Entrevista con Mónica Cavallé: «El compromiso con el autoconocimiento es el fundamento de la vida espiritual»

2024-04-15

Una recomendación personal para los que quieren saber más de sí mismas/os: no os perdáis El coraje de ser, de Mónica Cavallé. Nos parece un libro radicalmente inspirador y muy provechoso como clarificador de ideas difusas y conceptos malinterpretados que se manejan en el lenguaje de las tradiciones espirituales orientales. La autora nos revela cuestiones de máximo interés en la entrevista cuya primera parte abordamos hoy. Pepa Castro/YogaenRed.

Monica Cavalle

Sigo la obra de Mónica Cavallé desde que la entrevisté hace muchos años para otro medio y descubrí a la brillante filósofa que es. Sus palabras revelan respuestas que nos llegan, tal vez porque ella ha estudiado, cuestionado y experimentado por sí misma y por eso sabe qué es necesario comprender. La reciente publicación de su último libro, El coraje de ser (Kairós), fue un nuevo hallazgo que dio pie a esta entrevista, ya que me encontré ante una obra muy útil, muy bella pero muy comprensible y aplicable a nuestras vidas cotidianas de ciudadanos europeos del siglo XXI interesados en conocernos en profundidad. El libro reúne a partes iguales, conocimiento filosófico e inteligencia del corazón, convincentes razonamientos e intuiciones luminosas, coherencia intelectual e inspiración espiritual.

Mónica Cavallé es doctora en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y máster en Ciencias de las Religiones. Trabaja como filósofa asesora y dirige la Escuela de Filosofía Sapiencial. Ha escrito, entre otros libros, La sabiduría recobrada, El arte de ser y La sabiduría de la no-dualidad.

Un apunte: Tanto me gustó el libro que pensé que no podía faltar su entrevista en YogaenRed; ¡había tantas cosas que me sugirió la lectura y que quería compartir con quienes nos leen…! La siguiente entrevista es el resultado de esa charla extensa que vamos a publicar en dos partes, hoy la primera y el próximo jueves la siguiente. Merece mucho la pena leer las respuestas de Mónica Cavallé, y espero que disfrutéis de ello.

La entrevista

Una vida plena, nos dice la filósofa, solo es posible cuando sabemos quiénes somos y vivimos asentados en nuestro ser real, libres de los falsos yoes y sus idealizaciones, defensas y máscaras. Además de herramientas de la filosofía sapiencial para transitar el camino del autoconocimiento, Mónica nos ofrece aclaraciones y respuestas que nuestra mentalidad occidental necesitaba.

«Este libro surge de los diálogos filosóficos que facilito de forma regular –explica Mónica–. Las personas con las que dialogo son las que más me inspiran.  Sobre la base de mi anterior libro, El arte de ser, alguien sugirió leer capítulos y comentarlos. Este nuevo libro salió de esos comentarios: en las sesiones compartía intuiciones que para mí han sido transformadoras y que también lo han sido para mis consultantes e interlocutores. Tenía presente preguntas que me han hecho de forma recurrente, inquietudes que sé que están en el aire, malentendidos habituales, e intentaba poner luz en todo ello en un clima de profundo compromiso con la autoindagación. ¿Lo que está detrás de este libro? Mi vocación de servicio: busco resultar útil, compartir lo que me enriquece, contribuir a aportar comprensión y claridad en la tarea de vivir conscientemente».

YogaenRed: Queremos destacar tu trabajo, tanto en tu nuevo libro, El coraje de ser, como en libros anteriores, de aclarar ideas y conceptos ambiguos, gastados o simplificados del lenguaje de la espiritualidad, que se reproducen continuamente creando en muchos casos confusión y en otros, rechazo.

Mónica Cavalle: Advierto cómo a menudo las intuiciones sapienciales se terminen simplificando y reduciendo a clichés, algo que se ha acelerado con las redes sociales. Pero cuando se pierden los matices y las sutilezas, se pierde su sentido profundo. Estamos consumiendo de forma rápida mucha frase hecha, como si pudiéramos eludir el proceso de transformación personal que nos permite alcanzar una comprensión. En El coraje de ser, en efecto, introduzco muchas matizaciones y aclaraciones porque, después de tantos años acompañando a personas desde el asesoramiento filosófico, veo los problemas que crea la mala digestión de la pseudofilosofía y de la pseudoespiritualidad. Este tipo de matizaciones me parecen muy importantes.

P: La mala digestión de ideas complejas crea empacho y distanciamiento…

M. C.: Y reticencias, claro. En el camino sapiencial o espiritual esta mala digestión es un obstáculo que evitar.

P: Quizás porque los occidentales nos hemos educado más en la cultura del razonamiento, de lo analítico, lo lógico… Es verdaderamente muy de apreciar tu trabajo de conciliar en el libro lo cognitivo e inteligible con otra dimensión más intuitiva.

M. C.: La mente occidental, la filosofía académica, han desarrollado hasta el extremo la mente deductiva, analítica, y han tendido a relegar la intuición, la inteligencia del corazón. En el lado opuesto, y también en Occidente, nos encontramos con ámbitos supuestamente espirituales que devalúan la razón. Pero ambos modos de conocimiento se han de dar la mano. Por supuesto, la maestra tiene que ser la inteligencia del corazón, pero la razón crítica ha de estar siempre presente. Este equilibrio me parece muy importante.

P: Háblanos del no-dualismo, del que escribiste un voluminoso libro. ¿En qué se diferencia el de la filosofía sapiencial del vedanta y de otras tradiciones no-dualistas?

M. C.: La no-dualidad es, en definitiva, la intuición de lo uno en lo múltiple: la multiplicidad se fundamenta en la unidad y la unidad se celebra en la diversidad. Esta intuición es central en todas las tradiciones sapienciales y espirituales, aunque se exprese con distintos matices y ropajes.

Habrás advertido que en el nuevo libro no acudo a la expresión ‘no-dualidad’. Hablo de conciencia de unidad. El viaje del autoconocimiento filosófico, afirmo, es un viaje desde la conciencia de separatividad a la conciencia de unidad. La expresión no-dualidad a veces genera cierto debate intelectual, algo que no sucede cuando se habla de la conciencia de unidad como objetivo del camino sapiencial o espiritual, de la tarea del autoconocimiento filosófico.

El autoconocimiento profundo nos permite volver a contactar de modo consciente con el fondo que nos fundamenta, el que nos unifica con nosotros mismos, con los demás y con la totalidad de la vida. Es al hacer pie en este estrato profundo del Ser cuando se establece la conciencia de unidad. Este contacto nos otorga confianza básica: podemos entregarnos y soltar porque nos sabernos sostenidos y guiados por un fondo inteligente y benéfico.

P: Ese sostén de la conciencia de unidad, de la presencia, de la sabiduría interior, parece que podría equipararse a una idea de Dios… Requiere un acto de fe, de alguna manera.

M. C.: Lo importante no es cómo se lo denomine, sino la experiencia en sí. Pero yo no hablaría de fe entendida como la creencia en algo de lo que no se tiene evidencia, porque todos tenemos a mano una experiencia directa de esa dimensión. El otro día presenté un libro de Enric Benito, oncólogo especialista en cuidados paliativos y acompañamiento al final de la vida, y él hablaba de que, en situaciones de enfermad terminal, primero se da la fase de lucha contra el diagnóstico, la persona no lo acepta, no quiere morir; luego llega la fase de aceptación; y después puede darse un tercer momento totalmente inesperado: la trascendencia. Pues bien, esta trascendencia inesperada se da en cualquier momento de la vida cuando hay aceptación profunda: se descubre vivencialmente una dimensión inédita en la que hay paz, orden, belleza y sentido, incluso en medio de situaciones difíciles. Todos podemos experimentar este trasfondo de paz, de lucidez, de contento íntimo, cuando no resistimos la experiencia presente y vivimos con la suficiente profundidad.

En mi trabajo de acompañamiento veo que esto se empieza a palpar cuando la persona acepta radicalmente su propia vida. Es muy sorprendente cómo esa aceptación abre a la experiencia de que en el fondo de las cosas todo está bien, a un estrato profundo de nuestro ser en el que experimentamos serenidad, contento, confianza, aunque en el plano psicofísico sigamos sintiendo dolor. Esta experiencia viva nada tiene que ver con creencias.

P: ¿Podrías explicarlo más?

M: C.: Hay una intuición presente en todas las tradiciones sapienciales, la de la estructura trina del ser humano: soma, cuerpo, la dimensión material; la dimensión psíquica (pensamientos, impulsos, sensaciones, emociones, etc.); y, por fin, la dimensión espiritual, que recibe muchas denominaciones: conciencia pura, nous o espíritu en la Grecia antigua, principio rector en la tradición estoica, conciencia testigo en el vedanta… No importa cómo lo llamemos. ¿Tenemos que creer en esta dimensión espiritual o tenemos evidencias de su realidad?

Un ejemplo. Podemos experimentar placer físico y divertirnos mucho y, a la vez, sentir vacío espiritual; podemos experimentar el dolor psíquico de un duelo y al mismo tiempo tener profunda serenidad… No hay contradicción entre estos sentimientos porque pertenecen a distintos estratos del ser humano. Por tanto, tenemos evidencias de esa dimensión espiritual que nos permite introducir distancia de perspectiva y no identificarnos con lo que lo que acontece en el nivel somático y psíquico.

Otro ejemplo. Tenemos la experiencia directa de nuestra propia conciencia; si llevo una vida inauténtica y mi conciencia no está entumecida, voy a sentir una sensación de inquietud y de malestar. Y al revés, si llevo una vida alineada con mi verdad profunda, voy a sentir paz y contento interior. ¿Esto no evidencia que hay una dimensión profunda y sabia en nosotros que nos habla a través del sentido de la verdad, de la belleza y del bien?

Digamos que hay una instancia en nosotros que no es nuestra creación, que no podemos manipular: una sabiduría profunda que nos guía. Tiene un gran alcance reconocer esto; muchas consecuencias filosóficas, existenciales y espirituales se derivan de ese reconocimiento. Personalmente he palpado siempre esta dimensión profunda, pero fue sobre todo a consecuencia de una vivencia de aceptación radical cuando despertó en toda su fuerza.

P: En vez de fe, ¿mejor hablar de confianza en la vida?

M: C.: No creo que el camino interior, y muy en particular el camino del autoconocimiento profundo, se pueda sostener en creencias. Ha de ser un camino sostenido en experiencias y en comprensiones de primera mano; ha de ser un camino experiencial, que es lo que hace que sea un camino real. El concepto de fe se ha deformado y se ha hecho equivaler al asentimiento a una cierta construcción intelectual, a un credo, a un dogma, pero el sentido profundo de la fe es la confianza básica en el fondo de la realidad: en un poder superior a nuestro pequeño yo, pero que no está separado de nosotros.

P: Háblanos del concepto de “ilusión” que, como otros, es bastante ambiguo en función de escuelas y tradiciones espirituales. ¿Todo lo que vemos es ilusorio? ¿Qué es la ilusión y qué la realidad?

M.C:  Supongo que tienes en mente el concepto de “maya” del hinduismo. Cuando no vemos la realidad fenoménica a la luz de su verdadero fundamento, cuando no vemos que el mundo visible está sostenido en el ser, vemos mal; a esta visión limitada los hindúes denominan maya. Ocurre como cuando el yo se concibe como algo completamente separado, aislado. Esta percepción es ilusoria, pero no porque el yo individual sea ilusorio, sino porque mi realidad individual está fundamentada en una realidad profunda que no estoy percibiendo. Lo que es ilusorio es mi supuesto aislamiento y separatividad.

Cuando las realidades particulares se ven sostenidas en ese ser que nos está dando vida, que anima la mente y el cuerpo, y que es la verdadera fuente y la trama de lo real, el mundo ya no es maya, sino expresión y evidencia de la realidad. Cuidado con caer en un dualismo simplificador: el mundo ilusorio por una parte y la realidad por otra… No. Todo es uno y todo es real cuando se ve a la luz de su verdad íntima.

P: Hay otro esfuerzo muy notable en tu libro, que es por aclarar, de modo comprensible, cómo se integran conceptos aparentemente duales.

M.C: La mente lógica, la mente conceptual, funciona con dualidades, opera con conceptos contrapuestos. Los niveles profundos de conocimiento son paradójicos; por eso hablar de estos temas con el lenguaje habitual, que es dualista, a veces genera confusión. De nuevo, hace falta que se introduzca la inteligencia del corazón, la que capta la paradoja. Hay personas muy sencillas pero con una inteligencia del corazón muy despierta, que entienden verdades profundas que los intelectuales nunca llegan a entender, y es así porque ahí está operando otro tipo de inteligencia, otra luz…

P: Has integrado brillantemente conceptos duales: razón con intuición, separación con unidad, lo individual y lo social y los distintos niveles de la realidad… Yo te preguntaría, ¿cuáles son las dualidades que más nos perjudican?

M.C: Hay tantas… Me vienen a la mente la dualidad aceptación versus transformación; la creencia de que hay que optar por una o por otra origina muchos malentendidos. O la dualidad entre lo espiritual y lo mundano… No hay un terreno de lo espiritual; todo es espiritual cuando se vive desde la profundidad de la que hemos hablado antes. O la dualidad entre transformación individual y transformación social, que no tienen ninguna base: si estás en contacto con tu sentido interno de la verdad, del bien, de la justicia, esto impregnará e iluminará todas tus acciones.

P: A mí me chirría un poco que se hable casi siempre del sufrimiento como algo individual. Como si no hubiera personas satisfechas con su existencia pero que no pueden ser ajenas al sufrimiento que genera una guerra o un genocidio.

M.C: La pseudoespiritualidad ensimismada, narcisista, tan extendida hoy en día, me parece descaminada. Como he repetido, desde la conciencia de unidad no puedes percibir lo que le pasa al otro como algo ajeno a ti. Una concepción autocentrada de la espiritualidad está necesariamente mal enfocada. Como también está mal enfocado el altruismo compulsivo en que no me he responsabilizado de mi propio sufrimiento y solo lo veo y lo quiero resolver fuera de mí. El autoconocimiento filosófico me invita a responsabilizarme plenamente de mí y, a la vez, me saca de mi falso aislamiento, me permite reconocer mi hermandad esencial con los demás seres humanos. Este es el cimiento de la paz social.

Piuedes ya LEER LA 2ª PARTE de la entrevista AQUÍ