Desde el «agujero claro», también llamado «tercer ojo» u «Ojo de Shiva», se puede acceder a otra realidad más allá de la aparente, libre de juicios y prejuicios, velos emocionales y condicionamientos psicosociales. Escribe Ramiro Calle.
Aunque sea metafóricamente hablando, me gusta considerar que hay un «agujero claro del cerebro» que conduce al vacío luminoso, o sea la posibilidad de adiestrarse para poder obtener un conocimiento superior al meramente conceptual o intelectual, y que nos permita ver y aprehender aquello que las ideas no son capaces de lograr.
Ese «agujero claro» del cerebro, que en la antigüedad simbólicamente se denominaba como el «tercer ojo» u «Ojo de Shiva», no por tener poderes paranormales o psíquicos que a ningún verdadero sabio interesan, sino porque permite un tipo de visión o percepción especiales y que puede encontrar respuestas a los grandes interrogantes de la existencia, o por lo menos una comprensión profunda que desemboca en la auténtica paz interior.
Desde ese «agujero claro» se puede acceder a otra realidad más allá de la aparente, libre de juicios y prejuicios, velos emocionales y condicionamientos psicosociales. Aunque sea un destello muy fugaz o vislumbre de esa otra realidad, ello supone mucho más que años de comprensión intelectual o analítica, que al final nos conduce a un callejón sin salida o un insuperable atolladero.
Numerosos seres humanos, aunque siempre notable minoría, han aspirado a esa visión transformativa que no se origina en la mente ordinaria o en el lado conceptual del cerebro, y para ello han concebido y ensayado métodos muy diversos, tendentes a superar las barreras o limitaciones de la mente ordinaria y conectar con un tipo de mente o vivencia que «intuye» o percibe lo que no se puede someter a categorías o conceptos.
Pero en la mayoría de los seres humanos la idea ha usurpado el lugar de la realidad desnuda, y los velos que son las apariencias, la imaginación, la memoria y los pensamientos petrificados, impiden ver aquello que se esconde en tales apariencias como la perla en la ostra o la mantequilla en la leche.
La meditación, o arte y ciencia de la detención consciente de la mente mecánica, trata de abrir un pasadizo hacia ese «agujero claro del cerebro» donde se instala la mente quieta y sabia, capaz de desvelar lo que ni siquiera la ciencia trata de hacer con sus también no pocos prejuicios y dogmas. Cada día es mayor el número de científicos que meditan, convencidos de que el escáner, la resonancia magnética y el escalpelo no pueden culminar en esa real paz interior que le procura el mayor sentido a la existencia. Es por eso que a veces me gusta recordar aquello de los científicos saben, pero los místicos saben mucho más. La meditación sentada debe combinarse con la meditación en la acción y hay que observar la triple disciplina: la de la ética, la del control mental y la del desarrollo de la sabiduría.
Ramiro Calle es pionero de la enseñanza del yoga en España, disciplina que imparte desde hace más de 30 años en el centro de Yoga Y Orientalismo «Shadak». Es el más importante escritor orientalista de este país y uno de los más importantes de toda Europa. Autor de numerosas obras, ha estudiado en profundidad los efectos terapéuticos de las psicologias orientales y de los aportes de la meditación al psicoanálisis, la psicoterapia y la neurociencia.https://www.youtube.com/results?search_query=ramiro+calle
Todos sus libros en la Biblioteca Ramiro Calle de Editorial Mandala:
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