En un vídeo que circula por las redes sociales con ocasión del pasado Día Internacional del Yoga, una locutora en off de un telediario dice, al visitar una escuela de yoga: “El yoga es la fórmula perfecta para desconectar de la realidad”. Lo peor no es que esta frase banalice el yoga, sino que delata la intención de desactivar su fuerza transformadora. Escribe Pepa Castro.
Entendemos, claro, lo que quiso decir la reportera: que llegas de la calle a la sala de yoga, con tu mochila de problemas, y durante una hora te olvidas de todo. Pero eso también sucede en una clase de bachata o en una partida de mus. No hay manera de que los medios de comunicación entiendan el cambio profundo que subyace en la práctica del yoga y la meditación. De momento, hemos logrado que repitan aquello de que «el yoga es mucho más que posturas». ¿Y si además les dijéramos el yoga es una “fórmula perfecta” para comprender la realidad?
Lo que sobran en nuestra supuesta sociedad del bienestar son desconexiones, evasiones, confusiones y distracciones, que bastante desconectados estamos ya de nosotros mismos, de la espiritualidad y de la verdadera naturaleza de lo que nos rodea. A ver si se llega a entender que yoga no es una “fórmula” exprés para resetear la mente y limpiar lo malos rollos del día, ni un método de relajación, ni una gimnasia complaciente y amena. Que su propósito original es liberador y transformador.
El yoga te trae al presente y te abre en canal, te saca de tu zona de confort para que pruebes tus límites, te disecciona por dentro, te desnuda de creencias y roles, abate tus mecanismos de defensa, te interpela, te cuestiona y te confronta. Y todo para ensancharte por dentro, para que puedas habitarte en tu ser real con consciencia, libre de condicionamientos, miedos y prejuicios.
Hasta ahí creo que cualquier practicante de yoga podría estar de acuerdo. Ya veremos lo que comento en adelante… Porque hay algo más cuestionable aún tras esa idea distorsionada pero muy al uso sobre la desconexión a través del yoga…
Banalizar para desactivar la consciencia crítica
En los últimos años toma fuerza una corriente de pensamiento crítico en torno, sobre todo, al mindfulness, que llega lógicamente hasta sus raíces budistas. Se cuestiona sobre todo la aplicación interesada (por llamarlo delicadamente) que la actual cultura del capitalismo mercantil hace de las tradiciones espirituales o introspectivas. Resumiendo: el manejo de la atención plena como desactivador de la consciencia crítica individual y social.
Sabemos mucho sobre el “blanqueamiento” del mensaje revolucionario del primer cristianismo a través de la historia hasta el día de hoy. Menos conocida es la instrumentalización de las tradiciones meditativas que, desposeídas de su nuclear energía transformadora, se están infiltrando en el entramado consumista y cultural a través de “productos” y mensajes que llaman a la desconexión, la pasividad y la sumisión, en vez de estimular nuestra creatividad, lucidez y criterio.
La ola de individualismo neoliberal ha inundado la mente colectiva con este mensaje universal: tú eres el (único) responsable de tu felicidad, de tu prosperidad, de tu salud y de tu salvación espiritual. Traducido a nuestro condicionamiento judeocristiano: tú eres el culpable de todo lo malo que te pasa. Por lo tanto, te queda aceptarlo y buscarte «desconexiones» de la realidad. Y sálvese quien pueda… (pagárselo). «Es el mercado, amigo», dijo Rodrigo Rato, execonomista de pro y exalumno de meditación de una conocida escuela.
La historia de McMindfulness
Hace un tiempo ese tema hervía en las redes sociales de Estados Unidos. Ya en 2013 Ronald Purser, profesor de gestión en la Universidad Estatal de San Francisco y maestro ordenado en la orden budista zen coreana Taego, utilizaba el término “McMindfulness” en referencia al fenómeno de la mercantilización de la atención plena. Años después escribiría el libro McMindfulness. Cómo el mindfulness se convirtió en la nueva espiritualidad capitalista (Alianza Editorial).
En un visionario artículo que se hizo viral, titulado Más allá de MCMindfulness, denunciaba:
“Se entiende que se desvincule la atención plena de su contexto budista ético y espiritual para presentarlo como un producto viable en el mercado. Pero ese interés por secularizar y mercantilizar la atención plena para que sea una técnica comercializable puede estar conduciendo a una desafortunada desnaturalización de esta antigua práctica, que estaba destinada a mucho más que a aliviar un dolor de cabeza, reducir la presión arterial o ayudar a los ejecutivos a concentrarse mejor y ser más productivos.
(…) En lugar de aplicar la atención plena como un medio para despertar a las personas y organizaciones de las raíces insanas de la codicia, la mala voluntad y el engaño, por lo general se transforma en una técnica banal, terapéutica y de autoayuda que en realidad puede reforzar esas raíces”.
Esa denuncia precoz de Ronald Purser sigue siendo sobrecogedora hoy día si, enlazando con el comienzo de este texto, pensamos que puede hacerse extensiva al yoga:
“La mayoría de los relatos científicos y populares que circulan en los medios de comunicación se refieren a la atención plena en términos de reducción del estrés y mejora de la atención. (…) Pero la atención plena, tal como se entiende y practica dentro de la tradición budista, no es una técnica éticamente neutral para reducir el estrés y mejorar la concentración. Más bien, la atención plena es una cualidad distinta de la atención que depende de muchos otros factores y está influenciada por ellos: la naturaleza de nuestros pensamientos, palabras y acciones; nuestra forma de ganarnos la vida; y nuestros esfuerzos para evitar comportamientos insanos e inútiles y desarrollar, en cambio, aquellos que conducen a la acción correcta, la armonía social y la compasión”.
Purser, como buen maestro del budismo, sigue aportando al lector profano una información muy interesante:
“Esta es la razón por la que los budistas diferencian entre la atención correcta (samma sati) y la atención incorrecta (miccha sati). La distinción no es moralista: la cuestión es si la calidad de la conciencia se caracteriza por intenciones sanas y cualidades mentales positivas que conducen al florecimiento humano y al bienestar óptimo para los demás y para uno mismo.
De acuerdo con el Canon Pali (las primeras enseñanzas registradas de Buda), incluso una persona que comete un crimen atroz y premeditado puede estar practicando la atención, aunque sea incorrecta. Está claro que la atención plena y la concentración resuelta de un terrorista, un francotirador asesino o un delincuente de cuello blanco no es la misma calidad de atención plena que han desarrollado el Dalai Lama y otros budistas. El mindfulness correcto ha de estar guiado por intenciones y motivaciones basadas en el autocontrol, estados mentales sanos y comportamientos éticos, objetivos que incluyen pero superan la reducción del estrés y la mejora de la concentración”.
Continúa Purser destacando la intención social de la atención plena:
“Otro concepto erróneo común es la meditación de atención plena como un asunto privado e interno. La atención plena a menudo se comercializa como un método para la autorrealización personal, un alivio de las pruebas y tribulaciones de la despiadada vida empresarial. Tal orientación individualista y consumista puede ser efectiva para la autoconservación y el autoprogreso, pero no mitiga las causas de la angustia colectiva.
Cuando la práctica de la atención plena se compartimenta de esta manera, se desconecta de las motivaciones personales. Existe una disociación entre la propia transformación personal y la social, que tiene en cuenta las causas y condiciones del sufrimiento en entornos más amplios. Tal colonización del mindfulness tiene un efecto instrumentalizador, al reorientar la práctica hacia las necesidades del mercado más que hacia una reflexión crítica sobre las causas de nuestro sufrimiento colectivo o dukkha social.”
Recuperar la ética
Finalmente Purser acaba de poner el dedo en la llaga contra el mantra más desmovilizador que existe: el que dice que el cambio comienza con uno mismo, argumentando que si se logra una mente más centrada y pacífica, la transformación y mejora de la sociedad llega por sí sola:
“El problema es que hoy día las tres motivaciones insanas que destaca el budismo (codicia, mala voluntad y engaño) ya no están limitadas a las mentes individuales, sino que se han institucionalizado en fuerzas más allá del control personal”.
“(…) las empresas se han subido al carro de la atención plena porque transfiere convenientemente la carga al trabajador individual: el estrés se enmarca como un problema personal, y la atención plena se ofrece como la medicina adecuada para ayudar a los empleados a trabajar de manera más eficiente y tranquila en entornos tóxicos. Envuelta en un aura de cuidado y humanidad, la atención plena se transforma en una válvula de seguridad, como una forma de desahogarse, una técnica para hacer frente y adaptarse al estrés y las tensiones de la vida laboral”.
Y acabo por hoy con esta selección de reflexiones de Ronald Purser, el final esperanzador de su artículo. (Pero prometo, a quienes les interese, que pronto volveremos a hablar sobre la “desconexión del yoga”, el mercado del mindfulness, Purser y otros autores críticos):
“Esperemos que el movimiento de atención plena no siga la trayectoria habitual de la mayoría de las modas: entusiasmo, aceptación acrítica de lo establecido y desilusión final. Para convertirse en una verdadera fuerza de transformación personal y social positiva, debe recuperar un marco ético y aspirar a propósitos más elevados que tengan en cuenta el bienestar de todos los seres vivos”.
(Artículo Más allá de McMindfulness completo: https://www.huffpost.com/entry/beyond-mcmindfulness_b_3519289)
Pepa Castro es codirectora de YogaenRed.