El yoga, como cultura universal o como camino de autorrealización, nos pertenece a todos los seres humanos. Los contextos, las sociedades, los medios nunca son lo esencial. En este sentido, el yoga está preparado para evolucionar, cambiar, transformar incluso sus herramientas, que sirvieron en ciertas épocas pero que ahora no se acomodan a las necesidades o inquietudes del mundo actual. Escribe Mayte Criado.
Hace tiempo, en la Escuela Internacional de Yoga comenzamos a usar este slogan: Otro yoga es posible.
Ha sido una de las formas con la que hemos querido dar respuesta a todo ese yoga que nos impone un ritmo y una exigencia que vienen a sumarse al agotamiento y al estrés que la mayoría padecemos. Una forma de contestar, en nuestro pequeño mundo, al ruido ensordecedor de los medios, de las redes mal llamadas sociales, del marketing de guerrilla y del consumismo exacerbado que luce nuestra cultura del bienestar. También ese yoga que sabemos reconocer como el gran Yoga o el verdadero Yoga convive hoy día con todo este movimiento actual e inevitable. Aunque no nos sorprende, creemos que otro yoga es posible, capaz de incluir lo no entendido y también de preservar algunos de sus fundamentos más importantes e incorporados a las vidas de muchos/as para dar un sentido trascendente a la existencia.
Creo que el yoga, como cultura universal o como camino de autorrealización, nos pertenece a todos los seres humanos. Los contextos, las sociedades, los medios nunca son lo esencial. En este sentido, el yoga está preparado para evolucionar, cambiar, transformar incluso sus herramientas, que sirvieron en ciertas épocas pero que ahora no se acomodan a las necesidades o inquietudes del mundo actual.
Cuando decimos que «otro yoga es posible” estamos expresando cierto desacuerdo con asociar un yoga evolutivo o un yoga en evolución con la vorágine a la que nos someten las propuestas narcisistas que se exhiben buscando likes, o estos yogas de la exigencia que enfrentan retos físicos, inaccesibles para la mayoría, o retos sociales que estresan y agotan a la mente humana. Cuando hablamos del yoga en evolución nos referimos a un yoga abierto e inclusivo que no pierde el respeto, la sensibilidad o los aspectos bondadosos que impulsan a favorecer perspectivas renovadas para el bien común.
Otro yoga se hace posible justo porque evoluciona cambiando desde dentro. Esta época en la que vivimos necesita acrecentar la presencia creativa de lo femenino para dar consistencia y generar una mirada integradora de la tradición a través de una síntesis crítica y a la vez comprensiva del legado recibido. Es vital que se renueve nuestra relación con eso que llamamos lo sagrado o lo profundo de la existencia para poder vivir el yoga desde lo humano, y esto sí supondría cultivar una presencia genuina y plena para un yoga en evolución; un yoga que vive en el corazón y se despliega en lo cotidiano, en el mundo de las formas, entre los problemas y el dolor que nos trae la vida.
El altar del servicio
En realidad, es el yoga que representamos en los altares, en los símbolos que nos acompañan, en las relaciones y los pensamientos que nos atormentan y nos revelan como seres humanos.
Es también el yoga que vive en las dificultades, en la timidez y en el no saber. Y debe servirnos para acercarnos a los demás y llevarnos a compartir aquello que creemos que puede servir. Esta vivencia del acompañamiento consciente es el yoga que despliega lo humano en su hermosa evolución como camino de servicio.
Es esta actitud de ofrecer nuestra presencia a la vida lo que hace que cualquier situación humana sea sagrada. Es todo lo mundano plenamente conectado con la esencia lo que nos entrega sin más a la vivencia del Todo.
Otro yoga es posible, el yoga que se despliega en lo humano a través de:
- La sensibilidad: un modo de practicar que se acomoda al momento, atiende a lo que somos y nos acoge con sutileza…
- El respeto al cuerpo: una actitud bondadosa que se hace presente allí donde verdaderamente nos encontramos y no donde quisiéramos estar.
- La conciencia sobre nosotros/as mismos/as: un tipo de silencio que nos permite atender la voz del cuerpo.
- La respiración consciente: el puente que une lo de dentro y lo de fuera, el cuerpo y el alma, lo trascendente con lo humano.
- La precisión: un modo de conducirnos en las prácticas con voluntad y comprensión. La técnica al servicio de la conciencia y no al contrario.
- La escucha: el despertar de la inteligencia del cuerpo para aflorar sus recursos naturales.
- La vivencia de lo femenino y lo masculino como fuente de equilibrio: un equilibrio basado en la fortaleza y la creatividad. La mirada que permite reconocernos en la cotidianeidad y en el mundo con bondad.
Mayte Criado. Fundadora de la Escuela Internacional de Yoga
www.escueladeyoga.com
91- 4166881 – 648 078 824
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