Para avanzar en el camino del yoga debemos tener siempre presentes las palabras del sabio Patanjali resumidas en el siguiente párrafo: “Solo por el conocimiento y la toma de conciencia de la diferencia entre chitta (la mente) y púrusha (el Ser, nuestra identidad) sobreviene la supremacía sobre todas las formas de existencia y sobre el conocimiento supremo”. Escribe Pedro López Pereda.
Podemos definir púrusha (en sánscrito “ser”) como nuestra identidad profunda, nuestra supraconciencia, lo que realmente somos, y chitta (en sánscrito “materia mental”) se puede traducir simplemente como mente.
No es fácil para los humanos encontrar las diferencias entre púrusha y chitta, ya que aquello que no podemos medir, pesar o percibir por los sentidos, como son el Ser y la mente, lo metemos en un mismo paquete y no profundizamos acerca de sus matices, atributos y diferencias. Pero sí podemos empezar en este artículo por algo más sencillo y tomar conciencia de las diferencias existentes entre dos de las envolturas del Ser muy diferentes, la mental y energética.
Empezaremos por entender la mente (manomaya) como el conjunto de aplicaciones biológicas que hacen funcionar los diferentes sistemas corporales, como el muscular, el circulatorio, el nervioso, el reproductor, el digestivo, el linfático… Y también otras competencias más sutiles como son el pensamiento, la motivación, la capacidad de gestionar los sentimientos, las emociones y las habilidades sociales. Por otro lado, la energética (pranamaya), que no tiene mucho que ver con la mente, configura los nadis, los chakras y el aura, formando campos electromagnéticos donde se graba nuestra evolución, el desarrollo de nuestras gunas (las capacidades básicas de la naturaleza) y nuestros hechos y vivencias.
Un ejemplo significativo
Las envolturas mental y energética comparten muy pocas competencias, por lo que el desarrollo de cada una de sus partes en los humanos influye de manera muy clara en su comportamiento y son fácilmente distinguibles. Esto último lo vamos a entender mejor con el siguiente ejemplo, basado parcialmente en hechos reales:
Al principio de los años noventa del pasado siglo teníamos que colaborar en la realización de una muestra, en un evento importante, sobre los productos de apoyo que ayudan en sus actividades cotidianas a las personas con discapacidad. Para su diseño, se seleccionaron varios grupos de profesionales del mundo de las exposiciones a los que llevamos a ver todos los objetos que tenían que mostrarse en dicho evento (teléfonos de texto para personas con sordera, sillas de ruedas deportivas, muletas y sillas anfibias para bañarse en el mar, elevadores de muebles, grúas para bañeras, control de ordenadores por la vista…).
El primer equipo, nada más ver todos los productos, dijo de inmediato que aquello no era de su agrado, que no les gustaban los diversos elementos y que no se podían exponer en un evento tan importante. El segundo vio miles de posibilidades en ellos y pensaron que aquellos objetos podían ser utilizados por todas las personas en su vida cotidiana. El tercero se centró en la sensibilidad que habían puesto tantos diseñadores para facilitar la vida a los que lo tienen más difícil. Y el cuarto equipo tomó conciencia por primera vez de que el diseño y la estética era algo más de lo que les habían enseñado y que algunos de aquellos objetos, como el teléfono de mensajes de texto (los que se convertirían en WhatsApps) o el ordenador manejado con la mirada, iban a cambiar en el futuro los hábitos de casi todas las personas.
El primer equipo actuó condicionado por criterios mentales, ya que el gusto depende de la mente y a ésta no le agrada que en la evolución de las especies interfieran la enfermedad y la discapacidad. De esta forma se dejaron llevar por una aplicación psicológica que se crea en cada persona y configura una forma de apreciar o valorar las cosas basada en algoritmos aprendidos de forma inconsciente. Todo ello gobernado por el ego personal y social, que nos dice que nuestro gusto es el mejor y está por encima del mal gusto de los demás.
En cambio, el segundo grupo se dejó llevar por la energía tamásica que gobierna el chakra Muladhara, viendo en la muestra elementos funcionales con múltiples posibilidades prácticas.
El tercer equipo estaba totalmente influenciado por los sentimientos que anidan en los chakras rajásicos, Plexo Solar y Corazón.
Por último, el cuarto equipo, que había observado al anterior, tomó conciencia de que la estética está unida a la verdadera belleza de las cosas y al sentimiento que despierta en los humanos. La belleza, como decía Platón, es independiente de lo físico y está más allá de lo intelectual.
La diferencia estética
Recapitulando, captar lo verdaderamente bello no es algo que esté al alcance de todas las personas y solo tienen este privilegio las que están coligadas con el Ser (buscando las diferencias entre lo mental y la envoltura energética hemos descubierto una de las diferencias más importante entre el Ser y la mente: la estética). La estética está ligada a la geometría sagrada, a las dimensiones áuricas, a las leyes supremas de la creatividad y por ello también a lo Superior.
La mente nos obliga a actuar según unos criterios establecidos por miles de años de evolución, que nos sirven para sobrevivir en este plano y para solucionar muchos de los problemas que aquí se nos plantean. En cambio, nosotros estamos aquí para expandir nuestra supraconciencia y descubrir los frutos que nacen en nuestro interior de las experiencias físicas vividas conscientemente.
Pedro López Pereda. Creador del centro Namaskar de yoga y autorrealización en la línea de Antonio Blay. Presidente de la Fundación Yoga y de la Asociación Yoga Meditativo. Miembro de la Asociación Nacional de Profesores de Yoga. Maestro de Reiki.
Ha publicado, entre otros libros: El mandala oculto (2017), El cuenco vacío (2018) y Las leyendas del Yoga. El origen mitológico de la meditación, el pranayama y las posturas de yoga (2021).