El sentido del ásana toca la esencia del origen mágico del Yoga. Igual que los arcanos del Tarot, los ásanas cuentan mucho más de lo que muestran. Durante septiembre seguiremos presentando los arcanos y su correspondencia con ásanas, a fin reflexionar sobre la geometría sagrada de nuestro cuerpo y su lenguaje oculto. Escribe esta serie, ya publicada en YogaenRed, Carmen Viejo.
Palabra clave: “Dharma”
“Por la gran bondad de estas palabras, que los seres de todos los reinos del samsara, en la esfera de la perfección primordial, alcancen el Nirvana”. (Testamento de Longchenpa)
Con el diez se inician las lecciones del micromundo. Si los anteriores arcanos representan los arquetipos universales, los siguientes personifican diez actitudes a conquistar. La Rueda (también llamada Rueda de la Fortuna) enlaza ambos mundos y muestra que estas lecciones pueden ser recorridas desde la ignorancia y la naturaleza inconsciente, o desde la sabiduría o naturaleza consciente. En la cúspide de la rueda, la esfinge recuerda esa doble naturaleza humana, animal y divina, y la posibilidad de dar una vuelta a la espiral si se consigue responder a las cuestiones que plantean los cuatro elementos: aire, fuego, agua y tierra, reguladores de la vida y la actividad humana.
La Rueda es asimismo un simbolismo del Cosmos, una circunferencia y un eje central. Este Cosmos está ordenado según leyes intrínsecas que lo hacen eterno y en continua evolución. Estas leyes, tan solo sospechadas por el ser humano, son la fuente del Dharma u Orden que a todo atañe. Se puede ir a su favor, dejándonos llevar por Él y aprendiendo de cada giro, o se puede ir de espaldas, lo cual hará azaroso el avance y parecerá que involucionamos. La rueda sigue su rumbo; la decisión es si seguirla consciente o inconscientemente.
El diez, valor de este arcano, es una línea y un círculo, y es el origen del infinito, pues puede repetirse a sí mismo jugando con los dígitos sin encontrar fin. Pero, nunca será en simple línea recta, ni tampoco en círculo, sino en espiral, símbolo de la evolución, del desarrollo y del crecimiento. Por extensión, de la Vida y de la Búsqueda de ese centro del que partimos y al que volvemos.
Fuera del centro, todo gira. Pero el centro siempre estuvo ahí, inalterable.
Correspondencia en ásanas
Parshva Vakra Trikonasana dibuja en el espacio, al hacerla en sus dos mitades, la X del diez romano. Partiendo de una postura de piernas separadas y brazos abiertos, giramos primero hacia un lado y flexionamos para alcanzar con el brazo derecho el tobillo izquierdo, al tiempo que el otro brazo se eleva. Esta media X se completará con la realización de la postura al lado contrario. Cuatro fuerzas actúan cada una en diferente dirección, confluyendo en el centro: estiramiento de piernas, giro de columna, flexión de cadera y lateralización de costados. La X es símbolo de sacrificio y entrega de las partes al Todo.
En Trishulasana, el “Tridente”, la “v” alta de la X desciende hasta el suelo, cuando el practicante flexiona el tronco hacia adelante, con las piernas separadas, bajando su cabeza mientras las manos tocan a ambos lados de los pies. Con ello generamos un símbolo hermoso, de significados múltiples y nunca del todo comprendidos: es el signo del “Ave María”, una “A” y una “M” entrelazadas y sobrepuestas, generando una espiral tumbada, dos peces encontrados, un tramo del ADN, un cuadrado mágico… Todos ellos igual de sugerentes.
Se alcanza la postura de Janu Chakrasana, “la Rueda de rodillas”, haciendo un molino con los brazos, mientras el derecho desciende, el izquierdo asciende por detrás, alargando bien ese costado, para girarnos hacia la derecha e intentar tocar el talón contrario. Sin meternos en aspectos técnicos, solo advertir que no es imprescindible tocar el talón, sobre todo si para ello retrocedemos las caderas, que deben avanzar hacia delante con el abdomen recogido y controlado para evitar lesiones. De la rueda salimos como hemos llegado, con ese molino de brazos y reposando finalmente en “La Liebre” o Shashankasana, antes de realizar el otro lado. Para ascender, siempre algo tiene que descender.
Accedemos finalmente a “La Esfinge”, “Cobra Real” o Bhujangendrasana, donde el tronco y la cabeza se elevan, al igual que las piernas flexionadas, mientras el abdomen y las caderas permanecen tocando el suelo. Con las manos apoyadas y atrayendo hacia atrás, el mentón recogido, el practicante mira hacia delante, perdiendo su mente en la infinitud del desierto. La pregunta está en el aire: “quién eres, de dónde vienes, a dónde vas”… La Esfinge ha sido desde antiguo la guardiana de las grandes respuestas existenciales, devoradora de la naturaleza mortal y portadora de la inmortal.
NOTA: Estudio y efectos de Parshva Vakra Trikonasana, Trishulasana, Janu Chakrasana, Shashankasana y Bhujangendrasana, en páginas 93, 151, 132, 159 y 121 de “Yoga. Teoría, práctica y metodología aplicada”, de Manuel Morata.
Carmen Viejo. Profesora de Yoga, Licenciada en Ciencias de la Información y titulada por la Yoga Vedanta Academy (Escuela de Sivananda) y por la Asociación Española de Practicantes de Yoga (Escuela Manuel Morata).
Información: ahimsayogandalucia@yahoo.es
Información: carmenviejoheredero@gmail.com es