La función evolutiva de la compasión es motivarnos hacia la cooperación y el apoyo mutuo, claves para la supervivencia y bienestar de nuestra especie. No es solo un vehículo para alcanzar la tranquilidad mental personal, sino que impulsa a la acción, el cambio y la ayuda concreta. Veamos cómo se concibe (y diferencia) la compasión desde el yoga y desde el budismo. Escribe Noelia Insa.
Metro de Nueva York, días previos a la celebración de Acción de Gracias, mi hija Anna y yo nos encontramos sumergidas en el habitual bullicio de la ciudad que nunca duerme. La atmósfera está cargada de una energía especial, anticipando la festividad. Entre la marea de gente, avanzamos hacia nuestro tren, un espacio donde las historias personales se cruzan por instantes, a veces dejando una huella imborrable.
Subimos al tren y Anna se sienta frente a mí, unos cuantos asientos más allá, y ambas observamos el ir y venir de la gente. En una de las estaciones, una joven sube al vagón. De inmediato, es evidente que está luchando contra sus propios demonios, su apariencia y comportamiento sugieren una batalla con las drogas. Se tambalea y se dobla hacia delante. Habla con dificultad. Pide dinero a los pasajeros.
En un momento, se acerca a Anna y le dice algo. Mi corazón se acelera, preocupada por lo que podría suceder. Pero, tan rápido como se acercó, la chica se aleja y continúa su camino a través del vagón.
Cuando finalmente se libera un asiento a mi lado y Anna viene a sentarse junto a mí, le pregunto qué le ha dicho la joven. Anna me responde que la chica le había dicho que tenía unas cejas preciosas. Este simple acto de bondad, la apreciación de la belleza ajena en medio de la propia desolación, me conmueve profundamente. A pesar de sus propias luchas, fue capaz de dedicar un elogio a otra persona.
La compasión que siento por ella en ese momento es abrumadora y dolorosa, y se quedará conmigo durante días (quizá para siempre), impulsándome a querer encontrarla y ayudarla de alguna manera.
Esta experiencia me lleva a reflexionar sobre la naturaleza de la compasión humana, esa capacidad innata que tenemos para sentir el dolor ajeno y que nos impulsa a extender nuestra mano en solidaridad. Es algo que nos lleva a ayudarnos mutuamente y que tiene una gran importancia en cómo interactuamos como seres humanos.
La compasión como ventaja evolutiva
Lo primero que se me ocurre es que la compasión, entendida como la empatía y el impulso a aliviar el sufrimiento de los demás, ha supuesto una ventaja evolutiva para la especie humana.
Esta capacidad ha fomentado la cohesión social y la supervivencia de grupos humanos al promover la cooperación y la formación de redes de apoyo mutuo que incrementan las probabilidades de supervivencia ante adversidades. Además, la compasión fortalece el tejido social, incentivando prácticas de cuidado mutuo y colaboración que son esenciales para el avance y la prosperidad de las comunidades humanas.
La compasión no solo es central en las interacciones humanas cotidianas, sino que también ocupa un lugar destacado en las enseñanzas de las grandes tradiciones espirituales, incluido el Yoga.
La compasión en la filosofía del Yoga
Los textos clásicos del Yoga, como los Yoga Sutras de Patanjali, enfatizan la importancia de la compasión como medio para mantener la paz mental y preservar el estado de samadhi.
En el sutra I.33, Patanjali aconseja adoptar una actitud de compasión hacia aquellos que sufren, como una forma de preservar nuestra propia serenidad. Ante este sutra, se me ocurren dos reflexiones:
En primer lugar, aunque a primera vista este enfoque podría interpretarse como egoísta, en realidad subraya una verdad profunda: el trabajo interior de cada individuo contribuye al bienestar colectivo, cuidar de nuestra paz interior beneficia a tod@s. Solo podemos dar a los demás lo que tenemos dentro.
La segunda reflexión que me sugiere este sutra tiene que ver con la capacidad de la compasión de preservar la paz mental.
El comentario de este sutra de Swami Satchidananda dice: Más allá de si ese sentimiento de compasión va ayudar o no a la persona sufriente, por solo generar el sentimiento, al menos nosotros nos ayudamos manteniendo nuestra calma mental.
No sé si estoy de acuerdo con esto. La calma mental debería ser la ausencia de movimientos mentales, emociones y pensamientos. Pero la compasión duele. Tiene que doler para moverte a actuar. Esa es su función, por lo menos desde un punto de vista evolutivo, como veíamos antes.
La calma mental, según una interpretación estricta, implicaría una ausencia de fluctuaciones emocionales y pensamientos, un estado de serenidad inalterable. Sin embargo, la compasión, por su propia naturaleza, es una emoción que conlleva un peso, un dolor inherente. Debe doler, ya que es precisamente ese sentimiento el que nos impulsa a actuar, a intentar aliviar el sufrimiento ajeno.
La función evolutiva de la compasión, como hemos visto, es motivarnos hacia la cooperación y el apoyo mutuo, elementos clave para la supervivencia y el bienestar de nuestra especie. Desde este punto de vista, la compasión no puede ser meramente un vehículo para alcanzar la tranquilidad mental personal, sino que es una llamada a la acción, un impulso hacia el cambio y la ayuda concreta.
El sufrimiento de la compasión
Aunque la idea de que la compasión nos ayuda a mantener la calma mental puede parecer contradictoria con su naturaleza dolorosa, es posible que esta aparente contradicción revele una comprensión más profunda de lo que significa la calma mental en el contexto del Yoga. Quizás, más que la ausencia de pensamiento o emoción, la calma mental se refiera a un estado de equilibrio, ecuanimidad y aceptación de nuestra experiencia emocional, un reconocimiento de que sentir dolor por el sufrimiento ajeno es parte de nuestra condición humana y que actuar en consecuencia es lo que nos lleva hacia una verdadera transformación, tanto interna como externa.
En este sentido, la compasión dolorosa se convierte en un catalizador para la acción altruista, y la calma mental no se encuentra en la supresión de nuestras emociones, sino en la integración y entendimiento de estas como parte esencial de nuestra experiencia humana. Así, la compasión y la acción que nace de ella no solo tienen el potencial de transformar las vidas de quienes nos rodean, sino que también profundizan nuestra propia práctica espiritual, llevándonos hacia una mayor conexión con los demás y con nosotr@s mism@s, en un camino de crecimiento y realización espiritual.
Sri Aurobindo, creador del Yoga Integral, hablaba del sufrimiento de la compasión. Tras alcanzar la «supramente», nos llama a regresar al mundo para promover la liberación de todos los seres. Esta visión reconoce que la verdadera iluminación no se encuentra en el aislamiento espiritual, sino en el compromiso activo con el mundo y sus habitantes.
La visión de los Yoga Sutra se complementa y amplía con las enseñanzas de la Bhagavad Gita, donde se nos insta a ver a todos los seres en nosotr@s mism@s y a nosotr@s mism@s en todos los seres. Este principio no sólo enfatiza la unidad fundamental entre todos los individuos, sino que también recalca la importancia de la empatía y la compasión en nuestras vidas.
Reconocerse en el otro/a es trascender las barreras del ego y la separación, abriendo el corazón a una comprensión más profunda del sufrimiento ajeno y la interconexión de la vida. Esta enseñanza de la Gita nos invita a practicar la compasión no sólo como un acto de bondad hacia los demás, sino como un reconocimiento de nuestra unidad esencial, donde el alivio del sufrimiento de un@ contribuye al bienestar de tod@s.
La compasión en el budismo
El budismo otorga más importancia a la compasión, situándola en el corazón de su práctica espiritual. La compasión budista se extiende a todos los seres sintientes, impulsada por el reconocimiento de nuestra interconexión fundamental.
En el budismo, la compasión, o káruṇā, es una de las cualidades más veneradas y fundamentales que un practicante puede desarrollar, siendo considerada no solo un sentimiento o emoción, sino una práctica activa y una forma de vida.
La compasión budista se extiende más allá del simple deseo de aliviar el sufrimiento de otr@s; es un reconocimiento profundo de la interconexión de todos los seres y de la naturaleza inherente del sufrimiento en la existencia. Esta comprensión impulsa a l@s budistas a trabajar incansablemente por el bienestar de todos los seres, no desde un lugar de lástima o superioridad, sino desde una genuina identificación con el dolor ajeno como propio.
La figura del bodhisattva ilustra bien el carácter esencial de la compasión en el budismo. Un bodhisattva es alguien dedicado a aliviar el sufrimiento ajeno, un ser que, por el ejercicio sistemático de las virtudes perfectas, aspira a la budeidad, pero renuncia a entrar en el completo Nirvâṇa hasta que todos los demás seres estén liberados. La cualidad determinante de su obrar es la compasión (káruṇā), apoyada por la sabiduría y el conocimiento supremo (prajñā). Un bodhisattva presta ayuda activa y está dispuesto a tomar sobre sí el sufrimiento de todos los seres y a transferir a otros seres su mérito kármico.
La promesa del bodhisattva, de no alcanzar la liberación hasta que todos los seres lo hayan logrado, es quizás la expresión máxima de esta visión altruista.
En el budismo, la compasión se cultiva a través de prácticas meditativas específicas, tales como la meditación en metta (amor benevolente) y tonglen (dar y recibir), donde el practicante se enfoca en generar sentimientos de compasión hacia sí mism@ y hacia otr@s, incluso hacia aquell@s con quienes se tienen diferencias. Estas prácticas buscan eliminar las barreras del ego, el apego y el rechazo, abriendo el corazón a una comprensión más profunda de la naturaleza interconectada de la existencia.
La compasión en el budismo es un viaje tanto interior como exterior, un proceso de aprendizaje continuo y de práctica que enriquece al individuo y a la colectividad. No es solo una cualidad a desarrollar, sino una forma de vida, un camino hacia la realización espiritual que ilumina la interdependencia de todo ser y la posibilidad de vivir en armonía con el mundo.
Una fuerza transformadora donde reside la esperanza
En conclusión, la compasión, tanto en el yoga como en el budismo, emerge como una fuerza esencial que trasciende las simples acciones de bondad hacia una práctica profunda que transforma tanto al individuo como a la colectividad.
En el yoga se nos recuerda que la compasión es un camino hacia la paz interior y un medio para mantener la serenidad de la mente, sugiriendo que al nutrir una actitud compasiva cultivamos nuestro propio crecimiento espiritual. El budismo, por su parte, coloca la compasión en el corazón de su enseñanza, no solo como una virtud a desarrollar, sino como la esencia misma de la práctica espiritual.
Ambas tradiciones nos invitan a reconocer la compasión no como un sentimiento pasajero, sino como una fuerza transformadora capaz de disolver las barreras del ego y abrirnos a una conexión más profunda con el mundo. A través de la compasión, el yoga y el budismo ofrecen caminos que conducen hacia una mayor comprensión de nuestra interconexión con todos los seres, impulsándonos a actuar desde un lugar de amor genuino y desinteresado.
En última instancia, la compasión nos desafía a mirar más allá de nuestras propias necesidades y deseos, hacia un compromiso más profundo con el bienestar de la comunidad global, reconociendo que nuestra propia liberación está intrínsecamente ligada al alivio del sufrimiento en el mundo. Este enfoque compasivo, arraigado en milenios de sabiduría espiritual, nos ofrece una visión esperanzadora y empoderadora de cómo podemos contribuir a la creación de un mundo más amoroso y compasivo.
Noelia Insa es profesora de Yoga Vinyasa Krama, formadora de profesores y escritora en revistas especializadas en Yoga. Con una amplia formación en filosofía del Yoga y como alumna del maestro Ramaswami y otros maestros del linaje de Krishnamacharya, Noelia comparte su conocimiento a través de cursos presenciales y online en Insayoga.com. Forma parte de un grupo de trabajo sobre la obra de T.K. Sribhashyam, hijo de Krishnamacharya, que se reúne periódicamente en la ciudad inglesa de Wells.