Yoga Sūtra, la meditación y sus múltiples facetas: perspectivas, por Martyn Neal

2025-03-21

Martyn Neal es coautor junto a T. K. V. Desikachar del tan bello como profundo texto sobre yoga titulado What are we seeking?traducido al francés y al castellano. Su traductor a esta última lengua, Ilde Leyda, nos ofrece este nuevo artículo de Martyn Neal traducido al castellano.

alicates

Los alicates no pueden pellizcar la mano que los sujeta. Foto de cottonbro studio

Desde hace algún tiempo, si eres lector habitual de mis artículos, sabes que me encanta el bello tema de la meditación tal como los Yoga Sūtra de Patañjali, ya por dos veces milenarios, lo presentan en distintas partes del texto. Hemos visto en artículos anteriores la descripción al inicio del tercer capítulo de aquello que es la meditación (dhyānam), con la concentración (dhārana) que le precede y ese estado de unidad (samādhi) al cual puede conducir la meditación. Hemos visto como este proceso mental, aplicado durante mucho tiempo sobre un mismo objeto, constituye una indagación profunda (samyama) que da lugar a una comprensión ampliada de las cosas, una suerte de especialización, y nos permite vivir más en la claridad y la sencillez. La concentración, la meditación y el estado de unidad son los tres últimos aspectos del ashtanga yoga –el yoga de los ocho “miembros”–. El conjunto de los ocho aspectos y su aplicación a largo plazo constituyen la base de una transformación profunda de la psique que se abre a las múltiples facetas de la meditación y modifica así la calidad de nuestra relación con nosotros mismos, con el entorno (el mundo) y, si se es creyente, con lo Divino.

Finalmente vimos en el número anterior los cuatro modos de la meditación que se explican en la última parte del primer capítulo de los Yoga Sūtra. La meditación nos conduce cada vez más profundamente hacia la naturaleza y el significado de las cosas. Desde las tomas de conciencia y las comprensiones basadas en los elementos tangibles y evidentes de un objeto, vamos más lejos, en busca de los aspectos “sutiles” u ocultos que nos llevan hacia el sentido profundo del objeto: acerca del porqué y del cómo. Y estos estados de meditación, ya sean sobre “lo tangible” o sobre “lo sutil”, pueden ir acompañados o no de palabras, de ideas, de pensamientos, de recuerdos, de proyecciones… Dos de los modos implican un razonamiento activo y dos son en cambio pasivos e intuitivos. Incluso mencioné al final del artículo los posibles vínculos con los datos de la neurociencia acerca del cerebro derecho, intuitivo, y del cerebro izquierdo, analítico…

¿Cuáles son las perspectivas? ¿Hasta dónde puede llevarnos la meditación? ¿Cuál es el secreto del éxito? ¿Cuáles son las consecuencias para el ser humano y cuáles los cambios en su relación con el entorno? El estado de meditación, una vez adquirido, ¿deviene permanente? He aquí algunas cuestiones a las cuales voy a tratar de responder basándome en los últimos aforismos del primer capítulo de los Yoga Sūtra de Patañjali.

Podemos llegar a todo mediante la meditación, salvo a…

 ¿Hasta dónde puede conducirnos la meditación? El texto revela un único límite: no podemos llegar a la fuente de la percepción en nosotros. El yoga propone considerar al ser humano como un compuesto de dos fuerzas: una eterna y no sujeta a cambios, denominada purusha, “el Habitante”, la otra temporal y en constante cambio, llamada prakriti, “la sustancia”. La sustancia, dicho de otro modo, el mundo material del cual formamos parte, está compuesta por tres “hilos” (guna) que tejen todo cuanto existe en el universo. Desde la estrella más grande hasta la bacteria más pequeña, el pensamiento y la emoción, de lo más denso y tangible, como por ejemplo el plomo, a lo más aéreo y sutil, como por ejemplo las partículas de luz llamadas fotones, esos tres hilos tejen todos los fenómenos. La fuente de la percepción, purusha, se encuentra más allá de los guna (gunātita) y, como tal, no puede ser “captada” por la mente, que pertenece a la sustancia. Los alicates no pueden pellizcar la mano que los sujeta…

Así que la mente, sea cual sea su estado de refinamiento y su capacidad para meditar, no puede percibir directamente el alma. Así lo indica Patañjali en el I.45: la meditación puede ir muy lejos en lo sutil y hasta el estado inicial de las cualidades de la materia (sūkshma vishayatvam ca alinga paryavasānam). El estado inicial de la materia, alinga “sin marca”, es también llamado la sustancia primordial, pradhāna, que sería comparable al estado del universo antes del Big Bang descrito por los astrofísicos. Los Yoga Sūtra, pragmáticos, se ocupan poco de esto –los guna, las cualidades de la materia, se explican principalmente en el II.19, sin grandes detalles, en el marco de la evolución de la sustancia–. Entonces, ¿cómo interpretar el sūtra I.45? Nos muestra un ámbito de meditación inmensamente amplio –tenemos total libertad en cuanto a la elección de los objetos de meditación–. Mas también este sūtra sostiene la imposibilidad de percibir la fuente de la percepción –Purusha, “el Habitante de la Ciudad”–.

¿Cuál es el secreto del éxito? El sūtra siguiente, I.46, nos habla de sabīja, “con semilla” o, dicho de otro modo, con objeto. Dice: para todos los modos de meditación se necesita un objeto (tā eva sabīja samādhih). La elección de la palabra “semilla” (bīja) no es anodina, pues el autor hubiera podido tomar el término vishaya (objeto) empleado en el 44 y en el 45. La palabra “semilla” evoca a la vez la idea de preparar el terreno para sembrar las semillas, pero igualmente la idea de cuidar las plantas según van creciendo y evolucionando.

La mente no puede decretar el estado de meditación. El sistema complejo que soy yo –un ser humano– requiere tiempo para evolucionar, esa es la noción de preparar el terreno, si no podría, como suele decirse, “desmadrarse”. Todos los aspectos del yoga y sus técnicas asociadas (las posturas, la respiración consciente, la relajación, la reflexión, el canto, etcétera) requieren ser monitoreados y mantenidos durante mucho tiempo para que la psique se refine y se aclare. Hace falta perseverancia… El secreto del éxito: las pautas claras (las semillas) y una práctica asidua.

El secreto del éxito: las pautas claras (las semillas) y una práctica asidua

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Cultiva tu jardín interior. Foto de Greta Hoffman

 Tal como la semilla, sembrada en una tierra preparada, y como la frágil planta que necesita cuidados regulares para desarrollarse, el objeto de meditación escogido por la mente, que ha sido progresivamente purificada, no florecerá si la mente no muestra un interés sostenido hacia él. Paciente y humildemente, cultiva tu jardín interior…

¿Qué elegir como “semilla”? ¿Podemos meditar sobre cosas tangibles como una flor, el agua, el sol o un libro? ¿Se puede retener un concepto filosófico, las matemáticas o Dios? ¿Puede tratarse de una persona –un miembro de la familia, un amigo, tu jefe…–? Un sentimiento o una emoción que uno experimenta, como la paz, el enfado, el amor, ¿pueden ser considerados como “objetos”? ¿Las acciones? Por ejemplo, lavar el coche, contestar al teléfono, hacer la compra, etcétera. ¿Pensamientos como aquellos que buscan analizar un problema, decidir qué hacer por la tarde, traer recuerdos a la memoria? ¿O incluso el instante presente y el fluir del tiempo? ¡Todo puede ser objeto de meditación! La lista de posibles semillas no tiene fin…

¿Cuáles son las consecuencias para el ser humano y cuáles los cambios en su relación con el entorno, con su medio ambiente? La mejora de nuestra capacidad para estar en el estado de meditación con sus distintas facetas nos confiere mayor visión sobre nuestra doble naturaleza espiritual y material y nos volvemos más luminosos y serenos (nirvicāra vaishāradhye adhyātma prasādah) I.47.  Nuestra visión, impregnada de una sabiduría intuitiva, se halla libre de error (rtambharā tatra prajñā) I.48. Estos dos sūtra nos muestran que la meditación es la clave para alcanzar dos objetivos mayores en el proceso del yoga: percibir las cosas tal como ellas son y captar con plena conciencia nuestra “doble nacionalidad”, como llamo yo a nuestra pertenencia a la vez a la eternidad y a la temporalidad. No se trata de unos regalos pedidos a Papá Noel. El camino –es decir, el acto de sembrar y de cultivar el jardín del que hablaba el sūtra 46– trae de forma natural las consecuencias de la serenidad y de la sabiduría y elimina aquello que nos impide ver la realidad tal cual es.

¡El estado de yoga es un samskāra (condicionamiento)!

Esta sabiduría no se basa en la memoria y la inferencia –es espontánea, directa, con un alcance completamente distinto que de ordinario– (shutānumāna prajnābhyām anyavishayā visheshārthatvāt) I.49. Retroceden las vacilaciones, las precipitaciones se desvanecen, lo ilusorio pasa a tener menor validez en la persona. Estas consecuencias hacen que la vida cotidiana se vuelva más rica, más apacible, y que nuestra forma de estar en el mundo sea portadora de sencillez y de sinceridad.

Sin embargo, ¿el estado de meditación, una vez adquirido, se convierte en permanente? El estado de meditación es un condicionamiento (samskāra) positivo que domina y retiene a los demás condicionamientos (tajjah samskārah anyasamskāra pratibandhī) I.50. “¡El estado de yoga es un samskāra”, decía Krishnamācharya! Empleamos el mecanismo de la repetición, el cual produce un hábito, a favor nuestro… Este sūtra nos muestra no obstante que este condicionamiento, que nos propulsa a estar en el estado meditativo cada día más y más, no hace sino dominar y retener a los demás hábitos, como aquellos que nos mantienen en el error, en la inestabilidad, en la ansiedad, etcétera. Estos dejan de ser eficaces como así se indica en el sūtra I.18 y en el IV.9. Esos otros hábitos pueden resurgir en cualquier momento, a pesar de los importantes cambios realizados en nuestra manera de ser, en nuestro entorno y pese al paso del tiempo, debido a la íntima conexión existente entre los hábitos y la memoria.

La permanencia le está reservada a una minoría ínfima de individuos capaces de eliminar incluso este mecanismo y también toda aspiración o deseo egocéntricos. Esto implica sin duda una vida entera (¿o varias?) consagrada al enfoque y a la práctica del yoga. La mente disuelve toda impresión residual, volviéndose totalmente transparente, y se muestra abierta a todo, sin buscar sembrar cosa alguna (tasyāpi nirodhe sarvanirodhāt nirbījah samādhih) I.51. Sopesad las implicaciones de tal estado permanente antes de salivar: ningún deseo personal y quien nada siembra, nada cosecha…

El camino que nos conduce a los distintos niveles de transparencia es largo. El desarrollo armónico de nuestra vida es el reflejo de nuestro progreso. Todo enfoque que vaya a contracorriente de esto es susceptible de fallar y de crear desorden en lugar de armonía. Las perspectivas de la meditación son mejores cuando se circunscriben al cumplimiento de nuestras responsabilidades y proyectos de vida.

 Ilde Leyda empezó a practicar yoga en 2001. Desde comienzos de 2002, y durante más de diez años, fue alumno de Cristina Sáenz de Ynestrillas, alumna de Claude Maréchal y de T. K. V. Desikachar. Comenzó ya a dar clases en 2003. Y, desde 2019, prosigue su formación con Martyn Neal. Imparte clases de grupo y particulares, así como talleres dirigidos a quienes quieran profundizar cada vez un poco más en este método milenario de cuidado, conocimiento y mejora personales.

Ha traducido al castellano la tan bella como profundamente inspiradora obra What are we seeking? de T.K.V. Desikachar y Martyn Neal.
Puedes contactar con él a través de ildeyoga@gmail.com y/o del número 653379095.