Historia para compartir: Yoga y cáncer de mama

2024-12-19

«En abril 2023 me detecté un bulto en el pecho y pensé: todo lo que he aprendido en yoga, ¿lo sabré gestionar ahora?». La profesora de yoga Lola Ferrández comparte su proceso de tratamiento del cáncer acompañado con yoga: «Gracias al yoga todos los síntomas físicos y emocionales los llevo mejor, con cosas que aprender aún pero aceptándolo y llevando lo mejor posible los cambios emocionales o de humor y los físicos».

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Cuando estás bien, te encuentras bien, todo parece estar en equilibrio, cuerpo, mente y alma. Llevas tu rutina diaria, trabajo, casa, clases de yoga, todo el ajetreo diario con mucho estrés y así cada día sin pararte a pensar si ese ritmo es el que quieres o es el que has aceptado porque ha venido así y has tomado más responsabilidades de las que puedes. No te das cuenta del nivel de estrés y aceleración que llevamos cada día hasta que, por ejemplo, en mi caso, voy a mi clase de yoga a recibir la práctica y pienso: “Uy, qué a gusto se está aquí, qué bien me sienta cada vez que paro mi cuerpo y mente en la clase de yoga”, y es entonces cuando eres consciente del ritmo que llevamos cada día.

Soy Lola, economista y profesora de yoga. Llevo practicando algo más de 25 años. Apareció en mi vida cuando estudiaba la carrera universitaria y me dieron unos ataques de ansiedad muy grandes. Gracias a la práctica constante de yoga me salvé de esa situación y de muchas más. El yoga me enseñó a bajar el ritmo de trabajo, de exigencia hacia mí misma, me enseñó a controlar la ansiedad y momentos de estrés y nervios. Piensas que ya te sabes controlar, que sabes sobrellevar las cosas y a las personas de tu alrededor, que ya no hay nada que te pueda hundir. Pues no; llega la vida con un susto gordo y te para en seco, sin miramientos, sin pensar que tú llevas una vida sana y que practicas yoga.

El diagnóstico

En abril 2023 me detecté un bulto en el pecho y pensé: todo lo que he aprendido en yoga, ¿lo sabré gestionar ahora? Trabajando mucho la mente con meditación, yoga, deporte y estar con mis seres queridos llegó el día que me diagnostican cáncer de mama. El mundo se te viene abajo, te preguntas por qué a ti, por qué tengo que pasar por esta enfermedad si yo me cuido, si llevo una vida sana. Pues sólo queda rendirse o luchar con fuerza para afrontar la enfermedad. Pues a luchar que se ha dicho; menos mal que tengo el yoga para poder pasar esto.

Después de la operación opté por las clases de meditación, ya que físicamente estaba más limitada por el brazo y el pecho operado. Y ya pasando los días, encontrándome mejor físicamente, me fui incorporando a las clases de yoga, donde mis profesores me adaptaron la practica con mis limitaciones del brazo pues tenía claro que no iba a dejar de ir a yoga en ningún momento del proceso.

Me recuperé rápido de la operación, y fue cuando los oncólogos me informaron del tratamiento que debía seguir, otra dura noticia, ya que pensaba que después de la operación sólo sería radioterapia. Me informó el oncólogo de todas las sesiones de quimioterapia que me iban a dar, 16, de las cuales cuatro fueron de las que se cae el pelo, y 12 semanales más suaves. Cuando salí de la consulta de nuevo me encontré hundida, enfadada y triste, muy triste; menos mal que siempre fui acompañada de mi pareja y de mis padres, para mí mis maestros, mis grandes yoguis de la vida.

El tratamiento

Cuando empecé el tratamiento decidí no dejar mi práctica de yoga en la escuela donde me formé, ya que allí noto una paz y equilibrio solo entrar por la puerta que en aquellos momentos era cuando más lo necesitaba. Limitada físicamente, porque la quimioterapia te deja floja, practiqué cada clase con mucha ilusión, pues después de cada una de ellas con mis profesores me encuentro con mas fuerza y vitalidad, tanta física como mentalmente. Cada clase es adaptada  al día, ya que el brazo de la quimioterapia dolía, como los huesos, y se pierde flexibilidad y fuerza muscular. Pero, como bien aprendí, el yoga se adapta a cada persona y no al revés, escuchando el cuerpo y haciendo hasta donde se pueda cada día.

No sólo las posturas (ásanas), la respiración (pranayama), la meditación (dhyana) son muy importantes para pasar estos días de la enfermedad, sino también el recogimiento, interiorización hacia uno mismo (pratyahara) y el estudio de yoga (gnana) han hecho que este proceso lo haya llevado lo mejor que he podido. Pienso que si a mí, con todas las herramientas de yoga que tengo, me está costando, cómo lo harán las personas que no lo practican. Yo solo sabía que no me dejaría ni una clase de yoga mientras el tratamiento me lo permitiese, ya que después me iba mucho mejor de lo que había entrado.

El calor de las personas

Llegó el momento que se cayó el pelo, y mucho, otra etapa dura de llevar y aceptar. Pero el día que entré a la escuela a recibir mi práctica con un turbante oncológico cómodo para practicar yoga y observé que al final la gente, los compañeros, me miraban con cariño y creo que hasta con admiración de verte ahí en mi esterilla disfrutando de la clase, es cuando entendí que los prejuicios los tenemos nosotros mismos, los miedos y complejos son de nuestro interior, nada que ver con los que tenemos enfrente o al lado. En las clases de yoga se crea una armonía tan maravillosa a nivel energético que lo físico se queda en un segundo o tercer plano para el yogui. Y pienso: “¿Y por qué no esta sensación siempre, no sólo en las clases de yoga?, ¿y por qué no esta sensación con el resto de la humanidad, con el mundo? Y es que, lo entendamos mejor o peor, todos somos uno, todos somos yug, todos somos yoga.

Cuando vas  a las revisiones con la oncóloga y te dice que los análisis están perfectos pero que seguimos con la radioterapia y el tratamiento hormonal… Y conforme pasan los días notas, además del cansancio propio del tratamiento, el dolor de huesos y articulaciones, como si hubieras envejecido 50 años en unos meses, la menopausia inducida con insomnio, sofocos, irritabilidad, y muchos efectos secundarios más… va tu oncóloga y te dice que para evitar todos esos síntomas y aminorarlos es practicar yoga, y más yoga, y más yoga, y más yoga. Y es cuando pienso: estoy en el camino correcto y debo de seguir ahí. Doy gracias de haberme cruzado con una gran profesional como oncóloga, ya que para ella el yoga es importante tanto para pasar el tratamiento como para la recuperación.

La recuperación

Después de todo el tratamiento, quimioterapia y radioterapia, empiezo a recuperarme mejor y ya voy viendo mi pelo crecer, así es que decido volver a dar clases de yoga, reencontrarme con mis alumnas, prepararme las clases con mucho cariño e ilusión. Mi profesor me recomienda retomar las clases poco a poco, y así lo hice, pero con nuevos miedos que aparecen, como el de si no me adaptaré a dar bien las clases, ya que he perdido fuerza y flexibilidad y me canso antes; o el miedo a que se me olvide dar la serie (con la menopausia y el tratamiento de quimioterapia se pierde memoria); o el miedo a que a mis alumnas no les guste mi clase, o a perder mi esencia… Pero todo eso desaparece cuando me pongo delante de ellas y comienzo a dar la clase- Todo fluye de maravilla y son ellas las que me dicen: “Lola, has vuelto con más esencia”. Es cuando ahí siento que estoy en el camino correcto y me planteo: ¿ y por qué no dedicarme al cien por cien a esto, en ayudar con yoga, que tanto me gusta, me satisface y me llena de felicidad?

Me gustaría dedicarme al yoga en profundidad, pero sé que lo que me tiene preparado la vida tengo que aceptarlo en forma y en tiempo. Me surgen ofertas tanto de yoga como de administrativa, y ahí dejo mis semillas, a la espera de lo que me venga. Confío que todo irá bien y a su tiempo.

Y después de todo este proceso, ni bueno ni malo, simplemente un trabajo personal que ha aparecido en mi camino. Pienso, observo mi pasado, mi comportamiento, e investigo a nivel emocional cómo me valoro, que tengo que aprender sobre esto, como a decir hasta aquí, o soy buena en esto o aquello y dejar de hacer cosas que no me gustan. Estoy aprendiendo, pero no de ahora, si no de antes, que no puedo caerle bien y agradar a todo el mundo y que no puedo estar en todos sitios con todos. Me respeto mis tiempos con personas y lugares, ya que soy una persona muy emocional, y un día puedo estar muy bien y en cinco minutos estar de bajón anímico y eso hay que aprenderlo y respetarlo, y ha sido el yoga el que me ha enseñado mucho estas pautas. Y ahora cada vez más me doy cuenta de que mi sitio está en ayudar a los demás, y con el yoga me siento realizada y que estoy en el camino correcto.

Aprendiendo el yoga de la vida

Gracias al yoga todos esos síntomas físicos y emocionales los llevo mejor, con cosas que aprender aún pero aceptándolo y llevando lo mejor posible los cambios emocionales o de humor y los cambios físicos. Todo lo que surge a mi alrededor, físico, mental, emocional, lo manejo con yoga, porque el yoga no solo es una práctica física; va más allá de eso, es una forma de vivir, una filosofía de vida, es el yoga de la vida.

Yoga no es sólo en la esterilla, en tu clase con incienso y música relajada, es afrontar tu día a día con paz, serenidad y armonía para que todo se equilibre, mente, cuerpo, alma. Saber dónde estás, quién eres, qué has venido a ofrecer al mundo, cuál es tu don y conocer tu propio ser.

Lola Ferrández Ramírez. Profesora de yoga por la Escuela de Yoga Dhyana (Murcia). Licenciada en Economía por la Universidad de Murcia. Actualmente ejerce de profesora de yoga en Gimnasio Isabel Lorenzo (Alcantarilla, Murcia).