Yoga en la infancia 1/ Cómo enseñar yoga a los niños

2024-08-01

Esta nueva sección de ‘Yoga en la infancia’ reunirá los 10 más brillantes artículos ya publicados en YogaenRed por prestigiosos especialistas en yoga dirigido a la infancia y aplicado a la educación integral de niños y niñas. En esta ocasión inaugura la serie el maestro Ramiro Calle con este artículo.

yoga infancia

Foto de Kamaji Ogino

Según sea la edad del niño, así será necesario servirse de determinados lenguajes y hacer la clase más o menos dinámica e imaginativa. La mayor dificultad en la enseñanza a niños es cuando éstos tienen una edad inferior a cinco años, pero también depende mucho de la naturaleza del pequeño y del interés que ponga.

El profesor, no obstante, tiene que tratar de utilizar todas las estrategias que se le ocurran para motivar al niño y avivar su atención e interés. La labor muchas veces no es fácil. Hay que evitar, en cualquier caso, que el niño se aburra. Por eso es especialmente importante el lenguaje que utilice el profesor, al alcance siempre del niño, y el modo de hacerle participar con atención e interés en la práctica.

Para niños menores de cinco años puede ser muy eficaz, para incitarles a ejecutar las posturas, hacerles participar de una aventura o cuento que el profesor puede ir narrando en la medida en que se va desarrollando la práctica. La inventiva del profesor será muy útil para narrar al niño distintas historias en las que él se sienta como principal protagonista y vaya imitando y ejecutando las posiciones de aquello que incluimos en la historia.

Si, por ejemplo, el profesor quiere invitar al niño a que ejecute la postura del Puente o de la Montaña, en su narración incluirá un puente y una montaña, y le dirá que van a imitarlos. Hay que aprovechar la tendencia mimética del niño y utilizar no solo el adecuado lenguaje verbal sino el gestual también.

Una narración muy socorrida es la de hacer un viaje de aventuras por la selva y el desierto. El profesor y el niño ven una cobra y el profesor hace la postura de la Cobra diciéndole al niño que también la haga; o ven un saltamontes, y realizan dicha postura. Divisan un camello, y hacen la postura del Camello. Idean construir un columpio y efectúan la posición del Columpio.

Cuando en un prado ven a una vaca pastando, realizan la postura de la Cabeza de Vaca y para imitar a los árboles que van contemplando, la postura del Árbol. De repente cruza un avión por el cielo, y lo imitan haciendo la postura del Avión. Y al ver una alondra, harán la de la Alondra, en tanto que al escuchar el trino de un ave, hacen la del Ave, o por la noche al encender una vela para iluminar la cena, hacen la de la Vela, o al contemplar la luna en el firmamento, ejecutan la de la Luna.

No imponerles la práctica

También se le pueden enseñar, adecuando de nuevo el lenguaje a la edad del niño, ejercicios básicos de respiración, como la abdominal, la intercostal y la clavicular, mostrándole primero cómo el lo hace y haciéndole observar cómo la zona se dilata al inspirar. Con respecto a la relajación también hay que adaptar el lenguaje.

Nunca el niño debe sentir que se le impone la práctica ni que el lenguaje pueda resultar coercitivo.

En cuanto a niñas y niños de más edad, bastará con que el profesor, siempre de buen humor y formas afectuosas, vaya mostrándoles cómo hacer la postura y les invite a imitarle, haciéndola él, por supuesto, previamente. El mayor obstáculo puede ser que el niño se aburra. Es labor del profesor poder fidelizar al niño a la práctica y conseguir que el niño se tome la misma en serio y a la vez no experimente tedio. No obstante, un número de niños no terminarán por adaptarse a la práctica y hay que evitar imponérsela y dejarles en libertad de abandonarla. A mis alumnas que me preguntan si deben imponer que sus hijos vengan a las clases de yoga, siempre les digo que esa es la mejor manera de conseguir que nunca asuman el yoga con agrado.

A través de la práctica asidua el niño irá aprendiendo a familiarizarse con su cuerpo y mejorar la coordinación psicomotora; obtendrá más dominio sobre sí mismos, aumentará su capacidad respiratoria y mejorará la elasticidad de sus músculos y articulaciones, tranquilizará su sistema nervioso y equilibrará su carácter. El yoga, que además carece del elemento competitivo y estresante, le ayudará a explorarse experiencialmente y conocerse, a saber regular mejor su unidad psicosomática, a calmar su mente y concentrarla. Se convertirá en un aliado de por vida. Por eso cabe esperar que, como ya ha empezado a suceder, cada día el yoga se vaya introduciendo más en colegios e institutos.

La madre o el padre, o ambos, pueden ser los primeros mentores de yoga de sus hijos si ellos mismos lo practican. En la medida en que los niños les vean practicar yoga en casa, por inclinación mimética tratarán de imitarles y convertirán la práctica en un “juego” sumamente beneficioso y provechoso.

En las experiencias de yoga llevadas a cabo con niños se ha puesto de manifiesto que logran tranquilizarse extraordinariamente mediante su práctica y que incluso los más nervioso o agitados se calman. Eso mejora su rendimiento escolar y se sienten más motivados con los estudios.

A gusto consigo mismo

Como el yoga no invita a ningún tipo de competición, colabora a que el niño se sienta a gusto consigo mismo. Para pequeños con mala coordinación en sus miembros, la práctica del yoga es idónea. Es importante que el niño vaya estableciendo por sí mismo, a través de la práctica del yoga, una óptima coordinación cuerpo-mente. Los niños o adolescentes con marcados trastornos de afectividad o de la psique pueden practicar el yoga con beneficio, asistidos por su psicólogo, como terapia coadyuvante.

Si el muchachito encuentra en el yoga una fuente de vitalidad y sosiego y aprende a disfrutar del conocimiento de su cuerpo y de su mente, permanecerá toda su vida en la práctica del yoga. De hecho, en nuestro centro llegan a reunirse a veces los abuelos (que empezaron de muy jovencitos con la práctica del yoga), los padres y los hijos. Y paulatinamente el adolescente va comprendiendo que el yoga es una actitud de vida o él mismo lo va tomando como un arte de vivir y la esencia del yoga va impregnando su vida, permitiéndole tener una mente más atenta, sosegada y firme.

Ramiro Calle. Más de 50 años lleva Ramiro Calle impartiendo clases de yoga. Comenzó dando clases a domicilio y creó una academia de yoga por correspondencia para todo España y América Latina. En enero de l971 abrió su Centro de Yoga Shadak, por el que ya han pasado más de medio millón de personas. Entre sus 250 obras publicadas hay más de medio centenar dedicadas al yoga y disciplinas afines. Ha hecho del yoga el propósito y sentido de su vida, habiendo viajado en un centenar de ocasiones a la India, la patria del yoga.