El desconocido Cuenco de luz de la leyenda india, junto a los talentos de la parábola del Nuevo Testamento son las analogías más utilizadas para representar nuestro crecimiento interior, los frutos del yoga y los motivos que dan sentido a nuestra existencia. Escribe Pedro López Pereda.
La leyenda del cuenco vacío
Hay una leyenda oriental que relata la historia de un hombre que recorría los más importantes santuarios buscando maestros que le dieran una respuesta a la sensación de vacío que sentía en su interior. A todos les explicaba que, durante toda su vida, había cumplido con todos los preceptos en el campo material y en el espiritual, había triunfado social y económicamente, pero en su interior seguía sintiendo insatisfacción y vacío.
Después de visitar muchos lugares santos sin hallar respuesta, llegó a un templo a los pies del Himalaya, donde un sabio yogui le dijo:
—Eres un gran buscador, pero no has sabido buscar en el sitio adecuado. Te has llenado de todo, pero no has sabido llenar tu cuenco interior.
Aquel maestro le explicó que el Cuenco de luz de su interior estaba vacío y que para empezar a llenarlo tenía que crecer internamente, desarrollando de forma ordenada los siguientes valores: la perseverancia, la creatividad, la atención, el amor, la sabiduría y el discernimiento. Cada una de estas cualidades representa una experiencia distinta, pero todas están conectadas y, cuando se armonizan juntas, configuran la base de nuestro crecimiento espiritual y el contenido de nuestro cuenco.
Los «talentos» bíblicos
El contenido del Cuenco de Luz es el “capital” espiritual que nos llevamos al plano superior, un capital que custodian nuestros chakras durante toda nuestra vida, como si se tratara de los talentos de la parábola del Evangelio:
“Porque el reino de los cielos es como un hombre que, yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad”. Y al que no fue capaz de invertirlos le dijo: “Siervo negligente, deberías haber dado mi dinero a los banqueros y, al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses”.
Esta parábola, que compara lo inmaterial con un capital monetario, especifica claramente que debemos invertir con diligencia los talentos que hemos recibido: “Os digo que a todo el que tiene, se le dará; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene”.
Los chakras son los responsables de custodiar y posteriormente transferir nuestros frutos al Ser. Para explicar esto último, vamos a utilizar una analogía que indica la función específica de cada uno de los chakras y el proceso mediante el cual se transmiten nuestros talentos del plano físico al plano superior:
Analogía de los tres talentos
1. El talento del chakra Raíz y la inversión en «bienes raíces»
Muladhara, nuestro chakra Raíz, se encarga de custodiar nuestro talento más tangible o tamásico. Son inversiones de baja frecuencia fáciles de evaluar, que configuran nuestras acciones y experiencias relacionadas con la energía, nuestra capacidad de hacer cualquier tipo de actividad. Todos los intereses conseguidos en este proceso se custodian en Svadhisthana generando así la capacidad de crear.
Estas inversiones aumentan su valor cuando superamos los siguientes obstáculos mencionados por Patanjali:
- Vyádhi: la enfermedad
- Pramáda: el decaimiento
- Álasya: la pereza
- Alabdhabhúmikatva: la falta de iniciativa
- Anavasthitatva: la falta de constancia
Y cuando potenciamos los siguientes niyamas (prácticas de autopurificación):
- Santoṣa: aceptación de uno mismo y de nuestro entorno
- Tapas: austeridad y perseverancia
2. El talento sensible y la inversión en «valores»
Nuestro chakra Manipura se encarga de custodiar nuestro talento más fluctuante, el rajásico. Estas inversiones son de frecuencia media y están relacionadas con la percepción y los sentimientos. Sus intereses configuran en Anahata la fuerza más poderosa de la naturaleza: el amor.
¿En qué se diferencian los valores y los bienes raíces?
Tradicionalmente se consideraba que desarrollar la energía invirtiéndola en bienes raíces era lo más rentable. Pocas personas entendían cómo podíamos crecer gestionando el mundo emocional. Actualmente sabemos que el “mercado de valores” ofrece muchas más alternativas de crecimiento. Una formación eficiente en habilidades sociales y emocionales permite que los buscadores puedan maximizar sus objetivos.
Estas acciones aumentan su valor cuando superamos los siguientes obstáculos:
- Styána: la indolencia, la apatía
- Avirati: la avidez, el deseo
Y cuando potenciamos el niyama:
- Śauca: pureza, claridad mental y limpieza a todos los niveles
3. El talento sutil y los «fondos de inversión
El chakra Vishuddha se encarga de custodiar nuestro talento más sutil: el sáttvico. Son inversiones de alta frecuencia.
Un “fondo sáttvico” es una alternativa de transacción que tiene que ser administrada por seres expertos. Sus intereses, denominados sabiduría, los custodia Ajna en la fase final de ascenso de nuestro capital espiritual antes de ser transferido a Sahasrara.
Los fondos aumentan su valor cuando superamos los siguientes obstáculos:
- Samshaya: la duda
- Bhrántidarshana: la confusión
Y cuando potenciamos estos dos niyamas:
- Svādhyāya: introspección constante, aumento del conocimiento
- Īśvarapraṇidhāna: contemplación, sincronía con la Consciencia suprema
Recapitulación, evolución y evaluación del crecimiento interior
Cuando nacemos, la Luz nos otorga a cada uno de nosotros tres talentos, como lo hace el arcoíris cuando descompone la luz del sol. El primero es el rojo tamásico, de baja frecuencia, y lo podemos invertir en “Bienes Raíces”; el segundo es el amarillo rajásico, de frecuencia media, que se desarrolla con los fluctuantes “Valores”; y el tercero es el azul sáttvico, que se invierte en “Fondos”.
En nuestro proceso de crecimiento en el plano físico invertimos y desarrollamos estos tres talentos. Cuando los intereses conseguidos por los tres bienes (raíces, valores y fondos) alcanzan un valor equivalente al de los talentos iniciales, se activa una energía en Muladhara que permite transferir su valía a Sahasrara. Esa energía es la Kundalini.
Los tres tipos de intereses (los naranjas que generan los bienes raíces, los verdes de los valores y los violetas de los fondos) se transfieren al ser cuando sus vibraciones se armonizan en un “acorde de luz”. Este proceso se produce cuando sus valores son equivalentes y sus colores pueden unirse en un “arcoíris inverso” para formar un blanco luminoso. El ascenso se realiza a través del Trikunda nadi (el canal de los tres fuegos que queman las ataduras): Sushumna nadi, Vajra nadi y Chitra nadi, para fundirse en el Brahma nadi (el canal Divino).
A este proceso de transferir intereses a Sahasrara es a lo que llamamos llenar el Cuenco de Luz o expandir nuestra conciencia.
“Yo me doy por satisfecho con el misterio de la eternidad de la vida y con la conciencia de un destello de la estructura maravillosa del mundo real, junto con el esfuerzo decidido por comprender una parte, aunque sea muy pequeña, de la razón que se manifiesta en la naturaleza”. (Albert Einstein)
Pedro López Pereda. Creador del centro Namaskar de yoga y autorrealización en la línea de Antonio Blay. Presidente de la Fundación Yoga y de la Asociación Yoga Meditativo. Miembro de la Asociación Nacional de Profesores de Yoga. Maestro de Reiki.
Ha publicado, entre otros libros: El mandala oculto (2017), El cuenco vacío (2018) y Las leyendas del Yoga. El origen mitológico de la meditación, el pranayama y las posturas de yoga (2021).