El trabajo en sosiego, la serenidad alimentada diariamente, el ora et labora, la sonrisa serena como forma de meditación, el dejar que la vida amanse, el no perturbar el ánimo por las contrariedades, el saber cuándo obrar y cuándo estar en quietud, son las virtudes del Arcano 14, La Templanza. Escribe esta serie, ya publicada anteriormente en YogaenRed, Carmen Viejo.
Palabra clave: “Ecuanimidad”
“El yoga, con razón, siempre ha sido asociado a las cualidades de sosiego, equilibrio, paz interior, lucidez y, por tanto, genuina ecuanimidad”. (Ramiro Calle)
Un ángel protagoniza este arcano, evidenciando una transformación ya lograda después del número 13. La calma tras la tormenta. Cada crisis vivida desde la consciencia aporta sabiduría, experiencia y templa el carácter, ni frío ni ardiente, sino templado para poder ser modelado.
El 14 se relaciona asimismo con el trabajo de biblioteca y de escritura. Un monje copista, amante de los libros y del saber, sería una buena expresión de esta vibración. El trabajo en sosiego, la serenidad como cualidad alimentada diariamente, el “ora et labora” como método de práctica, la sonrisa serena como forma de meditación, el consciente dejar que la vida amanse, el no perturbar el ánimo por las contrariedades, el saber cuándo obrar y cuándo estar en quietud, son las virtudes de este arcano al que cada practicante debería aspirar.
La Templanza sabe que las corrientes psíquicas y vitales se compensan las unas a las otras y las recoge y deja fluir de un recipiente a otro, pues está revestido de ambas esencias, tan de la tierra como del aire, tan de aquí como de allí, tan de este mundo como del otro. Una flor adorna su frente, pues su pensamiento es puro, sin maquinación ni juicio.
Qué regalo la templanza, y sin embargo, es un arquetipo que no anuncia evolución por acción externa, sino por la propia actitud interna. Los inquietos aprenden en ella a aquietarse, y los quietos pueden enviciarse en ella, desvirtuándola. Por eso la templanza precisa no ser una excusa ni ser impuesta, sino que es el logro del alma sobre la personalidad.
Correspondencia en ásanas
Trabajar la ecuanimidad es labor diaria. Por eso son variados los ásanas que proponemos para ejercitarnos en ella. Hay que eliminar fuego, si este es sobrante; hay que despertarlo, si este está apagado.
En Vakra Tadasana, “La postura de la palmera en rotación”, se parte de la posición de pie, con una separación de piernas no mayor que el ancho de caderas, los brazos abiertos, como dos alas a los lados. Entonces, con la respiración en inhalación, se alza la columna y se gira desde la cintura, mientras las caderas y piernas permanecen estables y fuertes. La cabeza gira también. El fluido de energías se equilibra generando templanza.
Purvotanasana o “Estiramiento del Este” (zona anterior del cuerpo) es una postura que hace fluir el prana. Desde la posición sentada, apoyar las manos por detrás y empujar el suelo para elevar el tronco, con el torso hacia arriba y las piernas juntas y extendidas, las articulaciones de hombros y clavículas experimentan una gran liberación. Es equilibradora pues estimula tanto como calma.
Ardha Matsyendrasana es una de las grandes posturas. También conocida como la “Gran Torsión”, parte de posición sentada para, con el cruce de las piernas, una de ellas con la rodilla elevada, producir un masaje al vientre y a los órganos abdominales. El giro implica a toda la columna vertebral, cintura escapular y cuello. Una vez hecha a un lado y al otro, proporciona psíquicamente una paz hacia lo vivido y lo por vivir que lleva al estado de ecuanimidad. Sus beneficios físicos y energéticos la aconsejan como una de las habituales en el practicante.
Igualmente recomendable en la sesión habitual es Paschimottanasana, “La Pinza” o “Postura del estiramiento del Oeste”. Su capacidad para calmar, equilibrar, serenar y dinamizar la energía, es legendaria. Requiere sin embargo una buena técnica de ejecución. Supone la flexión del tronco sobre las piernas en posición sentada que, de no poderse dirigir hacia la apertura sacro-lumbar, generaría una desproporcionada joroba dorsal, efecto contrario a lo que se busca. Conviene por ello flexionar ligeramente las rodillas y buscar en todo momento el contacto vientre-muslos. Así, la postura no solo será suministradora de templanza, sino que para su ejecución requiere asimismo de la ecuanimidad del que es capaz de aceptar su limitación y hacer con ella el mejor trabajo de aproximación posible. Bien ejecutada, es inmensamente beneficiosa para el trabajo espiritual. De ella dice Manuel Morata: “Su principal objetivo es el de hacer circular las energías por la columna vertebral, permeabilizando su canal sutil Sushumna, para abastecer así los distintos centros cerebrales”.
La práctica asidua de Yoga, con conciencia, método y armonía, es un entrenamiento diario para la ecuanimidad, la aceptación y la serenidad, como exponente definitorio de su filosofía. Por eso, la brusquedad, la competitividad, la agitación, las prisas, y también la queja, precisan quedar fuera de la esterilla. Ecuanimidad, de principio a fin; templanza.
Nota: Estudio y efectos de Vakra Tadasana, Purvotanasana, Ardha Matsyendrasana y Paschimottanasana, en páginas 177, 196, 175 y 141 de Yoga. Teoría, práctica y metodología aplicada, de Manuel Morata.
Carmen Viejo Heredero (Ahimsa). Profesora de Yoga, Licenciada en Ciencias de la Información y titulada por la Yoga Vedanta Academy (Escuela de Sivananda) y por la Asociación Española de Practicantes de Yoga (Escuela Manuel Morata).
Información: carmenviejoheredero@gmail.com es