Al yoga llegamos la mayoría buscando alivio para el estrés u otros desequilibrios y dolencias. Con la práctica, normalmente de hatha-yoga, descubrimos que nos ayuda a tomar conciencia de nosotros mismos, de nuestras capacidades y limitaciones. Después, con un poco de suerte y voluntad de aprender, llegamos a la esencia, al raja-yoga o yoga mental, que incluye la meditación. Escribe Ramon Marpons.
Una expresión muy común es que hay que “aprender a meditar”. Pero la meditación es una experiencia y por eso creo que deberíamos practicar más y teorizar menos sobre la misma.
Sin duda, algunas recomendaciones pueden ayudar; y es muy positivo que en los centros de yoga u otros espacios se facilite la posibilidad de practicar la meditación regularmente; como resulta muy adecuado organizar seminarios o estancias de varios días en entornos naturales y con muchas horas dedicadas al silencio, quietos o paseando. En realidad para la práctica meditativa sólo es necesario un espacio tranquilo, haberse preparado para sentarse sin tensiones corporales y para liberar la respiración; imprescindible también tener conocimientos de relajación.
Recuerdo mi primera sesión de yoga (el centro de yoga lo dirigían Uma Suñé y Enric Boada), que duró tres horas, con técnicas varias: desbloqueo de pie, siguiendo el ritmo de una música; sesión de asanas, algunas en pareja; también practicamos yuki, una técnica japonesa de contacto entre dos, para sentir el flujo de energía que podemos canalizar a través de las manos; y una relajación larguísima… El resultado de aquella sesión fue que salí de allí como “flotando”, muy relajado, en un momento difícil de mi vida, con cansancio y estrés extremos. En aquellas tres horas tomé conciencia de que, además de una cabeza pensante, tenía un cuerpo con unas posibilidades insospechadas y que me hablaba; sin embargo había aprendido a no escuchar ciertos mensajes de mi cuerpo. ¿Dónde lo aprendí? ¿Por qué?
Lo que más valoro de aquel día es que descubrí el campo de la relajación y su importancia. ¿Se puede uno relajar en pleno día, no hace falta pues esperar a meterse en la cama? Por aquel entonces yo era muy ignorante por lo que respecta a salud y enfermedades, y luchaba contra el cansancio con café de día y el despertador, para no quedar pegado a las sábanas, por la mañana. En los años que he ejercido de profesor de yoga he conocido otros muchos ignorantes, de los que ponen en riesgo su salud por no saber poner límites a su actividad diaria o al estrés que generan sus deseos y ambiciones. Nos deberían enseñar que vivir sanos es la primera obligación de todo ser vivo y que esto pasa por atender las quejas de nuestro ser profundo.
Relajación, práctica indispensable
La relajación es una técnica poderosa; en realidad un conjunto de prácticas, que yo aprendí gracias al yoga, aunque también existen métodos occidentales. Cualquier técnica de relajación nos obliga a estar presentes, desde este sexto sentido que es la conciencia de sí mismo, sintiendo que este cuerpo y esta mente que somos, están vivos; la postura más habitual para practicar es savasana, tumbados boca arriba. Una práctica muy simple es sentir que cada inspiración nos da sensación de plenitud y cada espiración nos ayuda a soltar tensiones; otra puede ser un repaso corporal, haciendo un recorrido muy estudiado que va de una mano hasta el pie del mismo lado, etc.; todavía otra, tensar grupos musculares para después soltar, llevando cada músculo a la situación de reposo, siguiendo también un recorrido establecido… Está también el yoga-nidra, una forma de relajación dirigida, con sankalpa o mensaje al subconsciente, a fin de mejorar ciertas actitudes.
Las sensaciones que puedan llegar a través de los cinco sentidos clásicos deben pasar a un segundo plano; pero alguien dirá que existen músicas relajantes, olores relajantes, paisajes relajantes o sensaciones táctiles que relajan… De acuerdo, todo esto también sirve, siempre que no se active nuestra mente y nos distraiga de la experiencia del presente.
Se puede hablar de relajación física, sensorial, emocional o mental. En todos los casos aprendemos a soltar tensiones, a dejar de lado temporalmente actividades, intereses, experiencias, proyectos… Es frecuente que una relajación intensa de grupo lleve a algunos al sueño, inclusive al sueño profundo; en este caso, al finalizar la práctica habrá que acercarse para decirles algo suavemente, con cariño, para que vuelvan al mundo real sin sobresaltos.
Saber relajarse y dormir lo necesario son imprescindibles para estar sanos, y también para mejorar o superar algunas enfermedades. Con el sueño, y en buena medida también con la relajación profunda, la mente entra en su fase subconsciente y el sistema nervioso puede recuperar energía; el sistema locomotor, músculos y articulaciones, descansan totalmente; la actividad sensorial es mínima, aunque ciertos sonidos y luces nos podrían despertar; la postura horizontal facilita el movimiento circulatorio. ¿Y qué pasa con los demás sistemas y órganos? Pues que muchas de sus funciones bajan su ritmo de trabajo, como es el caso del corazón o los pulmones.
La relajación es previa a la meditación y la acompaña. Partimos de sentir el cuerpo y la respiración; renunciamos a toda actividad y observamos lo que venga, aceptamos lo que venga. A veces lo que viene es sueño y habría que valorar si es el mejor momento para meditar.
“Meditar es quitarse de en medio”, según Pablo d’Ors; o sea, deshacerse de todo interés, de toda intención. Desde la meditación Zen, parca en explicaciones, se dice que nos sentemos “sin objeto”, que sólo hace falta estar atentos; “atención, atención, atención”, recomendaba un maestro zen a su alumno, que insistía en preguntar como se conseguía llegar a la “iluminación”.
Relajarse para abordar la meditación, que exige constancia y mucha energía. Buena práctica a todos.
Namasté.
Ramon Marpons, profesor de yoga.
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