Con la práctica meditativa y de la atención consciente, la noción básica del corazón compasivo que habita dentro de nosotros es la posibilidad de hacernos amigos de aquello que no queremos ver o reconocer en uno mismo, así como en los demás. Con el corazón compasivo aprendemos a estar con aquello que duele, con aquello que rechazamos. Escribe Denis Criado.
Hemos aprendido a evitar el dolor, y de ahí que el cuerpo nos envíe señales a través del insomnio, la ansiedad o la angustia de vivir. Con el corazón compasivo aprendemos a estar con lo que toca estar, respirándolo, observándolo, le ofrecemos el espacio que necesita. Si aprendemos a estar con aquello que nos produce sufrimiento, poco a poco el estrés empieza a reducirse, pero también, igual que el oro enterrado, dentro de nosotros empieza a brillar. Ese oro es nuestro corazón compasivo y la vida se encarga a través de situaciones “no gratas” de que lo descubramos. Al resistirnos al aprendizaje, a Ser el corazón compasivo, enseguida buscaremos formas de evadirnos, de proteger la vulnerabilidad, de escaparnos.
Cada golpe de la vida es una oportunidad de crecimiento. Por esta razón, la práctica básica que se propone es aquella que desarrolla la habilidad de estar sentado interiormente y de tocar el “dolor”, aprender a estar con él, con aquello que nos ha desgarrado, desestabilizado…De cualquier otro modo, al no saber estar con él, nos puede producir un profundo sufrimiento. Con la práctica compasiva hay comprensión, aprendemos a no escaparnos, a no enjuiciarnos, a no rechazarnos. Aprendemos a abrazar lo que también “no está bien” en nosotros. Con esa mirada sostenida y de calidez compasiva aprendemos a aligerar carga que está dentro de nosotros y que bloquea nuestro desarrollo, nuestra evolución como humanos. Llegamos a “estar bien con lo que no está bien”.
Ya sea “dolor” o “placer”, a través de la práctica del corazón compasivo aprendemos en la meditación a soltar nuestras expectativas y permitir a la experiencia ser como es, sin manipulación, sin desear que fuera otra cosa o de otra manera, por muy intensa o dolorosa que sea. El verdadero triunfo no es proteger al corazón de tal forma que nada sea vivenciado, sino permitir que sienta, que viva, que se abra a la experiencia que la vida está ofreciendo en estos momentos. Los golpes de la vida que producen dolor son los verdaderos grandes maestros y si aprendemos a estar con ellos, a respirarlos y, lo más importante, a comprender y aprender, empezaremos a ver y a escuchar con más objetividad, con más discernimiento; en definitiva, con mayor respeto hacia uno mismo y hacia los demás. Estamos aprendiendo a amarnos. La práctica del corazón compasivo a través de la meditación sentada y no sentada es un acto de amor hacia uno mismo. Ya no buscas amor afuera para llenar el vacío, para distraerte o para evadirte. Florece el respeto propio, la dignidad, y el autocuidado.
Cuando trabajamos con el corazón compasivo a través de la práctica de la meditación, la vida ordinaria con todas sus perfectas imperfecciones se convierte en el camino del despertar, el camino del bienestar y la paz interior. Y así cada relación, cada falla manifestada con el otro, cada mal entendido, son momentos oscuros y fríos como en las montañas del Himalaya durante la noche. Sin embargo, al amanecer, se convierten en una inmensidad de brillo. Cada aspecto interior no rechazado se convierte, se transforma, está bañado por la luz del corazón compasivo. En un nuevo comienzo, empiezan a brillar los ojos, y eso es belleza. Namasté.
Denis Criado es formador senior en la Escuela Internacional de Yoga. Autor del libro de la editorial Kairós: Cuerpo consciente, hacia un Yoga integral. Y de Danza del amor, el fluir del Vinyasa Yoga. Dirige la formación de Vinyasa Yoga 100 horas en la Escuela Internacional de Yoga.
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