“Va siempre con el chaleco antibalas por la vida aunque no le haga falta para nada. Y eso es porque está muy desprovista por dentro”. (Esther Garcia Llovet sobre un personaje de su novela Spanish Beauty). Escribe Asun Arrillaga.
Pues amigos y amigas, así vamos casi todos. Incluidos los yoguis y las yoguinis que buscamos el crecimiento personal y/o espiritual. El ego, tan vilipendiado y tan utilizado también en nuestros lares, es la barrera protectora que usamos desde que abrimos los ojos por la mañana, quizá antes de abrirlos. La vida, podríamos pensar, es demasiado complicada para quitarnos esa coraza. Pensamos que quizá no podríamos soportarla.
Pongo ahora una objeción a esa manera de pensar: ¿creemos que nuestro proceso personal/espiritual puede avanzar al margen de cómo elegimos comportarnos ante ese ego, que al fin y al cabo es una dificultad para poder abrir el corazón?, ¿no nos ha enseñado nuestra práctica en la colchoneta que vulnerables somos más fuertes que parapetados detrás de esa coraza, de ese ego?
Como dice Carlos Fiel: “Entiende tu ego, entiende tu sombra”.
Vulnerables pero fortalecidos por la consciencia y la capacidad acrecentada que supone nuestra práctica interna, nos abrimos a sentir, a mirar al entorno cada vez con más sensibilidad. Vulnerables pero sintiéndonos seres humanos. Vulnerables y capaces de enriquecer nuestra vida con encuentros con los otros y acciones relacionadas con el apoyo mutuo que recibimos del entorno, que ofrecemos al entorno.
Desde esa fortaleza que da el yoga uno comprende que esa coraza que es el ego es una falsedad que debilita nuestro desarrollo interior y exterior. Sólo si perdemos el miedo a nuestro potencial interior y a la riqueza –a la vez que reto– del exterior, nuestra vida se desarrollará con toda la plenitud que en el fondo deseamos.
Hablando con el lenguaje de los nadis: si bloqueamos el fluir energético que llega a una parte del cuerpo, todo el conjunto físico-energético se empobrecerá. Igualmente, si habitualmente retiramos nuestro interés y aportación de las necesidades del entorno social o medioambiental, debilitaremos ese entorno. Es decir, ese entorno no recibirá el aporte que naturalmente espera de nosotros y que naturalmente le corresponde.
Hay una responsabilidad natural para con nuestro exterior. El ego se olvida de ello porque sólo piensa en sí mismo, tiene un acercamiento depredador de la vida. Dice: ¿qué puedo sacar yo de esta situación?… no le interesa nada más.
Con el yoga podemos distanciarnos suficientemente de ese enfoque para darnos cuenta de su capacidad limitante y liberarnos poco a poco de él. Y volvernos vulnerables, sensibles, humanos entre humanos, profundamente vivos. Profundamente capaces de conectar y crecer con los demás.
Asun Arrillaga es profesora de yoga.
Autora del libro ‘En tono al yoga’, prologado por Danilo Hernández.
Adquirirlo aquí:
https://www.mandalaediciones.com/terapias-corporales/yoga/en-torno-al-yoga.asp