Hay un conocimiento que está más allá del conocimiento ordinario. Todos los místicos de la India insisten en ello, desde el origen de los Vedas. Hay un especial y revelador conocimiento que se desencadena más allá del conocimiento común, una energía singular que brota cuando la mente ordinaria cesa. Escribe Ramiro Calle.
Lo Otro, lo Inmenso, lo Incondicionado, o como se lo denomine o interprete, no es perceptible por la mente común, no se puede captar a través del pensamiento discursivo. Es en la mente profunda y silenciosa, en la no-mente (unmani) o mente-no-egocéntrica, donde mora esa energía que, por ser la energía de la Totalidad, le permite al buscador espiritual experimentar el sentimiento de unidad e inespacialidad que le transporta a otra dimensión de vida y entendimiento. Pero en tanto estemos atrapados y acaparados por lo cotidiano y la energía interior se disemine en toda suerte de apegos y aborrecimientos, resulta imposible la percepción de lo supramundano.
Para los místicos de la India, lo Absoluto es personal y transpersonal, o dicho de otra manera, es lo transpersonal que aparentemente se individualiza. El Alma Universal está dentro y fuera del ser humano, pero hay que acceder a ella en uno mismo. Dios, Brahma, Tao, Mahapurusha… palabras para lo que es innombrable; conceptos y abstracciones que maneja el que no ha desarrollado esa visión mística y reveladora y ese sentimiento de unidad que reporta la experiencia directa de lo Incondicionado. Para evitar conceptos manidos o connotaciones limitadoras, en mi relato espiritual El Faquir lo denomino el Vacío Primordial. Como decía San Bernardo: «Él es», pero nada más sea puede decir.
El místico renano Eckhart declaraba: «Debes amar a Dios, como no Dios, no Espíritu, no persona, no imagen; debes amarlo como es, el puro Uno absoluto, separado de toda dualidad y en quien debemos eternamente hundirnos de nada en nada». Ese ser de todas las cosas o esa vacuidad de todo lo existente, esa realidad primordial, esa energía que todo lo anima y resulta el mismo proceso cósmico, es la naturaleza original o fundamental que, según los místicos de la India, hay que manifestar en uno mismo poniendo las condiciones para ello.
Estas condiciones son el sadhana o entrenamiento interior, el yoga que hace posible que la mente pensante cese para que pueda revelarse la luz del Ser. Estas condiciones comportan también la genuina moralidad, el ejercitamiento mental y emocional, la interiorización, el amor a lo que está más allá de las apariencias pero hace posible las apariencias, la percepción del Origen. En el silencio del silencio de la mente (el núcleo del núcleo de los sufíes), más allá de toda tendencia hacia lo fenoménico, puede presentarse este estado cumbre de consciencia que atisba la Realidad y que otorga un sentimiento de profundísima unidad, totalidad y dicha.
El pensamiento ordinario y la mente conceptual son necesarios en muchas parcela de la vida, pero en la búsqueda interior son insuficientes. La meditación es inhibir el pensamiento para que se desvele lo que se esconde tras el mismo. Hay un estado mental que los yoguis llaman Nirmanikala o la Mansión del Vacío. Es el vacío lleno, el de la plenitud vacía. Quien visita esa Mansión se convierte en un liberado-viviente, que está en el mundo pero sin ser del mundo.