Llamo así al conjunto de señales que nos muestran el camino hacia el Samadhi. Imaginemos por un momento que, por cuestiones laborales, acabamos de llegar a una ciudad desconocida. Bajamos del avión y, al entrar en el aeropuerto, descubrimos que no hay señales de información. Escribe Pedro López Pereda.
Con muchos problemas, y preguntando a los viajeros, conseguimos tomar un taxi y llegar a nuestro hotel en la ciudad. Cuando salimos a realizar nuestras gestiones, descubrimos con asombro que en la ciudad no existen señales de tráfico, ni rótulos direccionales, ni carteles informativos…
Algo similar nos ocurre al llegar a este Universo físico: cuando tomamos conciencia de nuestro entorno, no percibimos ninguna señal que nos guíe por nuestro camino interior. Y por ello muchas personas viven perdidas, olvidando el porqué y para qué han venido a este plano físico. En cambio, algunos maestros observaron mejor su medio y descubrieron que el mundo está lleno de señales que nos revelan toda la información necesaria para recorrer nuestro camino de vida.
En los próximos párrafos se exponen algunas de estas señales y sus significados, pero antes vamos a descubrir cuál es el objetivo principal de esta señalización.
El Samadhi
El Samadhi es el objetivo y destino final de la señalización espiritual. Lo podemos definir como el estado que se alcanza cuando armonizamos los “frutos” que conseguimos en esta vida y los disolvemos en nuestro propio Ser, en nuestra Alma. Pero mejor que una simple definición, dejemos que sean las propias señales las que nos describan este maravilloso proceso.
La primera señal: el Arcoíris
Cuando las gotas de lluvia actúan como pequeños prismas y la luz del sol las ilumina de la manera adecuada, la luz se separa en sus seis colores básicos y forma el arcoíris.
En casi todas las culturas el arcoíris simboliza el puente entre el cielo y la tierra, de tal forma que sus seis colores básicos conectan lo terrenal con lo divino. Los griegos argumentaron que esa increíble belleza pintada en el aire era una diosa llamada Iris. En la Biblia, Dios nos dice: “Mi arco he puesto en las nubes, el cual será la señal del pacto entre la tierra y Yo. Y sucederá que, cuando haga venir nubes sobre la tierra, se dejará ver entonces mi arco en el cielo, y me acordaré del pacto que hay entre vosotros y Yo, y no habrá más diluvio de aguas para destruir toda carne”. (Génesis 9:13-15)
La filosofía yóguica nos enseña que, cuando la serpiente Kundalini despierta de su sueño en la tierra para atravesar cada chakra, restablece un arcoíris que actúa como puente entre la materia y la supraconciencia. Los colores de todos los chakras, vibrado cada uno en su frecuencia, crean una unión armónica que los convierte a todos ellos en la Luz de la que proceden. Este proceso se denomina Samadhi.
Recapitulando, el arcoíris es considerado por muchas culturas como una importante señal que el Creador estableció entre Él y los seres vivientes. Esta señal simboliza el puente entre el cielo y la tierra, lo material y lo espiritual, lo denso y lo sutil. Y la filosofía yóguica lo identifica con los chakras y la Kundalini, que son los instrumentos que nos permiten transcender lo conseguido en el plano material hacia el Ser.
Mientras que en el arcoíris la luz se convierte en los seis colores básicos, en la subida de la Kundalini son los colores de los chakras y sus diferentes vibraciones los que se convierten en Luz en un proceso en el que, lo que viene de la Luz, vuelve a la Luz después de vivir una experiencia humana de amor y sabiduría.
Señales en las palmas de las manos
La antigua civilización griega descubrió los cinco planetas que son visibles a simple vista: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. Estos, junto con el Sol y la Luna, fueron llamados «vagabundos o errantes» (del griego, planetes).
Lo que resulta interesante es que, en casi todas las civilizaciones importantes del mundo, también se conoció la existencia de estos cinco planetas y en algunas de ellas los cinco se agruparon con el Sol y la Luna.
Estos planetas, junto con los nodos lunares ascendente y descendente, son mencionados también en la astrología védica como los nueve Navagraha.
En las mitologías clásicas, estos planetas fueron llamados dioses y se les relacionó con los rasgos más importantes de las diferentes personalidades humanas. En la mayoría de los países occidentales se ha mantenido la raíz latina de sus nombres y también se han utilizado para nombrar los siete días de la semana.
Lo que nos interesa en este artículo es que, en nuestras palmas de las manos, tenemos siete montes (abultamientos) relacionados con los planetas visibles que se denominan: monte de Venus, monte de Júpiter, monte de Saturno, monte del Sol o Apolo, monte de Mercurio, monte de Marte y monte de la Luna. Y sorprendentemente en ellos aparecen muchísimas señales relacionadas con nuestro deambular por el camino de la vida.
La interpretación de todas estas señales de nuestro camino interior no es nada sencilla y se relaciona con nuestro nivel de conciencia y con el desarrollo de nuestro discernimiento.
Señales cifradas en nuestros sueños
Las señales que aparecen continuamente en nuestros sueños no son literales, sino imágenes simbólicas que representan temas muy concretos sobre el desarrollo de nuestras capacidades o gunas y nuestro crecimiento interno.
Entre todos estos mensajes se mezclan pesadillas, eliminación de tensiones y un largo etcétera que no tienen nada que ver con las señales a las que nos estamos refiriendo. Es como si el emisor de estos mensajes los relacionara con la forma de interpretarlos del receptor. A modo de ejemplo, es como si nos enviaran continuamente piezas de puzles y nos confiaran la labor de discernir entre las que tienen que ver con nuestro crecimiento interior y las que no. Recordemos que en este plano físico solo crecemos en nuestras capacidades básicas cuando superamos resistencias, cuestiones, emociones…
Señales vinculadas a la geometría sagrada
Los conocimientos sobre la geometría sagrada, se remontan a las antiguas civilizaciones de la India, Egipto, Maya, Grecia… La geometría sagrada son las formas y patrones básicos que crean las plantillas fundamentales para la vida en el universo.
Podemos afirmar que la geometría sagrada serían las letras que constituyen el alfabeto con el que se han formado las palabras que configuran nuestro universo físico y cuyas mejores obras han creado el repertorio poético más hermoso de nuestro patrimonio natural y artístico.
La geometría sagrada forma la estructura de todos los mensajes visuales que recibimos continuamente de nuestro entorno y de nuestro interior.
Los tres chakras primarios (Muladhara, Manipura y Vishuddha) están relacionados con las tres gunas, hilos o cuerdas que, entretejidas, forman el universo físico, y están representados por las tres formas básicas de la geometría sagrada: el cuadrado, el triángulo y el círculo.
El cuadrado rojo de Muladhara es la forma que tiene la frecuencia de vibración más baja (tamásica). Transmite solidez, fuerza y energía y se relaciona con la materia y el elemento tierra. Es también el símbolo de la estabilidad, lo mundano y todo lo somático.
El símbolo geométrico de Manipura es un triángulo amarillo invertido, que está directamente vinculado a la inestabilidad de nuestro mundo emocional. Tiene una vibración denominada rajásica, superior a la de Muladhara e inferior a la de Vishuddha. Su elemento es el agua, fuente de vida de este plano físico, que representa el estado líquido de la materia. Como el agua en sus diferentes estados (fría, caliente, templada, sucia, cristalina…), el triángulo es el símbolo de todos los estados emocionales.
En Vishuddha nos encontramos con un círculo azul que es el símbolo de la inteligencia universal y del universo infinito, ya que no tiene lados rectos ni vértices, solo una línea curva continua que no tiene ni principio ni fin. Este círculo está dentro de un triángulo que simboliza los tres atributos divinos básicos: la armonía creativa, el amor incondicional y la suprema sabiduría. El elemento del círculo es el aire y su vibración es sáttvica.
Un mundo de señales
Detrás de cualquier elemento de nuestro entorno hay un mundo de señales con un profundo contenido. Muchas personas desconocen que los suelos de nuestras ciudades y de muchos edificios públicos están llenos de señales podotáctiles. Se trata de superficies situadas en el pavimento, con unas texturas concretas fácilmente reconocibles por el tacto de los pies y que tienen diferentes significados. Estas señales permiten guiarse a las personas con ceguera, protegiéndolas de potenciales peligros y permitiendo su deambular para estar en igualdad de condiciones con el resto de los ciudadanos.
En nuestro mundo interior, los ciegos somos nosotros si no somos capaces de ver unas señales creadas por una inteligencia suprema. Para evitar esta ceguera, solo tenemos que aprender a mirar y limpiar las “cataratas” que cubren nuestros ojos mentales. Detrás de ellos nos aguarda un mundo de maravilloso conocimiento que, para muchos, está pasando desapercibido.
Pedro López Pereda. Creador del centro Namaskar de yoga y autorrealización en la línea de Antonio Blay. Presidente de la Fundación Yoga y de la Asociación Yoga Meditativo. Miembro de la Asociación Nacional de Profesores de Yoga. Maestro de Reiki.
Ha publicado, entre otros libros: El mandala oculto (2017), El cuenco vacío (2018) y Las leyendas del Yoga. El origen mitológico de la meditación, el pranayama y las posturas de yoga (2021).