Nuestra sociedad necesita más que nunca encuentros, espacios públicos para favorecer la confluencia de ideas y el intercambio de la palabra. También comunidades, sí, pero no cerradas y sectarias, sino abiertas a la diversidad y al diálogo que permita avanzar en los terrenos que nos interesan a todas/os. Escribe Pepa Castro.
Vivimos en un mundo polarizado en donde prima la individualización y lo autorreferencial, y así afrontamos con desgarros y conflictos sin tregua una realidad que necesita urgentemente el entendimiento social y el trabajo compartido para salir adelante.
Nos hemos hecho autorreferenciales incluso como colectivos: partidos, equipos, sectas, tribus, que se autoafirman por oposición a los otros. Solo nos llegan los mensajes que nos confirman que somos los mejores en ‘lo nuestro’ y que estamos en posesión de la verdad frente al mundo exterior.
En paralelo, la discusión triunfa. Pero eso sería una sana práctica democrática si no fuera porque su caldo de cultivo actual no es la libertad de pensamiento sino la hostilidad más bronca y estéril. Los mensajes cargados de desprecio, odio o falsedad parecen atraer más la atención distraída de un ser humano manejado por publicistas y grupos de presión
Cuanto más opuesto, increíble o insensato sea un relato alternativo a un consenso social generalizado acerca de algo, más magnetismo ejerce entre los grupos de eternos insatisfechos. Como si rechazar la reflexión colectiva o los acuerdos razonados fuera por sí mismo garantía de estar en posesión de la verdad suprema que supuestamente “el sistema” nos hurta por sistema.
Así las cosas, el distanciamiento entre posiciones vitales de los seres humanos no para de crecer –también a escala de las diversas escuelas del yoga, que tienden a aislarse intramuros– e infiltrado de cotidiana hostilidad, amenaza con fracturar definitivamente la sociedad.
Todo lo contrario de ese reconocimiento en la unidad que postula el yoga.
Encuentros en el yoga
¿Puede ayudarnos a mejorar la filosofía que parte del cuerpo para llegar a recuperar la consciencia de unión con Todo? Como gran compendio de conocimiento dirigido a hacer emerger lo mejor del ser humano, el yoga tiene mucho que decir en los distintos desafíos y conflictos de la vida actual.
Por eso hace ya casi un año no dudamos en apostar, junto con Mayte Criado, por el proyecto que llamamos ‘Encuentros de Yoga’, un espacio de reflexión que emitimos cada mes en abierto, y en el que nos reunimos con personas comprometidas con el yoga y la espiritualidad para tratar de llevar sus enseñanzas a los retos del momento actual.
Encuentro deriva del latín popular in contra, “moverse hacia el otro”; es decir, la confluencia de dos o más seres, el espacio común. Encontrarse implica a menudo vencer el miedo a dejar la propia trinchera de certezas para avanzar hacia lo que no se conoce. Los encuentros son la sal de la vida, el paso de baile que mueve los corazones.
Albergar profundos principios en cuestiones importantes para uno mismo es muy deseable, pero tenemos que estar dispuestos a que haya personas que los puedan cuestionar desde sus propias convicciones sin sentirnos amenazados en nuestros cimientos ontológicos. Pese a que el yoga nos enseña a no identificarnos con nuestras creencias, vivimos tan apegados a ellas que acabamos construyendo nuestro relato identitario sobre las mismas. Entonces el personaje fagocita al observador.
Acercándonos para encontrarnos
A veces simplemente cuando nos encontramos y nos conocemos, las reticencias y la desconfianza caen por sí solas. Porque todos tenemos algo que enseñar, alguna reflexión que transmitir, y cuando ese conocimiento es fundamentado y honesto, siempre cala en el que escucha y nos ayuda a ambos a abrir nuevos enfoques en los que quizás antes no habíamos pensado.
Confieso que al principio, cuando organizamos los primeros ‘Encuentros de Yoga’, surgieron algunas suspicacias acerca de la “química” que podría generarse entre participantes. Se trataba de reunir a personas de distintos ámbitos del yoga y la sociedad (a veces, sí, muy distintos) para reflexionar en grupo en torno a temas nada fáciles de nuestro tiempo: la sociedad de consumo, el feminismo, la violencia, la religión, las lesiones, la profesionalización…
Lo que hemos podido comprobar con entusiasmo a lo largo de los ‘Encuentros’ que llevamos grabados es lo mucho que nos gratifica a todas/os los intervinientes intercambiar nuestros puntos de vista; lo mucho que nos satisface escuchar, compartir y aportar junto con los demás; y la cantidad de inspiración, ideas brillantes y lucidez que se consigue extraer entre todos en cada encuentro.
Los ‘Encuentros de Yoga’ están llenos de vida y de sana convivencia, de momentos chispeantes y de propuestas transformadoras. Pero sobre todo rebosan ganas de mirarnos a los ojos unos a otros y de encontrarnos, con nuestras diferencias, en unidad con la vida que nos rodea y en el amor al yoga.