Cuando se dice que el yoga está basado y construido sobre la respiración, que es el ritmo de la vida, el aliento existencial, reflexiono sobre cuánto somos conscientes de la conexión directa entre el hecho de respirar y las respuestas íntimas, personales, ante el dolor propio y ajeno. Parece que la neurociencia también ha corroborado esta complicidad en la que se construye el camino del yoga. Escribe Mayte Criado.
Al hablar de Yoga y solidaridad viene a mi mente la idea del teólogo McDaniel de que cuando un ser humano sufre, está seguro de que Dios (podríamos hablar de conciencia o de universo) seguramente deja de respirar. Aunque, por otro lado, también debe haber un lado de eso que llamamos Dios que sigue respirando para preservar y garantizar que el aliento de la vida continúa expandiéndose en esta red universal en la que cantan los pájaros, llueve, sonreímos, nos amamos, y mientras los dolientes lloran, sufren injusticias o simplemente permanecen al margen de la alegría de existir.
El Yoga podría sintetizarse en el cultivo de un tipo sensible de escucha que deriva en darse cuenta que de igual manera que yo respiro, respiran todos los cuerpos y respiran todos los seres vivos, y respira el planeta y respira todo el universo. Y que cuando respiro, algo se mueve, se toma, se ofrece, y algo se conmueve en mi espíritu y en el de todos, puesto que el aliento vital genera la vida y es lo mismo en todos. Cuando alguien sufre o yo sufro, la respiración se dificulta o se detiene o se llena de emociones y sentimientos.
El aliento de la vida se ve trastocado y ya todo se convierte en fricción o en lucha o en miedo o en infelicidad. Podemos escucharlo en nuestros corazones rotos, en nuestros cuerpos enfermos, en nuestras huidas de la realidad que nos presenta la existencia humana. Esa voz del dolor nos acostumbra a mirar hacia otro lado, pero si la práctica de Yoga es honesta, escuchar la propia respiración nos da la oportunidad de contactar con el sufrimiento.
Todas las vías del Yoga transmiten la idea nuclear de que no podemos encontrar la paz si no sabemos quiénes somos. Saber quiénes somos conlleva escucharnos en la respiración. Estar presentes en la propia respiración es despertar a nuestra vulnerabilidad, nuestros miedos, nuestra violencia, nuestro sufrimiento y, por tanto, al de todos los seres que nos rodean.
En este sentido, no hay duda de que practicar Yoga, debe proporcionarnos esta complicidad existencial. Yoga y solidaridad deberían ser sinónimos. Yoga y compasión deberían poder nombrar lo mismo. Yoga y servicio (Karma Yoga) se encuentran al mismo nivel. No deberíamos confundir el Yoga con una idea preciosa envuelta de conceptos éticos o morales, sino como una respuesta transformadora, real y contundente que nos invita a la acción, literalmente a remangarnos para atender a la vida. Atender a la vida implica poder estar presentes en la realidad del dolor.
Mayte Criado es fundadora y directora de la Escuela Internacional de Yoga.
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