En YogaenRed contamos con la valiosa colaboración de Javier Ruiz Calderón, doctor en filosofía especializado en pensamiento indio y filosofía de la religión, que nos ofrece respuestas sobre el yoga, su filosofía y sus técnicas desde una visión de la tradición yóguica actualizada y crítica. Podéis escribir a Javier a info@yogaenred.com planteando vuestras dudas o incertidumbres.
Pregunta: ¿Cómo se practica el yoga de la devoción (bhakti yoga)?
Respuesta: Recordemos ante todo la meta de todos los yogas tradicionales: alcanzar la liberación del sufrimiento superando el apego o deseo compulsivo, lo que solo se puede lograr mediante el conocimiento existencial (no meramente teórico) de nuestro verdadero ser (atman).
Cada forma de yoga tiene una idea diferente sobre cuál sea ese verdadero ser: para el yoga de conocimiento (jñana yoga), el atman es idéntico a lo Absoluto (brahman); para el samkhya y el yoga clásico, el atman es un alma individual (púrusha), etc. Para el yoga de la devoción (bhakti yoga), el atman es un alma espiritual estrechamente vinculada a una divinidad personal: un Dios o una Diosa que sería omnipresente, omnipotente y omnisciente, creadora, conservadora y destructora del universo, infinita, eterna, inmutable, etc. Es decir: el yoga de la devoción siempre va vinculado a una filosofía teísta o monoteísta. Para algunos (por ejemplo, Madhva) ese Dios es distinto del universo y las almas; para otros (p. ej. Ramanuja), estos también son eternos, pero están incluidos en Dios; para otros (p. ej., los sikhs), lo único eterno es Dios y el mundo y las almas son, en el fondo, pasajeros e irreales.
Pero para todos los devotos (bhaktas), por distintas que sean sus teologías, el individuo depende completamente de Dios —que es la realidad absoluta o independiente— y solo puede alcanzar la liberación o salvación entregándose confiada y amorosamente en manos de la divinidad. Eso es la devoción, esa actitud de «hágase tu voluntad», de rendición (prapatti) ante la majestad, el amor y la gracia de lo divino. En este camino, no es uno mismo quien se libera, sino la divinidad la que salva o rescata al devoto del ciclo del samsara (ignorancia-apego-acción-placer-dolor).
En el hinduismo se admiten muchos dioses: Ganesha, Shiva, Krishna, Rama, Devi, Jesús, Buda, etc., etc., cada uno con sus propias características, filosofías, mitos, etc. Cada persona puede elegir uno de estos nombres y formas como su referente devocional principal. Es lo que se llama la ishta dévata o deidad amada. No hace falta creer literalmente en la existencia de esa deidad. Basta con que a uno le guste como símbolo de lo Absoluto para poder centrar en ella sus prácticas devocionales. El tener una ishta dévata no implica que uno no pueda realizar prácticas devocionales en relación con las otras imágenes personales de lo Divino, entendiéndolas como aspectos o manifestaciones de nuestra deidad amada.
El camino de la devoción es el cultivo gradual de la actitud de entrega mencionada más arriba mediante prácticas como:
–La oración: hablar con el ser divino mediante fórmulas fijas (como el padrenuestro o la oración universal de Swami Shivananda) o más espontáneamente; en voz alta o solo mentalmente. A medida que se avanza en este camino, las palabras van pasando a un segundo término y se va llegando a una comunión silenciosa con la divinidad.
–El japa o repetición de mantras: es otra forma de oración. El mantra es una sílaba, frase o texto por el cual se expresa y se cultiva esa actitud devocional que mencionamos más arriba. Hay muchos mantras: Om namah Shivaya (Om, me postro ante Shiva), el maha mantra («gran mantra» de los Hare Krishna), etc. El mantra es un fantástico instrumento que sirve para enfocar la mente (man-: pensar; –tra: instrumento) en la divinidad.
–Cantos devocionales (bhajans), en los que se adora y se pide al divino que se nos revele.
–Pujas: rituales simbólicos de adoración, en los que la imagen divina es adorada simbólicamente ofreciéndole perfumes, bañándola, vistiéndola, moviendo una llama en círculos delante de ella… tratándola como un monarca, ya que es el rey o la reina del universo (y de nuestro corazón).
–Oír enseñanzas o discursos (satsangs) sobre nuestra deidad amada o estudio (svadhyaya) de textos en los que se habla de ella.
–Relacionarse con otras personas que estén en el mismo camino que nosotros: se dice que la práctica conjunta y la compañía de devotos (sátsang en el sentido amplio del término), en especial si están más avanzados que nosotros mismos, es la práctica que más transforma.
–La práctica esencial es smaránam: el recuerdo de la presencia de la divinidad en todas partes y en todo momento. Las otras prácticas sirven para cultivar este recuerdo, que al principio requiere esfuerzo pero que, con el tiempo, acaba convirtiéndose en una conciencia continua y espontánea de la divinidad.
Hay diferentes actitudes que el devoto puede adoptar en relación con lo divino: la actitud de servidor ante el Señor/Rey o la Señora/Reina del universo; la de hijo ante el Padre o la Madre divina; la de amante ante el Amado/la Amada; la de padre o madre ante el Niño / la Niña divina; la de amigo; una actitud más serena, menos concreta (shanta); etc. Una de las actitudes puede predominar sobre las demás.
La Bhágavad Guita (7.16) dice que hay cuatro clases de devotos: los que acuden a la divinidad cuando lo están pasando mal; los que le piden que satisfaga sus deseos; los que quieren conocerla; y los que ya la conocen. Al principio se acude a Dios o la Diosa para que satisfaga nuestros deseos mundanos; después para pedirle que se nos revele; una vez que se nos ha revelado, ya no le pedimos nada, nos limitamos a adorarle, darle gracias, servirle y cantar sus glorias. Para el devoto, todo lo que nos pasa, placentero o doloroso, es un regalo (prasad) de la divinidad, que siempre nos da lo que nos viene mejor para nuestra evolución espiritual, aunque no nos guste o no lo entendamos.
El yoga de la devoción es un camino en que se disfruta desde el principio, al orar, recitar el mantra, leer historias o cantar cantos devocionales. Pero también hay momentos muy duros, de gran nostalgia de lo Divino, lo que San Juan de la Cruz llamaba la «noche oscura del alma»; sin embargo, después del desierto viene la revelación final de la divinidad, que es el «Océano de Belleza» (Saundarya Lahari) en el que uno se sumerge y vive ya para siempre en un estado de beatitud, libertad y amor sin límites ni condiciones.
Si queréis leer más sobre el yoga de la devoción os recomiendo el libro Bhakti yoga, de Swami Vivekananda, en Editorial Kier. ¡Buena sádhana!
Javier Ruiz Calderón (Shánkara) es doctor en filosofía especializado en pensamiento indio y filosofía de la religión. Es profesor en la Universidad Comillas (Madrid) y discípulo de Amma. Lleva más de cuarenta años estudiando y practicando yoga, vedanta y meditación. Enseña esas disciplinas, así como sánscrito y canto védico, y ha publicado siete libros y más de cien artículos sobre esos temas (www.jruizcalderon.com).
Próximo curso: «Historia y filosofía del yoga» (marzo – abril 2024, jueves por la mañana. Más detalles aquí).