Hace poco me contaron una anécdota sobre un guru que me pareció significativa. Una joven mujer conoce a un joven varón. Se enamoran, y ella, que tiene un guru en la India, viaja desde Europa a aquel país para preguntarle si debe casarse con ese hombre que ha conocido y del que se siente enamorada. El guru le dice «No te cases». Escribe Joaquín G. Weil. (foto: Anandamayee Ma con Bholanath).
La mujer regresa a Europa y continúa su relación con el amado pero sin contraer matrimonio. Al poco, se queda embarazada y vuelve a volar a India a consultarle a su guru al respecto en su nuevo estado. El guru le dice: «Cásate». Y la muchacha se casa.
Una vez escuché a un hijo decirle a su padre: «Gracias por haber dejado que me equivocara». Siempre he considerado que la función del maestro consiste no tanto en decir cosas sabias como en despertar en los discípulos el propio acceso a la sabiduría interior. Si los discípulos dependen de la respuesta del maestro en cada encrucijada vital, es que no han avanzado todavía lo suficiente en el camino hacia la propia evolución como persona. Cada cual encuentra su paz, a este respecto, cuando por sí alcanza su destino. Ni podemos vivir la vida de otra persona, por muy elevada que esta sea, ni nadie, por mucho que nos ame, puede determinar nuestro karma o merecimiento más que cada cual por sí.
Sin embargo, lo peor no es el apego que el discípulo pueda tener respecto al maestro, sino el apego que el maestro pueda manifestar o padecer respecto a los seguidores. Cuando el aprendiz se equivoca, se entiende que es parte del proceso. Pero cuando el maestro yerra, se adentra en una situación complicada.
Al fin, ¿qué es un maestro? Desde luego el maestro no es quien tiene los títulos colgados en la pared, o el que dice grandes verdades. El maestro es quien sirve. (Esto es lo que sostenía ese bhagawan de Palestina, llamado Jesús). «Sirve» en el sentido de dar servicio y también en el sentido de ser útil. En principio la maestría no debiera ser un posición deseable, sino una tarea que sobreviene implacable como un destino y que es difícil de asumir con responsabilidad. Es importante comprender esto para no caer en el desvarío de las ambiciones espirituales.
Nada de glamour
En nuestro blog de YogaSala Málaga, una vez hicimos una recopilación de vídeos de grandes maestros contemporáneos: Ramana Maharshi, Anandamayee Ma, Yogananda, etc. La primera impresión es: nada de glamour. Se ve a gentes sencillas, muy alejadas del ambiente majestuoso que uno podría esperar al estilo de la hollywoodiense The Razor’s Edge.
Siguiendo con Hollywood, hay un pasaje de Indiana Jones en que, con gran riesgo de hundirse el suelo en los abismos, el héroe tiene que elegir el Santo Grial entre una veintena de copas, la mayor parte de ellas de metales nobles y piedras preciosas. El héroe finalmente escoge un humilde cuenco de arcilla. Nada de glamour. Qué acertados estuvieron ahí los guionistas.
Los santones andalusíes o salidíes tenían como uno de sus más firmes principios la renuncia del carisma: eran personas corrientes indistinguibles de sus vecinos. Algunos maestros que he conocido tenían un carisma próximo a cero. Nunca he simpatizado con los guías espirituales de personalidad carismática, más por defecto mío que por falta de ellos, pues reconozco que personalidades como el propio Buda o Jesús tuvieron que tener un carisma impresionante, al menos es lo que sugieren los testimonios. Esto lo digo por dar una vuelta más de tuerca. Pero sigo pensando igual; si tuviéramos vídeo de aquellas épocas nos sorprenderíamos: nada de glamour.
Por otra parte, si un maestro dice algo así como «Practica nuestro yoga o nuestra meditación porque con él te curarás, clarificarás tu mente y pacificarás tus emociones», antes hubiera salido corriendo en sentido contrario. Pero ahora (dando de nuevo una vuelta más de tuerca) tal vez, dependiendo del caso, pensaría: está intentando aplicar el efecto placebo.
De estos ejemplos se sigue que las cosas pueden verse de uno u otro modo. Atendiendo por supuesto a los efectos y consecuencias, también es importante la claridad y el objetivo que cada cual manifiesta dentro de sí. Blanca Atmananda cuenta en Death must die un peculiar encuentro entre Krishnamurti y Anandamayee Ma. Se acercó un seguidor de Krishnamurti a hacerle reverencias y postraciones y el gran maestro se sublevó aseverando que él era un igual y no había por qué mostrarle estas pleitesías. El buen Krishnamurti ya estaba empachado y escarmentado de las celadas de tales tratamientos. Luego llegó un seguidor de la santa a mostrarle su devoción y Anandamayee Ma le dejó hacer. El discípulo, después de manifestar todas sus deferencias, se fue. Como Krishnamurti se había quedado escamado, Anandamayee Ma aclaró: «He querido respetar los sentimientos de esa persona».
Soy el que soy
Por explicarlo de este modo, el buen maestro tiene que «quitarse de en medio», dejar a un lado sus afanes personales y convertirse en un mero transmisor (de sabidurías o tradiciones que nos trascienden de largo como personas); ha de ser un medio, o incluso, en cierto sentido, un medium. Si bien reconociendo que, en realidad, todas las personas sin excepción pueden llegar a manifestar estas capacidades mediúmicas.
Aquí contaré la tragicómica diferencia entre el santo y el chiflado. El santo dice: «Soy Dios». Y uno dice: «Vale, de acuerdo, yo también». Y el santo asiente. El chiflado diría: «No. Yo soy Dios, tú no».
Tanto Jesús como Buda daban la misma respuesta cuando les preguntaban por su identidad o condición espiritual: yo soy el que soy, o tal cual soy (tathagata). En fin, es algo que cada cual puede decir tranquilamente de sí mismo, al menos si alcanza a comprenderlo. Siempre es verdad.
Quién es
Joaquín García Weil es licenciado en Filosofía, profesor de yoga y director de Yoga Sala Málaga. Practica Yoga desde hace veinte años y lo enseña desde hace once. Es alumno del Swami Rudradev (discípulo destacado de Iyengar), con quien ha aprendido en el Yoga Study Center, Rishikesh, India. También ha estudiado con el Dr. Vagish Sastri de Benarés, entre otros maestros.
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Referencia Vídeos en el blog de la YogaSala Málaga.