El karma es la ignorancia a comprender, porque es la irrealidad que gobierna todo lo gobernable. La ley del karma, de la causa y el efecto, es la ley del universo/Dios/vida. Comprender su funcionamiento resulta fundamental para crearnos una mejor vida presente y futuras y, finalmente, para liberarnos de todo karma. Escribe David Rodrigo.
El karma no es real, en última instancia. Tu ser es realmente libre de la causa y el efecto, de la acción y el resultado, de toda limitación. Pero, estando atrapado en las ideas del ego, «yo soy esto –cuerpo-mente–, esto es mío, yo deseo, yo actúo, yo experimento resultados», hay que conocer bien la ley universal del karma –causa y efecto, acción y resultado– para saber qué hacer para lograr paz, claridad y fortaleza hacia tu propio objetivo vital. Y, finalmente, para sentir tu ser y ser, la meta de la vida.
En la realidad última, el Ser de todos los seres, pura Consciencia, la Existencia misma –siempre presente sin esfuerzo–, no hay movimiento, acción ni cambio, porque no hay otro. Es la Existencia en sí, que es sin causa, cambio ni fin, sin no existencia, sin no sí misma. Y la Existencia –tu verdadero Ser y el de todos– se autoconoce siempre y se manifiesta siempre, como Consciencia, Conocimiento mismo, aquí y ahora, mientras lees o dejas de leer.
Mientras que el karma, por su parte, se basa en la aparente existencia de la diferenciación de sujeto (el yo)–objeto (lo otro), instrumentos que relacionan ambos (sentidos, órganos de acción, mente). Para que haya karma –acción y resultado, material y externo o sutil e interno a tu mente– tiene que haber ese proceso trinitario. Ese proceso de sujeto–instrumento–objeto no existe siempre en tu propia experiencia diaria, porque no es la existencia, que es permanente.
No te creas nada
En sueño profundo –cuando duermes sin sueños– sólo se conoce la ignorancia –la oscuridad, la nada– y no hay acción mental ni, por tanto, física. En meditación profunda hay consciencia de la consciencia pura; no hay ni ignorancia ni su efecto, la acción mental ni física. Mientras que la Consciencia está siempre, en toda experiencia de todos los seres, en los tres estados de experiencia cotidiana: vigilia, sueño y sueño profundo. La reconoces en meditación profunda, porque cesas conscientemente la identificación con los movimientos y la diferenciación de los sentidos y la mente.
Por tanto, lo permanente –lo que existe siempre, en todo y sin cambio– debe ser la Realidad. Lo permanente en mí debe ser mi verdadero Yo. Y esto es sólo la Consciencia misma. No te creas nada. Obsérvalo todo y niégalo y sé consciente de lo que queda, la Consciencia pura. Ésta lo integra todo, sin cambiar, ganar o perder; es consciente de todo, y por ella todo brilla, aparece y desaparece.
Nuestra esclavitud autocreada
El karma es aquello con lo cada uno de nosotros nutrimos de contenido a nuestra mente–corazón, consciente y subconsciente activo y latente. Por tanto, el karma nos define y nos condiciona, tanto en el presente como en el futuro, en esta vida y en vidas futuras, y el karma es también nuestra creación individual pasada y presente, en esta vida y en vidas anteriores.
Por ello, conocer bien cómo funciona la ley universal de la causa y el efecto, del karma, es fundamental para, primero, crearnos una vida buena ahora y en otras vidas y, finalmente, escapar de la ilusión de la ley del karma y sus resultados que, buenos o malos, son siempre limitados, como todo lo que es un efecto, y, por tanto, limitante, esencialmente malo, incluso cuando es aparentemente bueno. De ahí, la filosofía del desapego.
¿Reencarnación?
Antes de empezar a diseccionar el funcionamiento del karma, veamos la relación entre el karma y la reencarnación. ¿Tiene sentido la reencarnación? ¿Cómo se explica si no que cada ser nazca con unas habilidades, tendencias, motivaciones, condiciones particulares?
La casualidad, el azar, no es una respuesta que nos ayude a comprender, adaptarnos y mejorar. Es como decir «no hay respuesta», por no decir simplemente «no lo sé».
Si la respuesta fuese la voluntad de Dios, ésta convierte al Todopoderoso en un sádico que pone a sufrir por su mera voluntad a muchas de sus criaturas.
Ninguna de estas dos posibles respuestas nos da sentido. La respuesta más lógica y liberadora es el karma, si éste se entiende correctamente. Veamos.
Existir y nacer
Por otra parte, ¿qué sentido tiene pensar que nacer –venir a la existencia– es venir de la no existencia a la existencia y, luego, con la muerte, regresar a la no existencia? ¿No existencia→existencia →no existencia?
Lo que existe ahora no puede venir de la no existencia ni regresar a ella, porque es ilógico. La existencia misma, la existencia sin causa, la primera existencia, existe porque su naturaleza es existencia. Esa existencia que es y no tiene causa, tampoco tiene fin. Todo lo que nace, muere. Pero lo que es sin nacer, no muere. La existencia es infinita.
Tampoco cambia, porque en ella no existe su contrario, porque éste es la no existencia. Para cambiar necesitas diversidad con la que relacionarte y cambiar. Esa diversidad puede ser externa (otro) o interna (partes). Y el otro de la existencia, lo diferente a la existencia, simplemente no existe, porque es no existencia. Por tanto, la existencia es infinita, inmutable, una y sin partes.
Y para actuar ya hemos explicado arriba que se necesita la trinidad de: sujeto (el yo que actúa)–objeto (sobre lo que actúa)–instrumentos (con los que actúa; sentidos, órganos de acción, mente). Es decir, para actuar se requiere de otro diferente o de partes diferentes en uno mismo. Ninguna diferenciación existe en la existencia, porque lo diferente a la existencia es la no existencia.
Por todo ello, la existencia es infinita, inmutable, una, sin partes ni acción
Yo existo. Eso todos los sabemos directamente, sin ninguna duda, sin necesidad de que nadie nos lo indique. Yo soy, yo sé que soy. El tema es ¿quién soy?
Yo existo, hay existencia en mí, soy existente y la existencia es una, infinita, sin cambio ni acción, como hemos visto lógicamente. Por tanto, antes de nacer este cuerpo, ya existía; y, con la muerte de este cuerpo, existiré.
La insatisfacción permanente
Lo que nace aparece en la existencia como sujeto diferenciado, con sus instrumentos diferenciados (cuerpo–mente), que se relaciona con objetos diferenciados (el mundo) desde el deseo consecuencia del ego: la idea de ‘yo soy este individuo separado’, necesitado, por tanto, de plenitud, en una insatisfacción profunda que se vuelve permanente porque busca rellenarla con más diferenciación que aparece en la existencia (amor, placer de los sentidos, poder, dinero, salud, fama, etc.).
Esta insatisfacción profunda del ser humano es un anhelo innato de sí mismo, de su verdadero Yo, de verdad, que sólo se llena con lo eterno. La vida es una constante fluyendo en los cambios aparentes. Y el objetivo último de la vida humana es realizar esa constante.
Hemos caído por ignorancia radical de quién soy yo en la identificación con el yo separado, este cuerpo–mente, este individuo, que es diferente a todos los demás individuos porque arrastra consigo unas condiciones particulares: su propio karma.
Demostrada así la filosofía de la reencarnación y el karma, tenemos que comprender bien el funcionamiento de la ley del karma.
(Próxima entrega semanal: El Funcionamiento del karma)
David Rodrigo, maestro tradicional de Advaita Vedanta, Yoga Sutras y Meditación, que transmite la luz, el amor y el poder de esta sabiduría universal como filosofía de vida, experimental y práctica.
Estudió y practicó tradicionalmente en Rishikesh, India (2008-14), donde empezó a transmitir. Cofundador en España de la Escuela de la Vida Plena, un viaje de autoconocimiento de la plenitud y la armonía de tu Yo Real y de la Vida.Cursos abiertos (online y presencial):
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