Contemplo a los peregrinos caminando por las orillas del Yamuna. Lo hago desde el gath del ashram, la escalinatas que conducen al río. Desde tiempos inveterados visitan Vrindavan, la ciudad de Krishna, la ciudad del amor incondicional. Caminan por sus calles y asisten a los dharsans, apertura de los sagrarios donde se encuentran los murtis (estatuas, relieves o retratos) que representan las deidades. Escribe Gopala.
Y sobre todo caminan por el río sagrado, el Yamuna, que con el Ganges forman ese dueto de aguas que se funden, como las almas en el océano y que en la India son la naturaleza sagrada a la que pertenecemos. Me fundo.
He visitado el templo de Radha Ramana, allí donde el amor de Radha a Krishna y de Krishna a Radha se palpa en las paredes, en la columnas, en cada esquina. La ceremonia se inicia a las 04:30. Levantarse antes de las 4 de la mañana parece aquí una forma de vivir cada día y es pura belleza.
Misterio
El templo se abre poco antes. Suenan campanas y timbales. Nada en la India es silencioso. Cuando penetro en el espacio que precede al sanctasanctórum, el escenario donde Krishna y Radha permanecen descansando, hay profunda devoción y expectación en los peregrinos. También en mí. Entran en el templo descalzos, tras su caminar por Vrindavan. Una mujer da una vuelta a un pequeño altar donde se depositan ofrendas de luz, prende una lamparilla que apenas sostiene una mecha minúscula y la voltea con esmero, mostrando un respeto infinito al instante y al lugar. Es la perfección del aquí y del ahora. Debe ser eso: un instante de dicha que expande sin pretenderlo. Me toca el corazón. Deja la ofrenda de luz y continua su recorrido hasta colocarse frente al telón que cubre el sanctasanctórum. Huele a aceite.
Vuelven a sonar campanas, el bullicio se activa. Se descorre en primer lugar un telón rosado que deja al descubierto un segundo, en tonos azulados, que permanece cerrado, poniendo la atención de los peregrinos cada vez en un espacio más pequeño. Hay un juego teatral en la exposición de los murtis que está relacionado con la brevedad de su presencia al descubierto. Dicen que no debemos permanecer demasiado tiempo en su drishti, su profunda y penetrante mirada, por su delicada, pero poderosa energía. El segundo telón, en forma de cortina, se corre por el oficiante. Ahora sí. Una preciosa estatua de Krishna y de Radha juntos, cubiertos cada uno por una sombrilla protectora del sol. Vestidos, ataviados con joyas, relucen como estrellas y lunas. Contemplo la energía que se desprende en el momento.
Miradas profundas, directas, de rabioso presente.
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Como os conté en nuestra segunda entrega, la narración diaria del Srimad Bhagavatam viene acompañada de otras prácticas en el ashram. Cada una de ellas tiene un color y un aroma, pero todas me ayudan a experimentar la escucha del purana en la tarde con mayor atención:
La primera es la repetición del Maha Mantra, el mantra de Krishna. Es la práctica con la que se inicia el día. Músicos locales entonan el Hare Krishna, Hare Krishna, Krishna Krishna, Hare Hare. Hare Rama, Hare Rama, Rama Rama, Hare Hare. Harmonium, manjeera y pakhavaj. Sonidos sencillos y elevadores. Mantengo la atención en la escucha y en la verbalización. Unas veces en alto, otras susurrando y otras mentalmente, tres de la formas clásicas de utilizar el mantra. Los pensamientos se sumergen en el mantra. Van y vienen hasta que se diluyen. Vuelven. Les invito a salir: no están invitados. Mantengo la atención. No es fácil durante una hora, pero es una gran medicina para despertar.
La segunda es la lectura completa, en sánscrito, del texto original del Srimad Bhagavatam que se lleva a cabo ininterrumpidamente durante la semana. En un sencillo templo en el jardín, sentados en el suelo, dos pandits leen el texto de principio a fin. Me siento con ellos, escucho el sonido del sánscrito. Mi mente no entiende nada pero mi corazón sí. Escucho, escucho.
A las 14:00 se inicia la puja. La pujas son ceremonias tradicionales que forman parte del Bhakti Yoga, esa senda del yoga que tan difícilmente se abre paso en los gustos de los yoguis occidentales. Por nuestros lares parece que las pujas se han eliminado, de manera forzada, de la práctica habitual del yoga. Es un gran error. Te recomiendo que no las olvides. Las flores embriagan el espacio reducido donde se ofrecen frutas, frutos, dulces y velas. Una imagen de Krisna, el amor incondicional, preside el rito. Los pandits repiten los mantras védicos.
El sonido no cesa.
Es fácil estar aquí.
Colores, aromas y sonido en perfecto equilibrio generan presencia.
Estoy presente.
¿Qué más puedo pedir?
Gopala es profesor de los Centros de Yoga Sivananda Vedanta.
La peregrinación: Para celebrar mi jubilación como gerente del Consejo general del Poder Judicial, he decidido sumergirme en un peregrinaje a la India del Norte con swamis, profesores y estudiantes de los Centros de Yoga Sivananda Vedanta. Por el mero gusto de compartir te lo iré contando, no como un diario narrativo del viaje, sino como un surgir de experiencias personales. Así nace “Impresiones de un peregrinaje a la India”. Gracias a YogaenRed por hacértelo llegar.
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Puedes ver los detalles de los lugares del peregrinaje en https://www.sivananda.at/es/sivananda-yoga-yatra/