Hinduismo eres tú, se podría responder. Y es que se puede ser hinduista sin conciencia de serlo, como aseguró el autor del libro, solo por llevar una vida coherente con algunos de sus principios. En el hinduismo cabe todo, todo lo acoge. Como entraron un sinfín de historias y derivaciones en la amena charla filosófica a cargo de Juan Arnau y Javier Ruiz Calderón, presentados por Luis de Miguel, director de Casa Asia.
Con un aforo completo en Casa Asia de Madrid, el jueves pasado estuvimos en la presentación del último libro de nuestro colaborador Javier Ruiz Calderón, ¿Qué es el hinduismo?, un libro diáfano en su conocimiento preciso del tema –también como practicante– y claridad expositiva, como corresponde al nivel docente del autor, doctor en filosofía y profesor universitario especialista en hinduismo y filosofías y religiones de la India.
No se habló mucho propiamente de hinduismo en la presentación, pero para eso quedó claro que ya está el libro, que aborda los aspectos fundamentales de esta desbordante religión cuya inmensa materia es «equivalente quizá a las tres religiones abrahamánicas juntas».
Dice el autor de ¿Qué es el hinduismo? en el libro:
«Lo más llamativo del hinduismo es su enorme diversidad. En el hinduismo se han dado el politeísmo, el henoteísmo, el monoteísmo, el panteísmo, el deísmo y el ateísmo; ha habido filosofías pluralistas, dualistas y monoteístas; se ha creído en la reencarnación, pero no siempre, y algunos de los que han creído en ella no han aceptado la posibilidad de liberarse de este ciclo; se ha buscado la salvación por la sabiduría, el control mental y físico, la devoción, el servicio desinteresado… o, más comúnmente, no se ha buscado; hay muchos dioses y diosas distintos, muchas corrientes, sectas, teologías, filosofías, escrituras y maestros religiosos, con doctrinas o enseñanzas diferentes e incluso contradictorias. En el hinduismo conviven la contemplación y el activismo, la no violencia y los sacrificios sangrientos, la mística y el materialismo, la ciencia y la superstición, el ritualismo obsesivo y el antiritualismo, el moralismo y la transgresión calculada de las normas, la metafísica, más abstracta y el rechazo de toda especulación, Cada fiel, según sus circunstancias y preferencias, selecciona unos u otros elementos de este inmenso muestrario y se hace su propio hinduismo. Porque en esta religión no hay unidad de creencias o de prácticas, ni autoridad o jerarquía central alguna que defina lo que es ortodoxo para todos y lo que no lo es.
(…)
Esta descentralización y la diversidad de creencias, prácticas, instituciones, etc., ha llevado a algunos especialistas a afirmar que el hinduismo no es una religión, sino un conjunto o familia de religiones; pero la mayor parte de los hinduistas actuales se consideran miembros de una tradición común, procedente de la revelación védica y que se articula en torno a la idea de un dharma o ley universal, que, aunque sea única y válida para todos, adopta múltiples formas, todas aceptables, cada una de ellas más adecuada para una clase de personas, según su temperamento, grado de evolución espiritual o circunstancias personales».
Derivadas filosóficas sobre la mente
La filosofía fue en realidad la protagonista del acto en la intervención de los dos filósofos. Juan Arnau lució elocuencia al derivar el tema hacia el budismo y sus aportaciones a diferentes corrientes de pensamiento y religiosas, incluso a los Yoga Sutra. Finalmente el discurso se encaminó hacia la mente y la conciencia en el yoga y el vedanta. «Yo no soy el cuerpo ni la mente, sino la conciencia testigo».
Juan Arnau: «Para la ciencia oficial, la conciencia carece de relevancia en el entramado del espacio-tiempo. Se considera un mero epifenómeno del cerebro, aquello que no cambia y hace posible los cambios. Un epifenómeno es un fenómeno de un fenómeno. Pero un fenómeno es aquello que se aparece a la conciencia. Es decir, el término fenómeno forma parte de una polaridad y no puede entenderse sin una conciencia que lo advierte o experimenta. El mundo entero es conciencia ininterrumpida. Mientras la ciencia moderna tiende a negar realidad a la conciencia, el vedānta advaita hace lo propio con la materia, que entiende como mera ilusión, juego o espejismo».
En resumen, un aperitivo filosófico nada ortodoxo, con demasiados platillos, algunos más digeribles que otros pero todos sabrosos, que nos abrió las ganas de darnos un buen atracón en el futuro en los libros, cursos y talleres en los que podamos profundizar con Javier Ruiz Calderón y Juan Arnau.
Sobre el hinduismo, recomendamos leer ¿Qué es el hinduismo? de Javier Ruiz Calderón, en una estupenda edición de Editorial Senderos.
De Juan Arnau, además de sus muchos libros, podéis leer sus artículos en la revista Babelia. Cuatro de indudable interés para el yoga: Aurobindo Ghose: la aspiración supramental, Ramesh Balsekar: el juego impersonal que no cesa, Ramana Maharsi, la solución india, y Nisargadatta, la atención distraída.
Un párrafo de Ramana Maharshi, la solución india
Lo hemos extraído de este artículo porque nos parece una cita brillante y esclarecedora sobre mente y conciencia:
«La conciencia no puede ser pensada, ha de ser vivida. No podemos aproximarnos a la conciencia desde el pensamiento, que es su efecto y la encubre. No sirven aquí las inferencias. Cualquier tipo de representación que hagamos de ella constituye un producto más de la mente, un conocimiento mediato. Esas dificultades no significan que no exista la conciencia o que no pueda ser experimentada. De hecho, la conciencia es lo más real que existe, lo único que conocemos de un modo directo e inmediato. Es así como el pensamiento hindú soluciona el problema mente-cuerpo. Estableciendo tres niveles ontológicos (que forman una unidad y se despliegan en continuidad): conciencia-mente-materia.
Hablar de ese otro yo que conoce, que no es un yo mental, es ya dejarse enredar por el mundo conceptual, por el mundo de las palabras y los símbolos. Pero si tenemos siempre presente que el mapa no es el territorio, puede ser de utilidad una breve descripción. La diferencia conceptual entre mente y conciencia puede ayudar a suscitar una distinción experiencial. La meditación busca precisamente eso, el contacto con una conciencia despojada de las formas mentales que habitualmente la encubren. Se trata de “aislar” la conciencia. Los métodos son múltiples y pueden agruparse en cuatro. (1) La vía devocional. La más sencilla y frecuentada. La entrega sincera y absoluta a lo divino que conduce al desmantelamiento del yo pensante y activo. Es la vía que han seguido los grandes místicos de todas las épocas. (2) La vía de la acción. Actuar en el mundo, pero desprendiéndose de los frutos de la acción, sin atribuirse uno mismo lo que hace. Una vía descrita en la Bhagavadgītā. (3) La vía del yoga, el óctuple sendero expuesto en los Yogasūtra de Patañjali. (4) La vía del conocimiento (jñāna), que consiste en deconstruir la mente con la propia mente. Es decir, entender la mente tal cual es sin quedar atrapado por sus hechizos e ilusiones. Intuir la realidad condicionada y vacía de la mente, observarla desde el yo cognoscente (ātman). Esta última vía, denominada “indagación del ātman” (ātma-vicāra) por Ramana Mahashri, es la que trataremos de describir».