La India ha sido siempre considerada el país más insólito del mundo, así como aquel donde conviven los extremos. En él se ha manifestado la más refinada espiritualidad junto con la más burda superstición. Escribe Ramiro Calle.
No es de extrañar que haya despertado el más vivo interés a lo largo de siglos en exploradores, viajeros, escritores, filósofos y buscadores de lo Inefable. Hay una India eterna y sagrada, y una India cotidiana con sus innumerables problemas, contradicciones y conmovedoras historias.
Tras haber recorrido en noventa y nueve ocasiones este enorme país, he escrito mi obra Relatos de la India (Editorial Mandala), que recoge las más diversas estampas de la India y de los más variados personajes, que van desde el titiritero al faquir, del sadhu al jefe de estación, del cartero al vendedor de muelas o el barbero callejero.
Un emocionante y sobrecogedor espectáculo. ¡India es India! A nadie deja indiferente. Incluso fascinó a Alejandro Magno, que tuvo su maestro personal de yoga en la India, llamado Kalano. Alejandro se quedó fascinado por la actitud de los sadhus, a los que los griegos llamaron gimnosofistas. Él mismo creyó ser una reencarnación de alguien que siglos atrás vivió en la India.
Este país, cuya herencia científica, literaria, filosófica y espiritual no tiene igual, me ha hecho mucho gozar y mucho sufrir. Es como una bailarina sin dejar de girar y que te ofrece innumerables rostros.