Organizar las actividades cotidianas a fin de que en ellas haya un espacio para el fomento de la salud se vuelve un desafío cada vez mayor. Ante el crecimiento de las exigencias sociales para poder satisfacer las necesidades materiales básicas, el espacio dedicado a la práctica de actividades como Yoga o Meditación tiende disminuir, alejándonos de sus beneficios saludables. Escribe Pablo Rego.
Desde el comienzo de la vida, la sociedad contemporánea ofrece un sistema de educación que apunta al rendimiento, a la productividad y la eficiencia, al mismo tiempo que descarta a aquellos seres más sensibles o que se mueven con otros parámetros. Por ello es que debe reivindicarse y visibilizarse permanentemente la situación de quienes no están creados para “ser productivos”
Es un entrenamiento silencioso, aparentemente necesario, que comienza cada vez más temprano. Es probable que muchos hayan tomado consciencia de esto y estén tratando de modificarlo de alguna manera, pero las grandes estructuras de los Estados tardan demasiado en adaptarse a la velocidad del cambio actual (algunos no lo hacen porque no les interesa), quedándose con la esencia del entrenamiento, que es desarrollar la competencia desde los recursos de la mente racional.
Este sistema nos pone a competir por el empleo, por la necesidad de satisfacer nuestras necesidades materiales o por la ambición de alcanzar ciertos lugares dentro de la sociedad. Así la mente racional va ganando terreno frente al resto de los recursos naturales que el ser humano posee, predisponiéndonos completamente a la acción-reacción necesaria para alcanzar esos objetivos.
El exceso de pensamiento ocupado y preocupado en conseguir esos fines crea un estado interior de ansiedad que intoxica no solo en el plano emocional, sino también a nivel físico. El organismo humano intoxicado de estrés se oxida y envejece rápidamente, perdiendo así la salud.
Cuando practicamos Yoga y la Meditación desarrollamos más funciones de la mente, como la intuición. Eso nos conduce a desarticular la rigidez de la mente racional que, aunque es plástica y moldeable, en muchas ocasiones domina la vida interior completa de los individuos. Intentar cambiar los esfuerzos de racionalización con argumentos de tipo racional es como querer apagar el fuego con más fuego, lo que ocurrirá sólo cuando se consuma toda el combustible que, en nuestro caso, es la salud de nuestro ser, el más preciado tesoro individual.
Espacio para la salud
La salud es un estado natural consecuencia de un ser en equilibrio, tanto en el aspecto físico como en lo emocional, mental o energético. Cuando llevamos una vida de excesiva actividad, especialmente mental, nuestro ser se desequilibra y perdemos la salud. Por lo tanto crear espacios para la salud no significa ir más al médico sino, generar espacios sagrados de recuperación personal en la vida cotidiana para no tener que ir a la consulta médica.
La integración exitosa de la salud en nuestra rutina diaria requiere estrategias prácticas y realistas. Aquí hay algunas sugerencias para incorporar actividades beneficiosas para la salud de manera efectiva en nuestra vida cotidiana:
- Planificación consciente del tiempo: Identificar momentos adecuados para actividades saludables. Esto podría ser por la mañana antes del trabajo, durante el almuerzo o incluso en breves descansos a lo largo del día. Esto significa dar prioridad a nuestra salud.
- Empezar con pequeños compromisos: Por ejemplo, 10 minutos de meditación o una breve sesión de estiramientos, facilita la incorporación de estas prácticas a nuestra rutina cotidiana sin abrumarnos.
- Creación de rituales saludables: Una breve caminata después de la cena, una pausa para la meditación antes de comenzar el trabajo o incluso practicar ejercicios de respiración antes de acostarse.
- Uso de aplicaciones y recursos en línea: Hay variedad de actividades guiadas online de yoga, meditación y ejercicios cortos. Integrar estas herramientas en nuestra rutina facilita el acceso a prácticas beneficiosas sin necesidad de desplazamientos.
- Incorporar hábitos saludables: Por ejemplo, optar por subir las escaleras en lugar de usar el ascensor o practicar la atención plena mientras realizamos tareas domésticas.
- Fomentar la responsabilidad compartida: Realizar estas actividades con amigos, familiares o asistiendo a un centro de actividades para el bienestar puede hacer que el compromiso sea más divertido y efectivo. La responsabilidad mutua motiva a mantener estas prácticas de manera consistente.
- Ajustar la perspectiva: Pasar de percibir estas actividades como «tiempo perdido» a «inversión en salud» es fundamental. Reconocer que dedicar tiempo a cuidar de nosotros mismos no solo beneficia nuestra salud, sino que también mejora nuestra capacidad para abordar las demandas diarias.
Al adoptar estrategias prácticas y realistas, podemos integrar la salud de manera efectiva en nuestra rutina, promoviendo un equilibrio armonioso entre nuestras responsabilidades diarias y nuestro bienestar integral.
En suma, la agenda y la salud no deben considerarse como dos conceptos separados, sino como aspectos interconectados de una vida equilibrada y, por qué no, productiva. Al priorizar nuestra salud, estamos construyendo un cimiento sólido para enfrentar los desafíos diarios con mayor resistencia y claridad.
Pablo Rego. Profesor de Yoga. Escritor. Terapeuta holístico. Diplomado en Ayurveda.
www.yogaconpablorego.com