Aunque sea difícil de entender, cada uno de nosotros nos encarnamos en la carrera de la vida después de elegir el hándicap que consideramos más adecuado y el que más nos puede ayudar en nuestro crecimiento espiritual. El hándicap de vida hay que entenderlo como una oportunidad de aumentar nuestro conocimiento y nuestra experiencia. Escribe Pedro López Pereda.

Foto de Alex Kinkate
Posiblemente muchas personas que se inician el camino del yoga y toman conciencia de su entorno social no comprenden por qué ellos y otros seres con un nivel de integridad alto tienen que pasar por situaciones duras, injustas y difíciles de superar. Mientras que otras personas que viven en la mayor irresponsabilidad e inconsciencia viven una vida cómoda donde todo les sale bien y todavía se recrean haciendo el mal a sus semejantes.
El mayor responsable de esta incomprensible incongruencia es el libre albedrío, que es la capacidad y el poder que tenemos los humanos de elegir libremente y de forma voluntaria nuestras propias decisiones. Un concepto fundamental para crecer en este plano físico de forma autónoma pero que, para nuestra desgracia, nos cobra la libertad a un precio excesivamente alto. El otro responsable es un concepto muy poco conocido al que llamamos hándicap de vida.
Cuando un ser luminoso se encarna con un hándicap alto
Los seres de luz nos movemos entre distintos planos para evolucionar en nuestro camino espiritual, y participamos de los distintos niveles de conocimiento y experiencia que cada uno aporta. La frontera entre planos viene marcada por el nivel de conciencia que cada ser tiene. Esa conciencia evoluciona, crece y se expande en distintos planos.
No hay límite para el crecimiento. El conocimiento y la experiencia son eternos y no tienen medida.
Los límites materiales modelan la supraconciencia. La existencia de un espacio y un tiempo permiten al ser aprender a encauzar de forma tangible su energía en una dirección determinada.
No hay obligación de encarnarse en un plano denso para los seres, pero esta decisión nos permite expandir nuestra conciencia de una forma mucho más amplia.
La elección del plano es libre, y el hándicap de vida elegido nos permite avanzar más en el trabajo que hemos decidido llevar a cabo. Cuando decidimos encarnarnos renunciamos a nuestra autoconciencia con el fin de recuperarla desde cero y de forma gradual gracias a la realidad tangible de lo físico.
Aunque sea difícil de entender, cada uno de nosotros nos encarnamos en la carrera de la vida después de elegir el hándicap que consideramos el más adecuado y el que más nos puede ayudar en nuestro crecimiento espiritual.
El hándicap de vida hay que entenderlo como una oportunidad de aumentar nuestro conocimiento y nuestra experiencia.
Cada uno de los seres que estamos en este o en otros planos tenemos nuestro propio plan trazado. Para intentar explicar este concepto voy a poner un ejemplo:
El ejemplo del profesor experimentado
Imaginemos que en un instituto público de un barrio “bravo” (marginal), queda una plaza de profesor vacante en la clase más conflictiva del centro.
Nos dan la información de que los alumnos son de familias disfuncionales del barrio en las que los conflictos, la mala conducta, y a veces el abuso por parte de algunos de sus miembros se producen regularmente. Muchos alumnos son el resultado de adultos codependientes, y también ellos suelen verse afectados por las adicciones, como el abuso de diversas sustancias (alcohol, drogas, etc.).
Ahora nos preguntamos: con este panorama, ¿quién va a pedir esta plaza con una dificultad (hándicap) tan alta?
Un profesor sin experiencia docente, posiblemente no. En cambio, un profesor con experiencia en alumnos que presentan problemas de conducta y emocionales relacionados con el contexto familiar, un profesor con motivación solidaria, resolución y soltura, con habilidades sociales y rebosante de osadía estaría encantado de superar tan importante desafío.
Este hándicap de vida no será un impedimento en su evolución sino un trabajo que le brida su gran oportunidad.
Veamos otro ejemplo que narra la historia de los hermanos Marreau y cómo decidieron competir en una de las carreras de vehículos más complicadas del mundo con los sencillos medios que tenían: un humilde automóvil al que todos llamábamos «el cuatro latas».
El hándicap de vida y la leyenda de los hermanos Marreau
En 1978, el piloto francés Thierry Sabine creó la competición Paris-Dakar, una aventura con caminos difíciles de transitar en la que por encima de la gesta de ganar estaba el hecho de resistir y llegar.
Los primeros en inscribirse fueron los hermanos Marreau. Se presentaron para hacer el recorrido con un humilde Renault 4 (llamado popularmente el «cuatro latas»), un auto que ellos prepararon en su propio garaje de Nanterre, en los suburbios de París. Allí, lo mejoraron y transformaron en un 4×4 para participar con alguna posibilidad en esta competición.
Pese al hándicap tan alto de utilizar un coche tan básico y gracias a la experiencia en mecánica y en recorridos complicados, en esta primera carrera primera carrera lograron el segundo lugar en coches y el quinto puesto en la general de todas las categorías.
El año siguiente, 1980, con la experiencia lograda en el anterior recorrido, los hermanos finalizarían la travesía con un tercer puesto en la clasificación general (se dice que renunciaron a ganar la carrera por auxiliar a un compañero accidentado que estaba inconsciente). En esta carrera su Renault 4 quedó como uno de los primeros modelos exitosos de la carrera (dos años después, Renault les regaló la carrocería de un R 20 que adaptaron y con el que quedaron campeones).
Principios del hándicap de vida
1. El hándicap de vida es el grado de dificultad que asume un ser antes de recorrer el camino de la vida.
2. En la carrera de la vida nadie nos obliga ni a inscribirnos ni a elegir un hándicap de vida. Es decisión totalmente nuestra.
3. Nos encarnamos en un plano determinado cuando sabemos, con absoluta certeza, que allí podemos lograr un crecimiento difícil de conseguir en otro lugar del Universo.
4. Durante la carrera de la vida, lo normal es que no tengamos conciencia del hándicap elegido ni de su grado de dificultad.
5. En la carrera de la vida, la mente que utilizamos solo piensa en conseguir el triunfo en este plano físico. Pero cuando en el camino brota la luz del ser, prevalece la capacidad de compartir nuestros conocimientos, nuestra ayuda y nuestra experiencia con otros compañeros, por encima de nuestro propio crecimiento.