El discernimiento, una guía ética contra la confusión

2024-10-21

Estamos perdiendo la batalla de la libertad interior en manos de la desidia, el desencanto y la confusión. Por eso es urgente entrenar la capacidad de discernir, a fin evitar que nos manejen a su antojo quienes solo nos ven como sumisos consumidores. Escribe Pepa Castro.

el roto

Ilustración de El Roto, siempre genial.

Dice el filósofo José Antonio Marina que la juventud está intoxicada de comodidad y pantallas: “La libertad viene de la capacidad de autonomía, de la capacidad de pensar por tu cuenta, de tomar decisiones, no de delegar las decisiones o los razonamientos al sistema o a los influencers…” (1).

Jóvenes o mayores, quienes tratan de mantener el pensamiento claro y sereno para lograr una mayor conciencia y calidad humana, no lo tienen fácil. El mundo está gobernado por intereses que nos quieren adictos al confort de no pensar, aturdidos por el ruido exterior, enganchados al relativismo ético, a los bulos, a las teorías conspiratorias absurdas, a los miedos paralizantes, a los charlatanes y falsos gurús… Desarmados moralmente, solo queda que nos agiten nuestros sentimientos más primitivos para que la división y el enfrentamiento entre nosotros acabe de sembrar el desconcierto.

Sí se nos permite, e incluso se promueve, el recurso infantil al pataleo contra todo y contra todos, la bronca maximalista, la queja de trazo grueso sobre lo todo lo que nos falta a unos y les sobra a otros. Pero es una indignación impotente y tóxica que solo nos mantiene distraídos y aumenta aún más el barullo del circo mediático y el desafecto hacia las instituciones que se crearon para proteger nuestros derechos.

Lo cierto es que la queja compulsiva y la desconfianza hacia todo no hacen más que alejarnos del pensamiento crítico construido sobre la base del conocimiento, la ponderación y el discernimiento, que es nuestro personal escudo protector.

El discernimiento y el yoga

Hace mucho tiempo que los propagandistas en nómina de los grupos de poder se dieron cuenta –como mucho antes, y por muy distintos motivos, los yoguis antiguos– de que la psique agitada y confusa es incapaz de pensar con lucidez. Un hallazgo simple pero definitivo que hoy, con el protagonismo de las redes sociales, se maneja magistralmente mediante campañas de ruido y desinformación que deprimen cada vez más nuestro sistema defensivo mental, basado en la atención y la capacidad de discernir, mientras aumenta más y más nuestra sensación de impotencia.

El discernimiento es la facultad de analizar y distinguir algo de otra cosa, señalando las diferencias e identificando los sesgos y patrones que subyacen tras un pensamiento o creencia. Sin atención y sin el escáner de la consciencia, esa chispa de inteligencia valorativa, función de la mente superior, no puede encenderse.

Dice Alistair Shearer (2) en su libro recientemente publicado en español, Historia del yoga (Ed. Trotta): “Buddhi es el poder de discriminación o distinción, el músculo, como quien dice, de la elección, y como todo músculo, cuanto más se use, más se fortalece. En el nuevo mundo feliz de las instrucciones algorítmicas que invaden insistentemente nuestra conciencia, el discernimiento está adquiriendo cada vez más importancia. Al final, la atención es el don humano más preciado y el yoga nos enseña cómo administrarla prudentemente porque, entre otras cosas, cuando centramos la atención en algo, le otorgamos a nuestro objetivo más vida, más relevancia”.

La atención secuestrada

Los sesgos cognitivos son “atajos” para procesar rápidamente la información que llega al cerebro, ante la necesidad de formarnos juicios al instante o tomar decisiones inminentes. Nuestras mentes, sobrecargadas de información, ya están formateadas por el hábito no consciente de recurrir a ellos a la hora de evaluar y razonar. Desde los sesgos más conocidos como el de generalización (extraemos una conclusión general a partir de una anécdota) o el de confirmación (damos por cierto lo que coincide con nuestras creencias), cientos de estas interpretaciones inconscientes (ver 50 de ellas como ejemplo) colonizan nuestros análisis de la realidad. Y las redes sociales no han hecho más que agravar este fenómeno, secuestrando nuestra atención y la capacidad de evaluar argumentos y distinguir lo real y lo importante de lo falso y lo banal. (Nos conviene mucho conocer estos sesgos para tomar conciencia de cuándo los estamos empleando).

Como cualquier otra función de nuestra psique, la capacidad de discernir gana eficiencia con la práctica cuando se nos plantea un problema o una duda y tenemos que decidir la acción a tomar. Es terrible que esa facultad, sin duda la más valiosa en cuanto que permite ejercer correctamente la libertad interior, asumir la responsabilidad de nuestras decisiones y dar con las soluciones correctas a nuestros problemas, acabe siendo erosionada por el visionado compulsivo de la banalidad de Tiktok o Intagram, o manipulada por las campañas desinformativas de quienes solo persiguen el poder o el dinero fácil.

La responsabilidad de elegir y actuar

Entre la credulidad ingenua y la desconfianza crónica hacia lo que nos cuentan, solo nuestro criterio personal marca el camino a seguir. Y es una responsabilidad importante de cada uno formarlo acudiendo a fuentes honestas, fiables, expertas. Si erramos, lo asumiremos y aprenderemos la lección, pero lo peor es equivocarse por seguir con ojos cerrados a los indocumentados pescadores de ríos revueltos.

La práctica de la atención plena y la meditación, en cuanto sistemas de calma y purificación de la mente, son sin duda maravillosas herramientas para hacer aflorar la intuición y sabiduría interior y profundizar en la capacidad de discernir. Nos ayudan a ver más claro en la oscuridad y en la confusión para elegir, que no evadir, la acción correcta.

Con todos sus defectos, en nuestra sociedad –a diferencia de otras– aún podemos elegir muchas cosas, como por ejemplo de qué lado ponernos o hasta dónde llegar en un dilema ético. Porque solo sabremos si una decisión o una interpretación es cabal, justa o virtuosa si sintoniza con nuestro sentido de la integridad y nuestra sensibilidad; es decir, si mantenemos nuestra ética como guía. El discernimiento ético es el fundamental, la base de toda la práctica de yoga”, ha escrito Javier Ruiz Calderón en YogaenRed. Y es que no hay evolución personal ni espiritual posible sin rectitud e integridad, es decir, sin valores éticos que sean luces de referencia a la hora de indagar sobre uno mismo y sobre lo que se nos ofrece en el mundo que nos rodea.

(1) Ver entrevista completa de Ethic.
(2) Reseña informativa aquí.

Pepa Castro es codirectora de YogaenRed.