La compasión es vacío, el vacío es la compasión; no hay vacío si no hay compasión y sin la compasión no hay vacío. Pero más allá del vacío y de la compasión… está el amor. Por Koncha Pinos-Pey para Espacio MIMIND.
En el centro está la compasión y el vacío. Así, la compasión es tan fundamental para nuestro ser como la autenticidad abierta, fluida e inefable cualidad del ser mismo.
En las tradiciones contemplativas, desde el budismo, cristianismo o el Islam, encontramos la relación fundamental de la compasión y de nuestra mente explicada en términos de esencia, naturaleza y expresión. La mente está vacía y este vacío es brillante y claro. Y se expresa en sí mismo como la compasión.
La neurociencia se dedica cada día más a investigar la compasión. Porque la mayoría de nosotros estamos dolorosamente fijados a una idea errónea de lo que es la expresión real de la compasión. La confusión de compasión con misericordia, debilidad, conciencia limitada, pensamiento dualista, turbulencia emocional o comportamientos condicionados por la experiencias negativas religiosas… impiden a nuestro conocimiento fundamental expresarse. No nos queda otra que trabajar duro para penetrar en esas capas de confusión.
El método compasivo es desgarrador; atraviesa, desgasta y socava los fundamentos de la confusión y la ignorancia mental. El comportamiento y las percepciones se alteran radicalmente, condicionados a través de lo que creemos que tenemos, de lo que es nuestro y de lo que podemos dar o no a los demás. Este error turbulento de la mente se reduce en la medida que nos sentimos capaces de estar presentes y no evitar ni reactivar el dolor. Si podemos no entrar en el pensamiento dualista, nos vamos a encontrar simplemente presentes en la grandeza de los demás. Y lo más paradójico es que cuando más nos encontramos con el otro, más clara se vuelve nuestra mente.
¿Cómo se toma y se da desde dentro con generosidad? Solo cuando nos encontramos profundamente comprometidos con el despertar completo somos capaces de dar ayuda a los demás… Esto es un compromiso que se puede formalizar como camino de vida, “ el voto del ser que despierta”. Este voto, para usar palabras de S.S. Dalai Lama, es “el principio, el medio y el fin: porque solo con una actitud positiva podemos dar el gran impulso que nuestra práctica requiere”. El medio es el efecto del voto; es como mostrarnos a nosotros mismos de dónde hay que cortar: cuáles son los patrones mentales condicionados y confusos; y al final, porque nos convertimos en instrumento de la realidad, somos capaces de “ser ayuda” por ser simplemente parte del proceso compasivo.
La compasión más profunda conecta con la nobleza del corazón. Así, cuanto más dura es la situación ante la que nos encontramos, más calma, claridad y franqueza tenemos. Sin miedo emerge la tranquilidad y la confianza. Estamos presentes porque ya no creemos que vayamos a poner en peligro nuestra propia integridad. Así hayamos la alegría, la alegría que nace de la certidumbre de que cada uno de nuestros actos es útil, auténtico y real para todos los seres.