Sal del túnel. No te frustres, no te enfades, no te angusties, no te muestres débil… Tú, impasible, desafectada, elevada, luminosa. Pero para que deslumbre tu luz interior tienes que controlar, ocultar, liquidar las sombras oscuras de los sentimientos y emociones que te hacen humana… el lobo negro. Escribe Pepa Castro.
Desde la más tierna infancia estamos peleados con nosotros/as mismos/as, siempre mortificándonos por no ser perfectos. Las propias autoexigencias, inoculadas través de la educación emocional y social, son más tiránicas aún que las presiones del exterior. Nunca te ves lo bastante buena, inteligente, guapa, alegre, cariñosa, ordenada, fuerte, amable, aplicada… Tu principal enemigo son tus sombras, tu lado oscuro, tus demonios interiores, que se identifican con esas emociones que llaman negativas y que todos sentimos: los miedos, la tristeza, los celos, el desánimo, la angustia, la rabia.
Nos lo repiten nuestros padres, el maestro, el psicólogo, el cura, el libro de autoyuda, el profe yogui: esos estados emocionales son estigmas, pecados, manchas, impurezas, kleshas.. Y hay que deshacerse de ellos como sea… que siempre es peleando contigo mismo de por vida. Contra el propio temperamento, contra la propia naturaleza de la especie a la que perteneces.
Ya lo he escrito otras veces: me hace desconfiar la perfección, mejor dicho, la pretensión de perfección. Mal que le pese a la inventiva religiosa, ni somos dioses ni santos ni estamos hechos a su imagen y semejanza (¡es evidente!). Allá cada cual con sus aspiraciones pero, lejos de ser frustrante, aceptarte a ti mismo con tus sombras y vulnerabilidades te libera de la presión del catecismo, del cielo, de la iluminación, de la soberbia, de tener que estar siempre en pose de aspirante a la luz total.
Aclaremos que no estamos hablando de pensamientos ni de acciones que siempre tienen una significación moral, sino de respuestas emocionales primarias de evolución adaptativa. Todas son fundamentales para nuestra salud mental. Aun las más oscuras son maestras: nos alertan sobre nuestras necesidades emocionales o psicológicas y nos motivan a tomar acción para equilibrar nuestras vidas.
Convertirnos en seres de luz no es una opción
Tengo entre manos un libro muy interesante contra esa tendencia al optimismo tóxico de la psicología positiva. Es de Mariana Alessandri (profesora asociada de Filosofía en la Universidad de Texas Valle del Río Grande, EE.UU.) y el libro se llama Visión nocturna. Un viaje filosófico a través de las emociones oscuras. Aquí dejo estas reflexiones tan interesantes:
«En una parábola popular nativo estadounidense, que suele atribuirse al pueblo cheroki o al lanape, un hombre sabio le dice a su nieto que hay dos lobos luchando dentro de él: uno bueno y otro malo, uno pacífico y otro enfadado, uno claro y otro oscuro. El nieto, asustado, pregunta: “¿Qué lobo ganará?“. “Depende de cuál alimentos“, contesta el sabio. La metáfora de la luz quiere que interpretemos esta historia en el sentido de que no debemos ceder a estados de ánimo como el duelo y la ira, a los que algunos budistas refieren como “emociones destructivas“. Hemos oído decir en demasiadas ocasiones que la negatividad hace que nos pongamos enfermos y que si dejamos de recrearnos en nuestros estados de ánimo, terminarán por apagarse. El lobo claro ganará. Nos convertiremos por entero en luz.
Pero en el fondo sabemos que convertirnos íntegramente en luz no es una opción.
Sócrates contó una vez una historia sobre el aprendizaje. Decía que cada vez que pensamos que estamos aprendiendo –obteniendo información nueva– en realidad estamos rescatando la sabiduría de nuestro yo más profundo. Lo denominaba “reminiscencia», la idea de que ya sabemos cosas, pero necesitamos ayuda para sacarlas a la superficie. El hecho de que jamás llegaremos a ser todo luz, por más que nos matemos de hambre, es así. No es algo nuevo. Pero lo olvidamos una y otra vez y necesitamos que nos ayuden a recordarlo. (…)
Pero tenemos días malos. Y tenemos muchas y buenas razones para estar mal, para afligirnos, para estar tristes, ansiosos, iracundos, deprimidos. Mientras tanto, la alegría es esquiva, pero seguro que proviene más del sentimiento de ser aceptados tal como somos que de unos carteles motivacionales que nos dicen que nos esforcemos más. La metáfora de la luz nos sugiere sin cesar que volemos más alto, que brillemos más, pero nuestra alas, como las de Ícaro, están hechas de cera. Se derriten cuando nos acercamos demasiado al sol y caemos de nuevo a la tierra fresca, donde los árboles suelen proporcionarnos la sombra que tanto necesitamos. Y del mismo modo que las alas de Ícaro no eran un defecto del diseño del joven, los estados de ánimo sombríos no lo son del nuestro. La ansiedad, la depresión y el resto de los estados de ánimo sombríos que se exploran en este libro, no nos convierten en personas débiles ni rotas. Sí nos hacen vulnerables a la sobreexposición y nos recuerdan que los seres humanos no estamos hechos para tanto sol. Necesitamos la sombra de un árbol bajo el cual descansar y una buena noche de sueño.
Lejos de acabar con él, lo único que conseguiremos no alimentando el lobo oscuro que llevamos dentro será ponerlo de muy mal humor. Hemos intentado matarlo de hambre con una dieta a base de afirmaciones positivas, y cuando se ha negado a morir, solo hemos sentido vergüenza. Si queremos que estos dos lobos enfrentados se lleven bien, lo más prudente sería no matar de hambre a ninguno de los dos.
¿Y si intentáramos alimentar al lobo oscuro? ¿Y si le diésemos lo que necesita, como amor y comprensión, empatía y compañía? A lo mejor así se recuesta a descansar en una alfombra junto al fuego. Si lo alimentáramos bien, es posible que empecemos a ver que le crece un pelaje nuevo, espeso y brillante. Con el tiempo podría incluso buscar al lobo claro, no para dominarlo, sino para jugar. Tal vez los dos lobos el claro y el oscuro se acurrucaran juntos a nuestros pies por la noche.»
Pepa Castro es codirectora de YogaenRed.