía poderosa que es preciso observar con cuidado y detenimiento.
El marco natural y sencillo de la sexualidad para las personas es la pareja. Lo óptimo, no sólo para la sexualidad sino también para el bienestar y estabilidad emocional y, sobre todo -y esto es lo importante-, para la evolución espiritual de las personas, es la constitución de una pareja (que podemos llamar «sagrada») donde ambos partícipes se amen, se aconsejen, colaboren, etc. Y que, llegado el caso, constituya una poderosa fortaleza para la crianza de los hijos en un entorno seguro. Eso es lo que consideramos ideal, motivo de tantas novelas, canciones y películas porque apela a un anhelo esencial del ser humano.
Algo tan sencillo como que dos personas se encuentren, se amen y se unan en armonía parece algo divino y maravilloso (en ocasiones, un empeño titánico y raro de hallar). Como siempre, lo ideal debe ser referencia y no causa de sufrimiento por su frecuente carencia.
Dentro de lo espiritual, dhármico o religioso aparece como opción el monacato o el celibato, al cual hace tiempo dediqué un artículo. Desde un punto de vista sociológico se interpreta como que una persona en teoría renuncia a constituir una familia para poder dedicarse por entero a la comunidad (o, pretendidamente, a las llamadas búsquedas espirituales). La psicoterapia aconseja indagar si la renuncia a la pareja y la familia por motivaciones supuestamente espiritualistas, tal vez enmascare conflictos y carencias no resueltas de la infancia. El pretendido celibato ha sido la premisa que ha dado lugar a algunos errores y hasta horrores.
Yamas y niyamas
Afortunadamente existe dentro de la esfera del Dharma el sila y los yamas y niyamas, que son todos ellos de carácter orientativo y absolutamente insoslayables para la salvaguarda de los individuos que se adentran en el esclarecimiento de sí a través del yoga y la meditación. Son importantes para los principiantes, los estudiantes intermedios, pero sobre todo para aquellos que pretendan ser guías.
No hay cláusula, salvedad ni excepción posible en la observancia del sila, del yama y niyama. Lo principal de las observancias se concreta en la no avaricia, la renuncia a las actitudes despóticas, evitar los intoxicantes y observar una sexualidad no dañina. ¿Qué es eso? Pues, por ejemplo, la que no ponga en peligro relaciones sólidas de pareja y las correspondientes familias, la que no cree confusión en otras personas con falsas promesas o de otro modo, la que no abuse de una posición preminente y, en fin, la que no anteponga el egoísmo de la propia satisfación al bienestar de nuestros semejantes.
Así la sexualidad en el ser humano debe estar regida por el jñana y por el centro aña, o sea, por la comprensión, y también por anahata, el corazón, es decir, la compasión. Y en esto los principiantes tal vez estén expuestos a equivocarse, pero quien pretenda ser un estudiante avanzado o se haga pasar por guía no puede bajo ningún concepto errar.
Lo cual me recuerda al ejemplo aquel de la azafata que agarra el micrófono para anunciar a los pasajeros que el comandante del vuelo es Fulanito de Tal y que va a esforzarse mucho y a pilotar la aeronave lo mejor que pueda. O si te dicen que te va a realizar una intervención quirúrgica el Dr. Mengano o la Dra. Zutana y que procurarán no cometer muchos fallos.
Guiar compañeros en su autodescubrimiento y realización es un asunto delicado y de una responsabilidad absoluta. Es preciso tener claro lo esencial. Hay personas que por la función que desempeñan y por la confianza depositada en ellas, no pueden equivocarse.
Quién es
Joaquín García Weil es licenciado en Filosofía, profesor de yoga y director de Yoga Sala Málaga. Practica Yoga desde hace veinte años y lo enseña desde hace once. Es alumno del Swami Rudradev (discípulo destacado de Iyengar), con quien ha aprendido en el Yoga Study Center, Rishikesh, India. También ha estudiado con el Dr. Vagish Sastri de Benarés, entre otros maestros.
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