A veces me pregunto por qué no sé explicar a mis amigos y parientes no practicantes qué supone el yoga para mí. Pienso que debe extrañarles que yo nunca trate de venderles algo a lo cual dedico gran parte de mi vida. Escribe Pepa Castro.
Deducen por mis hechos que lo recomiendo, pero esperan que trate de convencerles con mis palabras. Y yo me resisto…
Me miran expectantes cuando surge la palabra “yoga” en una conversación de café, como resignados a que les caiga un chaparrón proselitista lleno de los mayúsculos portentos que les esperan si se convierten al yoga. Incluso alguno se pone en guardia con excusas desesperadas o despectivas: “yo es que soy demasiado flexible ya”, “lo probé un día y me sentí fuera de lugar”.
Tal vez se quedan con ganas de desvelar el misterio que hay detrás de esta anomalía mía del yoga…
Porque yo finalmente callo. Me horroriza todo lo que suene a proselitismo y a sermón. Yoga no se predica, no es el Evangelio. Yoga tampoco es Pilates: no puedo reducirlo a cuatro beneficios sencillos. Le tengo demasiado respeto, o quizás intuyo que el interés de mi interlocutor no es genuino. O tal vez temo desnudar el corazón contando cómo el yoga opera en y con mi intimidad.
Luego en soledad lamento no haber encontrado las palabras breves y sencillas que ayuden a aquel amigo o conocido escéptico a entender todo lo que el yoga puede ofrecer. Y me propongo intentarlo de nuevo en la próxima ocasión.
Ahí va un ensayo…
Primer intento
Amigo, ¿sabes aquello de que hay que vivir la vida y no que la vida te viva a ti? Pues eso es Yoga. La experiencia de la vida consciente. Pero hay que descubrirlo por uno mismo. No en un día ni dos, ni con la primera clase que pilles porque queda cerca de casa.
El Yoga te devuelve la mirada hacia dentro para descubrirte la vida que hay en ti. No obra ningún prodigio, sino un desvelamiento paulatino de que no eres una mente agitada en un cuerpo extraño, sino una unidad en armonía que espera realizarse desde que viniste al mundo.
¿No te gusta la palabra honrar? Pues es que es la única que conozco para decir esto: el Yoga honra cada parte de tu cuerpo con cada respiración. Hace que experimentes que la vida fluye por cada una de tus células de un modo trascendente. Genera intimidad reveladora en la que se expresan todos tus potenciales ignorados. Te hace consciente del ser que te habita, de la plenitud de ser.
Y sí, aunque el camino del yoga comienza en el cuerpo, a través de él puedes ir avanzando, reconociéndote y conectando con estados profundos de paz mental y bienestar emocional que emergen del núcleo limpio y genuino que siempre estuvo en ti. Es lo más sencillo y a la vez lo más complejo de explicar. El recorrido comienza enseñándote lo más básico, que no es poco: cómo respirar o cómo crear apertura entre tus costillas. Pero poco a poco te das cuenta de que tu cuerpo y tu mente están conectados para liberar más y más ese espacio de consciencia con el que sales de tu esterilla y entras diferente en la vida que te espera fuera.
No te he convencido, ¿verdad? No me extraña… Al final creo que no lo he hecho ni breve ni sencillo… O tal vez es que hay que vivirlo cuando te llegue el momento.
Pepa Castro es codirectora de YogaenRed.